Descanso

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Llevábamos horas dando vueltas por el lugar intentando crear bolas de magia pura que atraían la energía demoniaca como si se tratara de imanes y finalmente desaparecían con un pequeño ¡pop!. Es evidente que “eliminar energía demoniaca” suena más emocionante de lo que realmente es.

Irina era la que estaba teniendo más éxito. Creaba esferas de magia con tanta rapidez que cualquier humano que no entendiera una palabra de esto se preguntaría cómo es que no estaba agotada. Como he dicho, es una tarea que suena mejor de lo que en realidad se trata. Crear esferas de magia no es ni la mitad de complicado que hacer levitar un objeto pesado, y eso te lo enseñan en primer año. En otras palabras, pan comido, pero toma tiempo y mucha pero que mucha paciencia. No es como si pudieras convocar una gran esfera y librarte de todo de un porrazo, porque en realidad lo que crearías sería una explosión que podría matarte. Curiosidades de la magia que solían divertir a mi madre.

No hablábamos, excepto por los comentarios ocasionales entre James y Kyle sobre el frío que hacía. Me parecía sorprendente, debido a que no tenía razones para suponer que cualquiera de nosotros estuviera menos aburrido que yo. Deseaba haber traído algo que hacer. Alrededor de la medianoche, decidí tomar un descanso y me senté en una raíz que sobresalía lo suficiente como para hacerme espacio. En unos segundos, Irina estuvo recostada sobre el tronco.

—Aún nos falta un buen tramo —señaló oteando el cielo despejado, con la luna en cuarto menguante. Arrugué la nariz ante el hedor que dejaba la energía demoniaca a su paso. Casi podía sentir el escozor en la punta de los dedos, y el otro lado del claro aún estaba lleno de aquella bruma difusa, como niebla contaminada.

—Los humanos necesitamos descansar de vez en cuando —le recordé.

Esbozó una sonrisa diminuta y se sentó a mi lado.

—No necesito descansar, pero mi magia también puede agotarse.

—Debí haber traído un libro —pensé en voz alta.

La sonrisa de Nina se amplió un milímetro.  

—Yo también.

Repentinamente, los chicos se acercaron.

—¿Tomando un descanso, compañeras? ¿Tan rápido se han aburrido?

—¿Deseando un poco de adrenalina? —dijo Irina separando sus labios y dejando salir sus colmillos.

Por muy valiente que pudiera ser, James se detuvo a varios pasos de nosotras, igual que Kyle. Era divertido que el primero luchara tan fuerte contra el instinto que le decía que saliera pitando, pero Kyle estaba serio, con los hombros tensos. Supe que si fuera por él, se habría limitado a seguir hasta terminar.

Lo recordaba graciosamente del año anterior, cuando al profesor Marcus se le metió la idea de que si alguna vez íbamos a tener que analizar un verdadero caso criminal, necesitábamos más que sólo dos personas. Nos puso a Kyle (que acababa de entrar al aula porque llegaba tarde) para hacer de elemento compensatorio. Irina insistió en que no era necesario pero el profesor repitió que lo hacía con propósitos académicos. Era divertido también ver cómo la gente empezaba a alejarse de él en clase o cuando yo lo alcanzaba para preguntarle algo sobre su último análisis de nuestro caso. Kyle era un muchacho aplicado, con un promedio alto, que no se metía en problemas, con un par de amigos, bastante independiente y prácticamente invisible en el panorama estudiantil. Era uno de los pocos chicos a los que conseguía hablarle sin tartamudear, porque me había conocido con Irina. Frente a ella, era él quien lucía débil a pesar de su altura.

Pero de todos modos, Kyle fue un pequeño empujón para mi vida social. De vez en cuando, cuando Irina no podía asistir a nuestras reuniones en la sala común de la Academia, Kyle se relajaba e incluso bromeaba sobre el caso que analizábamos. Me hablaba sobre la gente y llegó a presentarme a cinco personas. Todos muy tranquilos y divertidos, tal vez hasta podríamos haber sido amigos en un universo paralelo.

Irina se desperezó a mi lado y se recostó totalmente sobre la gigantesca raíz, como si fuera a quedarse dormida allí. La sonrisa de James se había reducido a una expresión aturdida y la contemplaba como si fuera la visión más hermosa que hubiera tenido jamás. Eso era nuevo.

Como el silencio había regresado, los chicos escogieron un árbol y también tomaron asiento.

Parecía que nos quedaríamos en aquel momento de paz por otro par de minutos, hasta que sentí a Irina moverse rápidamente a mi lado.

La marca del lobo (Igereth #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora