3. sembrando rumores

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Aunque la enfurecía, Cora pasó la mañana dejando reluciente la casa de dos pisos de Emmajean Frasier. Pero no tenía intención de darle el menor gusto a aquella nieta durante tanto tiempo desaparecida que, de repente, regresaba a Joyful para curiosear en la vida que había vivido su abuela.

Cora hablaba consigo misma mientras trabajaba. Y hablaba también con Emmajean, aunque, la verdad fuera dicha, no habían sido muy amigas cuando la primera vivía. Entre otras cosas, porque Emmajean (la abuela) había ganado durante cinco años seguidos el premio a la mejor tarta del pueblo cuando Cora se creía con más derecho al premio.

Pero aunque Cora no creyera en los fantasmas, imaginaba que era preferible asegurarse de que a Emmajean no le molestaba que estuviera limpiando su casa.

Sobre todo cuando comenzó a leer sus recetas de cocina.

—¡Maldita sea! —musitó al darse cuenta de que faltaban las mejores.

Emmajean debía haberlas escondido. O, a lo mejor, las había memorizado y después las había quemado.

La propia Cora había intentado hacerlo en una ocasión, cuando había comenzado a sentir unos extraños dolores en el pecho y pensaba que se estaba muriendo.

Cuando el médico le había dicho que sólo eran gases y ella se había dado cuenta de que se había olvidado de memorizar la receta de la ensalada de lombarda antes de quemarla, había entrado en cólera.

Se había pasado días intentando recrearla, hasta que Bob había jurado que como volviera a colocarle una ensalada de lombarda delante, iba a terminar con ella de sombrero.

Decidida a continuar su búsqueda, Cora abrió un cajón del escritorio que tenía Emmajean en el dormitorio.

Curiosamente, y a diferencia de lo ordenado que había encontrado el resto de la casa, estaba revuelto, como si alguien hubiera estado buscando algo en su interior.

Cora descartó inmediatamente aquel pensamiento y comenzó a rebuscar en el cajón. Un cajón que estaba lleno de recuerdos. Había cartas, fotografías y dibujos infantiles, seguramente obra de aquella jovencita escandalosa que no se había molestado en acudir al entierro de su abuela. Había también postales y recortes de periódico en los que aparecía el nombre de Emma Jean Frasier.

Y, casi al final del cajón, descubrió un folleto de relucientes colores.

Cora Dillon contuvo la respiración y clavó la mirada en el folleto que tenía en la mano.

—Qué cosa más repugnante.

La nieta de Emmajean Frasier aparecía haciendo proselitismo (acción persuasiva que intenta captar a las personas para que adopten una idea) de unos cuadros de personas desnudas, y de estatuas de personas más desnudas todavía, en una galería de Nueva York que pretendía hacer pasar por arte la pornografía.

—Pues ya veremos lo que pasa cuando en Joyful se enteren de que la nieta de Emmajean Frasier se dedica a vender cuadros pornográficos.

Aunque, teniendo en cuenta el escándalo que la obligó a marcharse, cuyos detalles estaba comenzando a recordar, probablemente a nadie le sorprendería demasiado.

No perdió el tiempo a la hora de hacerlo saber y, para la hora del almuerzo, todo el mundo estaba enterado.

Y para la una, las mujeres del club de brigde de Sylvie Stottlmeyer, hablaban divertidas sobre ello y rememoraban el escándalo que tuvo lugar diez años atrás.

Para las dos, los hombres que trabajaban en la fábrica de ensamblaje situada al norte del pueblo estaban especulando sobre la categoría que tendrían aquellas fotos. Se preguntaban si podrían catalogarlas como fotografías X o triple X, y si todavía estarían disponibles en Internet.

Para las tres, los dos rumores que corrían sobre Emma Jean y la valla publicitaria se habían mezclado en el gran caldero de los cotilleos y, de pronto, todo comenzaba a cobrar sentido, porque, al fin y al cabo, la valla publicitaria del club estaba colocada en unas tierras que habían pertenecido a Emmajean (la abuela).

Para las cuatro, la idea de que Emma Jean se ganaba la vida vendiendo fotografías pornográficas había sido sustituida por la certeza de que era ella la que aparecía en las fotografías y, a las cinco de la tarde, todos los habitantes de Joyful estaban convencidos de que la propietaria del futuro club de striptease que anunciaba la valla publicitaria era Emma Jean Frasier, alias «la estrella del porno».


* * * * * * 

Oh dios mío, esto se va a poner bueno

she got me crazy - donghaeOù les histoires vivent. Découvrez maintenant