5. ¿estrella porno?

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—¡La estrella del porno acaba de llegar!

Donghae detuvo la mano sobre la lata de salsa de tomate que estaba a punto de agarrar de una de las estanterías del supermercado.

¿Estrella del porno?

Desde luego, no era una expresión que se oyera mencionar muy a menudo en Joyful, Georgia. No, no señor. De hecho, seguramente aquélla era la primera vez que oía decir algo parecido. Aunque, teniendo en cuenta el debate que se había levantado al saber que pretendían construir un club de striptease en las afueras del pueblo, tampoco debería extrañarle.

—¿Me has oído? —Continuó diciendo la voz—. Joe Crocker ha estado en el Chat-n-Chews y dice que la estrella del porno que piensa abrir el club de striptease se dirige ahora mismo hacia el pueblo, ¡que viene al supermercado!

Las palabras quedaron flotando en el soleado ambiente del supermercado de Joyful. Donghae tuvo la sensación de que hasta las motas de polvo dejaban de girar ante el anuncio hecho por un adolescente que había entrado en el establecimiento con el rostro sonrojado y los ojos abiertos como platos.

Los niños que estaban comprando golosinas también se quedaron petrificados.

Las dos cajeras que intercambiaban confidencias y mascaban chicles mientras cobraban a los clientes, se detuvieron.

Y, de pronto, como si fueran todos ellos marionetas movidas por los mismos hilos, se volvieron boquiabiertos hacia las puertas de cristal del supermercado.

Un silencio expectante, tan cargado como el del bingo de la parroquia antes de cada baile, fue de pronto interrumpido por una voz exigente. Tan exigente como sólo podía serlo la voz de una niña de tres o cuatro años.

—¡Me has tirado el zumo, mamá!

Donghae desvió la mirada hacia la niña, cuyo labio inferior sobresalía en un beligerante puchero. La niña tiraba del vestido de su madre. Su madre, Claire Deveaux, antigua periodista convertida en ama de casa, ignoró completamente a la criatura. Estaba tan pendiente de la puerta como todos los demás.

—Mamá...

—Ahora no, Eve —susurró Claire—. Está a punto de llegar alguien importante.

¿Alguien importante?

Donghae estuvo a punto de echarse a reír.

¿Cómo se le habría ocurrido a una estrella del porno abrir un club en un pueblo perdido del mundo? ¿Y por qué era él el único que parecía sorprendido por la noticia?

Donghae sacudió la cabeza. Aparentemente, le habían dejado completamente fuera del circuito de cotilleos del pueblo.

Y la verdad era que lo prefería. Habiendo crecido en una familia que normalmente era blanco de esos mismos cotilleos, le había dejado un regusto amargo y, normalmente, cerraba los oídos cuando la gente se dedicaba a chismorrear cerca de él.

Pero, al parecer, en aquella ocasión se había perdido algo muy serio, que, probablemente había empezado treinta minutos después de que hubieran colocado la valla publicitaria.

Y casi deseó haber pasado por delante del cartel para haber podido leerlo el mismo.

Estrellas del porno y clubs de striptease. Joyful se estaba convirtiendo en un lugar de vicio y perversión.

En realidad, no consideraba a Joe Crocker capaz de diferenciar una estrella del porno de una cantante de ópera.

Aquel hombre pensaba que a cualquier mujer bendecida con unas curvas voluptuosas le gustaba que le dirigieran miradas lascivas. Y de esa misma opinión era el noventa por cientorestante de la población masculina de Joyful. Compadecía a aquella pobre mujer, que podía ser desde una profesora universitaria hasta una congresista.

Estaba convencido de que más de uno de los hombres que estaban en ese mismo supermercado estaban deseando pedirle que les firmara un autógrafo en el trasero.

Sonrió al imaginarse su respuesta si en realidad no era más que una viajera caprichosa o un ama de casa atareada que necesitaba hacer algunas compras.

—Yo tuve una vez una estrella del porno —musitó Tom Terry para nadie en particular.

Donghae no pudo resistir la tentación de mirar a aquel veterano de guerra cuya mirada parecía perdida en el mundo de los recuerdos.

—La tenía en una caja, debajo de la cama. Y se me rompió el corazón cuando Buddy, mi mejor perro de caza, la encontró y la mordió. Le hizo unos agujeros enormes en la pierna derecha.

Donghae sacudió la cabeza. No serviría de nada intentar cambiar de tema.

—Intenté arreglarla con celo —continuó diciendo el anciano, sin mirar siquiera para ver si alguien le escuchaba—. Pero no funcionó. Maldita sea, pero si incluso estuvo a punto de arrancarme la cabeza cuando se le salió el tapón y comenzó a volar por la habitación.

Donghae cerró los ojos y pensó en su trabajo, en su coche. En cualquier cosa que no fuera la imagen que el señor Terry acababa de hacer aparecer en su cabeza.

—Asustó al pobre Buddy, que salió disparado hacia el porche —continuó Tom—. Silbaba por el salón como un globo pinchado...

—Señor Terry, por favor —siseó una mujer que estaba a su lado, intentando, sin éxito, taparle los oídos al niño que estaba con ella.

Sí, así era como comenzaban los rumores en Joyful. Muy pronto, la historia de la relación de Tom con una muñeca hinchable se convertiría en una de las más grandes historias de amor de Georgia.

Y, por mucho que le disgustara admitirlo, la verdad era que aunque los rumores que corrían por Joyful podían no ser del todo ciertos, a menudo encerraban algo de verdad. De modo que no era completamente imposible que estuviera a punto de ver a una estrella del porno.

—¿Qué estrella del porno?

Nadie contestó la pregunta de Donghae. En cuanto Tom cerró la boca, reanudaron la espera. Continuaban mirando la puerta con la boca abierta y los ojos desorbitados mientras un descapotable rojo aparcaba delante del supermercado.

she got me crazy - donghaeWhere stories live. Discover now