Chapter XXI

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Podía ser hermosa por fuera, era terrorífica por dentro.

El olor intoxicante a sangre, quizás, cadáveres humanos; humo de tabaco; cenizas y humedad. Todo era increíblemente asqueroso, más cuando sentía algo retorcerse bajo sus pies. Se cubrió el rostro al notar una mano salir de entre las sombras, detrás mismo de ella se notaba en brazo lleno de mordidas. Esto es desagradable, pensó para sí misma y estaba en lo correcto, era asqueroso. Ni la luz de la luna lograba dar amparo a la prenumbra de aquella luz, la insignificante y efímera llama de las velas era escasa, pobre. El ambiente gélido las debilitaba lentamente y a cada segundo, su estado de ánimo perdía impulso. ¿Qué diablos era aquello? Obsrvó a su captores, parecían indiferentes a la inmundicie de ahí, después de todo, ellos eran sucios perros de alcantarilla.

 Cerró los ojos y atajó un quejido, era increíblemente nauseabundo estar ahí y más con el sudor a canino que olisqueaba en el ambiente.

– Que horrible.

– Dotes de princesa, increíble –se burló uno de los lobos. Tentando la delicadeza de Shiori, apoyó una de sus patas en la espalda de la chica, haciéndola tropezar y caer sobre un charco de sangre diluida con fluidos desconocidos, rápidamente la vampira se puso de pie para encarlarlo y saltar directamente a su cuello.

– ¡Maldito seas! –bufó hecha una furia, agarró del pellejo al lobo y lo arrastro hasta tener la primera ventana cerca, tomando impulso con las piernas, hizo el esfuerzo inhumano para tratar de arrojarlo por ella. Lo hubiese logrado de no ser que otros dos licántropos la agarrasen y apretaran su cuello con fuerza.

– No dejen que vuelva a descontrolarse.

 La orden seca y directa fue inmediata para el resto de los lobos que iban escoltando a las vampiras y su captores.

– Llévensela a Rido-sama, yo dispondré de la otra –ordenó el padre lobo.

– ¡NO! –gritó Shiori.

 * * *

No pudo con ellos, Rizu fue arrastrada sin piedad por escaleras que seguro llevaban a una de las habitaciones, no articulaba ni la más mínima palabra, sabía que ya había llegado su hora. Shiori observó aquello, sintió que le había fallado, a ella y a su hermano, ¿cómo le diría a Shiro? Con un peso en el alma, tal vez lágrimas, él la odiaría; pudo haberla salvado y no la hizo. En el bosque se había rendido, tendría que haber peleado pero renunció, por miedo a perder la vida.

 Y es que a pesar de ser dura de matar, era tan inútil como una mortal, su corazón no lograba entender qué cosa de toda su existencia fallaba. Había cambiado sus intenciones, ¿o no? Ya no era mala, simplemente, tenía ciertos rencores y cosas por arreglar con Yuuki, odiaba a Priscilla, ¿qué más? Amaba a Zero, ya no codiciaba a Kaname. Trataba de ser buena ama, y bueno, intentaba serlo. Llevaba la marca del peso encima, aún así, Shiori Natsuri se consideraba una chica que no era buena pero de a poco trataba de introducir el altruismo en su vida. ¿No era suficiente?

 Con el peso sobre sus hombros y el llanto en la garganta, notó que se habían detenido a las puertas de una gran habitación, probablemente la principal, las puertas detonaban un aire distinto a lo que respectaba de la casa entera.Los marcos pulcros, la pintura bien delineada con los detalles en plata bien hechos, el picaporte de una sola pieza e inclusive, un suave aroma cítrico expedía. ¿Qué diablos era todo ese lugar?

 Uno de los lobos que había pasado a forma humana, dio tres golpes con intervalos largos, esperó por una respuesta que no llegó y repitió el mismo acto dos veces más, al final, la puerta misma se abrió revelando con poca delicadeza lo que yacía en su interior. Dos estatuas de mármol se alzaban imponentes a la izquierda y a la derecha; un hombre de cabellos rizados con una toga y una chica de cabellos lacios con una túnica. Sus ojos parecían sangrar, tanto que de lejos parecía ser que las gotas brillantes arruinaran el pálido cuarzo del suelo. Sin mucho más que articular, Shiori continuó por ella sola. Se sentía inmunda comparada con el blanco de aquel lugar. Y era así realmente.

– Esa eres tú en éste mundo –aquella voz que lograba estremecer a cualquiera–. Tus zapatos llenos de sangre y mugre te representan y ésta habitación, lo que te rodea.

 Con una mueca de profundo odio, Shiori enarcó una ceja y terminó por bajar los ojos. No servía de nada enfurecerse, no lo iba a vencer ni aunque viniera armada. La escasa sonrisa de Rido se había curvado en una gran línea de oreja a oreja, sus heterocromía brillaba con inmensa maldad. Era difícil no temerle, parecía no estar del todo bien e inclusive cualquiera podría afirmar que su retorcida habitación blanca de espejos y estatuas era señal de su retorcida forma de pensar. Las piernas de ella comenzaron a flaquear, rogando por descanso, pegándose al suelo con firmeza. Miedo.

– Es injusto, ¿no es así? –Rido asomó los ojos sobre Shiori– Nos volvemos a ver, Shiori, estás más guapa desde aquella noche.

– No te esperaba aquí... es decir...

– ¿Esperabas que ataque la Academia? Déjame decirte que sí, pensé en eso pero no lo consideré práctico, ya perdí una vez ahí, no me conviene perder de vuelta y tampoco es que vaya a perder –para desvariar, hasta él iba vestido de blanco.– ¿Por qué no vas y tomas un baño, te cambias esa mugrienta ropa y luego hablamos como vampiros civilizados que somos?

– Ni aunque mi vida fuese en ello...

– Tu vida no, pero la de tu amiga Rizu sí. –nuevamente, la ira que hace unos momentos la había abordado se presentaba ahí, lista para atacar y destrozarlo a él. Como si fuera poco, seguía sonriendo descaradamente, buscando encender el odio más intenso que la vampira podía sentir– Sé buena niña y juro no lastimarla, además. talvez pueda darte una oferta que te alegrará el día.

– Déjame entender algo.

 Shiori levantó los ojos hacia los afilados colmillos de Rido, iban manchados de sangre y a fácil distancia detectaba el aliento inmundo que poseía.

– ¿Qué quieres de mí, ah? –apoyó en los brazos y volvió a estar de pie– ¿Que me humille, que acepte ser tu esclava? Dime.

 Una sonora carcajada escapó de la boca de Rido, a leguas se notaba que había estado conteniendo la risa y más aún, cuando fingió secarse una lágrima del ojo. Realmente estaba loco.

– Todo a su tiempo, por ahora, sé buena niña y haz lo que yo te digo, ¿vale?

– ¡No eres nadie para ordenarme qué hacer!

– ¿Quieres apostarlo?

– ¡Déjame en paz! –Shiori fue hasta la primera estatua que tuvo cerca y terminó por derrumbarla de un sólo golpe, lo mismo con las otras dos que seguía. Una leve tensión logró que pudiera arrojarle la siguiente estatua y sucesivamente con las siguientes dos. Una nube de fragmentos y polvo se levantó cegando temporalmente a ambos. Fue el momento que Shiori utilizó para correr hasta las dos estatuas principales y acercarse hasta la puerta, sin dudar  ni un segundo, apretó con fuerza el picaporte en un inteto de desbaratarlo y salir pitando de ahí.

 Casi lo iba a lograr de no ser porque Rido la había atravesado de una sóla vez con la mano. Un hoyo que cruzaba su estómago y atravesaba tenazmente su espalda, observó la calidez de su sangre recorriendo sus piernas y dos hilos de ella pasando a los costados de su boca. Era imposible sobrevivir después de eso, mucho menos cuando el de ojos azul y rojo clavaba los dientes sin desprecio alguno a su cuello.

 ¿Ese era su fin?

Requiem for a Vampire KnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora