Driggers

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Las hadas empezaban a sacarme de quicio. Golpeaban con tanta fuerza el escudo que sentía que mil pequeños bracitos estampaban puñetazos contra cada centímetro de mi cuerpo. James seguía hablando con las chicas y esperaba que se apurara porque no iba a aguantar mucho más.

Después de su última explosión, ambas lucían más enfadadas de lo que jamás imaginé que podría estar un hada. O tal vez eran los demonios en ellas. Traté de olvidar eso, no podía permitirme sentir lástima si implicaba perder la concentración. Ni siquiera debía mirarlas, no quería que volviera a pasarme lo mismo que en el bosque.

Las vi preparar esferas de energía negra cada vez más grandes. Fue el momento exacto en el que James volvió a mi lado.

—Suéltalo… ¡ahora!

Tuvimos dos segundos mientras ambas se preguntaban el motivo de que el escudo hubiera desaparecido. No duró más pues volvieron al ataque. Emmeline fue la que más me sorprendió. Era como si se estuviera poniendo en peligro a propósito. Deseé que James me hubiera explicado el plan antes. El deseo se incrementó cuando una de ellas me golpeó con ambas alas mientras pasaba a mi lado.

Caí sobre mi espalda y volverme a poner de pie me dejó jadeando. James apareció a mi lado mientras contenía a un hada con lianas que acababan de crecer de la tierra.

—Igual que con el lobo —me dijo.

No lo entendí hasta que vi sus manos. Planeaba volver a combinar la magia.

—¿Estás seguro?

—Emmeline no va a durar más… ¡Ahora!

No me dio tiempo de pensar, mi cuerpo actuó como si tuviera vida propia.

¡Tempo rigentem!

Debido a la adrenalina, el hechizo salió despedido con tanta rapidez que tardé un segundo en poder controlarlo bien. Congelar un hada en el aire, fue como congelar un insecto. Podía verlas luchando pero apenas lo sentía.

Vi a Emmeline aparecer detrás de ellas. En sus manos brillaba algo que lucía como un disco. Comprendí lo que era cuando se lanzó hacia las hadas y, con una precisión envidiable, les cortó las cabezas. Todo se volvió un torbellino.

Si me preguntan ahora, diría que fue uno de los instantes más largos de mi vida, pero en aquel momento sólo demoramos unos cinco segundos.

Cuando los cuerpos de las hadas se derrumbaron hacia abajo y la energía demoniaca empezó a llenar el lugar, Driggers parpadeó confundido y desvió la vista por un segundo. Un precioso segundo. El mismo en el que Irina corrió hacia él y con un certero movimiento le torció el cuello y lo mordió con todas su fuerzas. El veneno quemó la piel de Driggers y los tendones se separaron. Los dedos de Irina se afianzaron en su cabello y jalaron hacia fuera. Al segundo siguiente, la cabeza de Driggers, con su rostro conservando su expresión de terror, estaba en su mano izquierda.

Irina se derrumbó sobre sus rodillas, jadeando agitadamente. Con la boca aún llena de sangre y veneno. La niebla de las hadas y el lobo, empezó a condensarse de forma alarmante, impidiéndome ver lo que pasaba a mi alrededor. Convoqué esferas de luz a una velocidad que me dejó pasmado a mí mismo. Todo era bastante claro ahora, con la adrenalina guiándome.

La energía incluso desaparecía más rápido de lo que había planeado. De hecho parecía moverse hacia el pentagrama de Driggers.

—¿Qué diablos…? —exclamé al darme cuenta de que eso era exactamente lo que estaba haciendo.

Entonces lo recordé.

"Como iba diciendo antes de que el señor Anderson decidiera que sus pensamientos eran más importantes, cuando el mago negro ha terminado de decir el conjuro, es mejor esperar. Si alguno de ustedes, sin experiencia y con ansias de grandeza, intenta meterse en medio, la espiral de poder convocado podría absorberlos. Cuando se abre el paso a otra dimensión, nunca se sabe cómo irán las cosas. No se confíen."

Fui el primero en avanzar. Podíamos haber acabado con Driggers pero, como había dicho Harewood, matar al invocador no servía para detener que el demonio completara su transición al mundo.

Y allí, con ojos llameantes, oscuro y apestando a infierno, estaba la prueba. Harewood estaría orgullosa: era difícil que olvidara esto para el examen.

Si llegaba a tomarlo, porque por la forma en que nos observaba, nuestras posibilidades de salir vivos de esto eran escasas.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora