Capítulo 21: Una vez más

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Camino sobre un sendero de rosas y espinas. La tierra es suave y húmeda, me abraza con cada paso y deja mi marca en el recorrido. Es agradable. No me detengo hasta llegar a un arroyo, con sorpresiva agua clara. Me acerco a la orilla, pero tengo miedo de asomarme, las piernas me flanquean y siento un cosquilleo que recorre de la nuca a la espalda baja. ¿Por qué tengo miedo?

Es pleno día, la vegetación se admira tan verde y brillosa, como si recién acabara de llover. El viento corre, fresco, y me pone la piel de gallina. Rosas, ¿Por qué veo tantas? Y las espinas las rodean. Me equivoco. Me rodean. Vuelvo la vista detrás de mi y veo el camino que dejaron.

Demasiado peligroso, un cazador puede seguir el camino de rosas. Cazador. La palabra despierta pensamientos oscuros en mi cabeza. ¿Un cazador? ¿Quién es un cazador? Carter. No debo pensar en él. No quiero pensar en él.

Estoy disfrutando del día, las ramas acarician mi piel desnuda y las plantas de mis pies acarician los bichos que se esconden debajo de las rocas. Es un día agradable, pero el arroyo despierta en mí un miedo irracionable. ¿Por qué tengo miedo? Es solo un arroyo, con rocas que marcan el fluir del agua y peces que se deslizan. Y empiezo a sentirme sedienta.

Me acerco más, tanto que un pie roza el declive de la tierra al agua. Es muy fresca. Dejo que se hunda un poco y me asomo. El agua está tan clara que funciona como un perfecto espejo. Me veo perfectamente en las ondulaciones, mis ojos grandes y oscuros como dos cuencas vacías, mi cabello negro largo que cubre gran parte de mi espalda y mis pechos; mi boca, de la que asoman dos perfectos colmillos blancos que forman una sonrisa. Me siento hermosa. Hermosa. ¿Por qué tenía tanto miedo de asomarme al arroyo? Es solo un arroyo, con agua tan clara que funciona de espejo y me permite admirar exactamente lo que soy, lo que esconde mi alma.

Una bestia.

Despierto con suavidad, con apenas un parpadeo de ojos para despejarme. Llevo mis brazos cruzados sobre mi pecho con las manos sujetadas ligeramente a mis hombros. Lo primero que observo es un techo abollado, de color gris y manchas rojas tan grandes como mi cabeza en las esquinas.

El techo de un hotel. Y uno sucio. Extiendo mis brazos hasta alcanzar los bordes de la cama. Las sábanas pueden estar sucias, pero son suaves y blancas, y la almohada es gruesa y cómoda como para descansar un día entero. Ojalá así fuera.

Me incorporo lentamente, la cabeza me da vueltas y un borrón de luces me inunda la vista. ¿Es que dormí tanto? Delante de mí, en una silla de plástico sucia, descansa un muchacho con una sonrisa. Lleva una camisa blanca que a simple vista parecería de color amarillo, por las manchas, y un pantalón oscuro desteñido, sus brazos los cubre una sábana rosa tan pequeña que apenas alcanza de sus antebrazos a sus rodillas. Está descalzo.

—¿Vas a dormir por más rato? —pregunto.

Carter abre los ojos.

—Como si pudiera dormir en esta mierda. —El cabello rubio cenizo cae sobre sus ojos oscuros, apenas dejando campo de visión. Lo tiene demasiado largo, puede causarle problemas.

—Tú decidiste pagar aquí —repongo. Aparto la mirada a la ventana abierta, que deja pasar los primeros rayos de sol de la mañana. No me siento cómoda observándolo demasiado.

El chico se estira como un gato y deja caer la pequeña sábana al suelo. Los huesos de su espalda y brazos truenan a sincronía.

—¿Tenía otra opción? Estamos cortos de dinero. Y tiempo. —Se pone de pie con dificultad y sacude sus pantalones del polvo de la silla. Tarda unos segundos en encontrar sus zapatos, que se esconden en la orilla de la cama, casi llegando a los armarios. Suspira. —Siempre tan lejos.

Guardián de las Sombras (Herederos del Infierno #2)Where stories live. Discover now