Capítulo 2: De nuevo

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Escucho mi corazón palpitar fuerte contra mi pecho. Ni siquiera sé por qué estoy tan nerviosa, no hace mucho que no he visto a Carter. Espera, no tengo por qué ponerme nerviosa de ver a Carter. No se merece tal sentimiento.

Kali baja las ventanillas delanteras mientras sujeta fuertemente el arma en su mano. Extrañamente confío en ella cuando no debería de hacerlo, me han demostrado tantas veces que la confianza es una mentira.

Alguien se detiene en mi ventanilla. Deseo con todas mis fuerzas que no sea Carter, pero solo es Qito, con su desalmada sonrisa y su cabello oscuro enmarañado sobre su frente.

—Vaya, vaya. Cassie Valverde en persona, ya tenía mucho sin verte.

—Largo de aquí, Qito.

—Fue muy fácil encontrarlas. A Carter le agradará saber que sigues completita.

—Carter no me interesa.

—Oh, golpe bajo. Le romperá el corazón al escuchar eso, ya que casi muere por ti.

—Dile que me entristece tanto saber que sigue vivo.

—Malditas mujeres sin corazón. —Qito se toca el pecho como si le doliera el corazón (dramatizando todo), pero sonríe con burla—. Me preguntó si pensarás lo mismo cuando lo veas.

—Cassie... —Volteo a ver a Kali, tiene su arma sobre el pecho del cazador, pero éste al mismo tiempo apunta con su arma la cabeza de la chica. Noto que detrás del tipo se encuentran otros tres hombres iguales.

—Creo que les conviene bajar del auto, chicas —dice Qito. Aunque no me amenaza con un arma en la cabeza, sé que no debo de hacer nada estúpido.

No puedo dejar de pensar que Sademira hubiera hecho algo para detenerlos.

Qito me sujeta fuertemente del brazo y me lleva a su auto, mientras que los hombres le arrebatan el arma a Kali y comienzan a inspeccionarla desde las piernas. De repente, recuerdo que Tillin sigue dentro del auto escondido y no sé por qué me pasa por la cabeza avisarle, pero me contengo para dejarlo escapar. Espero que Kali no haga una estupidez.

—Llevaré a las dos, Tove. Adelántate y avisa que preparen todo. —El chico, Tove, titubea un poco, pero accede y deja que ambas nos subamos en el auto con Qito. El amigo de Carter espera a que los autos arranquen por la carretera para movernos.

Estando dentro, en el asiento delantero, otro muchacho nos espera, como de aproximadamente catorce años. Lleva su corto cabello castaño cepillado y unos lentes de sol que le quedan enormes.

En cuanto nos acomodamos en los asientos traseros, se baja un poco los lentes para mirarnos con detenimiento.

—Están un poco gordas.

—Gracias, no lo había notado —digo. Es un presumido.

—Ya déjalas, Luk —dice Qito en cuando entra al auto.

—¿Qué tiene de malo que les diga la verdad?

—No a todas les gusta, muchacho. Además, es muy temprano para fastidiarlas. Tenemos un par de horas para que se nos ocurran mejores ideas.

—Muy gracioso, Qito. —¿Todos tienen que ser unos idiotas?

El castaño sonríe con suficiencia.

—Ya quiero que vean la sorpresa.

Durante el camino, no dicen mucho. Qito se mantiene ocupado manejando mientras Luk se encarga de cambiar la música en la radio. Yo realmente no pongo mucha atención a nada hasta que Kali me susurra al oído:

—Este no es el camino.

—¿Eh?

—No vamos para la guarida, mira la carretera.

Tenía razón, el camino para llegar a la guarida era más desolado, mucho más escondido de cualquier tienda o restaurante. En este, cada 100 metros se encuentra una pequeña tienda o restaurante.

Decido preguntar directamente.

—¿A dónde nos llevas, Qito?

—Con los cazadores, ¿a dónde más?

—No nos mientas, conocemos el camino a la Guarida.

—Nunca dije que iríamos a la Guarida, ¿o sí? —Qito nos sonríe desde el retrovisor.

Kali me mira a los ojos y señala mi chaqueta con el dedo. Se refiere al cuchillo. Asiento con la cabeza débilmente y veo como su cuerpo se relaja un poco. Acaricia el amuleto de su cuello un momento para luego esconderlo debajo de su blusa.

—Si no nos dices a donde nos llevas, tendremos que irnos por nuestra cuenta —amenaza Kali.

—No las llevo con enemigos, si eso es lo que piensan.

—Entonces no hay ningún problema en decirnos. —Sobre su pierna, a solo mi vista, enseña tres dedos. Tres.

—No puedo, chicas. Órdenes del jefe.

—No creo que haya ninguna diferencia a que nos enteramos ahora o en veinte minutos. —Dos.

—No tiene caso, porque ya...

—Ahora.

En dos segundos tengo sujetado a Qito del cuello con el cuchillo su piel sobre la yugular. Lo siento temblar bajo el cuchillo, pero sabe mantenerse calmado y se detiene con cautela para evitar un fuerte freno y que termine ensangrentado. Por su parte, Kali solo ha podido sujetar el cuello de Luk en una posición que amenaza romper su cuello en cualquier momento.

—Llegamos —dice el muchacho bajo mi cuchillo. Sin moverse, detiene el auto delante de una casa pequeña, muy deteriorada y abandonada, que se encuentra entre una gasolinera y un restaurante de tacos igualmente abandonados.

—¿Qué es esto? —La casa ni siquiera tiene ventanas, solo cartones cubriendo las aberturas. No estoy segura si el color café de la casa es por la suciedad o por otra cosa.

—Nuestra Guarida personal, tontita. Ugh. ¿Puedes quitarme el cuchillo de encima?

—¿Kali?

—Solo afloja un poco, pero no lo sueltes.

Qito me agradece poder respirar con normalidad lejos de la cuchilla, pero no se mueve demasiado, solo lo suficiente para apagar el automóvil.

—Deberíamos salir, está empezando a hacer mucho calor —dice Luk, con una voz amortiguada muy chistosa.

—No sabemos quién está ahí —le digo a Kali.

—¿Quién más? Tu rubiecito, brujita. Ah, mira. Ya salió.

Desde la ventana lo observo salir cojeando, cubriéndose los ojos del sol con la mano mientras la otra la tiene sobre el pecho, vendada. Lleva su cabello recogido en una coleta y su piel bronceada, al igual que sus ropas, están manchadas de sangre.

¿Por qué siempre tiene que ser él?

Carter tarda en enfocar la mirada, pero cuando visualiza a Qito en el volante y se da cuenta que soy yo quien está atrás sujetando un cuchillo sobre su cuello abre los ojos como platos. Joder.

—¿Es muy tarde para huir? 

Guardián de las Sombras (Herederos del Infierno #2)Where stories live. Discover now