Prólogo

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Dolor. Al principio dolía, claro, nunca se lo había esperado: fue repentino. La fuerza que la dejó ahí, en el granero, debajo de él… era realmente eso lo que deseaba. A manos de un nivel C hambriento, cosas del destino pensó.

Respiró pausadamente, el dolor en su cuello había desaparecido por completo. Suponía que era un pequeño peso que tendría que pagar antes de obtener lo que realmente deseaba y lo conseguiría aunque tuviera que manipular a medio mundo, ignoraba por completo el cómo había llegado ahí pero aún así, no dejaría escapar las miles de posibilidades que tenía enfrente y a su disposición.

Sabía mucho. Sabía que era una purasangre como los Kuran, no de la misma familia pero si una de esa clase. También tenía hermanos, dos para ser claros. Había escuchado a sus padres adoptivos hablar con su verdadera madre…

– Quiero que tenga una vida normal como una humana cualquiera –dijo la vampira–, además, tienen la ventaja de que será en un futuro una cazavampiros.

– No sé –el cazador se sobó la nuca y miró a su esposa –. No es algo que haríamos… Akira, ¿te das cuenta de que estás dando a tu hija purasangre?

– Ella no sabrá que es purasangre… no sabrá quiénes son sus padres o hermanos… el vampiro que es realmente estará dormido… sólo quiero que la escondan y cuiden de ella, por favor –suplicó una vez más–, estoy suplicando. Pueden enseñarle a matar a los de su propia raza…

Hideroshi sostuvo por unos segundos la mirada antes de responder – Adoptaré a tu hija… con una condición.

– ¿Cuál es?

– No tendrás contacto con ella, tampoco tu esposo, ni tus otros dos hijos. Si queremos asegurar que no se convertirá en vampiro, hay que cortar las cosas de raíz.

Akira asintió, abrió su bolso y sacó una fotografía– Es ella –mostró la niña que se encontraba en medio de dos niños.

– ¿Cuántos años tiene?

– Cuatro… cumplió cuatro en diciembre.

Yuka tomó la foto y sonrió al ver a su ahora hija.

– Supongo que esos dos son sus hermanos… los tres tienen ojos grises azulados.

– Así es… les agradezco mucho esto –Akira se levantó de su asiento–. Hay alguien que quiero que conozcan –dijo, volteó el rostro e hizo una señas para que entrasen–. Shinichi, ven.

– Ya voy –respondió el niño que hasta en esos momentos se mantenía oculto entre las sombras–. Ven Shiori –estiró la mano y una pequeña niña lo siguió.

Fue así como terminó en una familia de cazavampiros, recordó el rostro de Shinichi antes de dejarla ir. Había apretado los labios con fuerza y le dirigió una mirada melancólica, sintió que lo había decepcionado.

Así pasaron los años y ella se crió con cazadores, se volvió cazadora y por supuesto, una de las mejores al poseer las cualidades físicas de un vampiro pero sin necesidad de beber sangre, perfecto en síntesis. Escondió a la perfección su conocimiento respecto a su verdadera identidad y ganó la confianza de toda la Asociación de Cazavampiros. Un día, en el cual no tenía absolutamente nada que hacer, decidió revisar los archivos sobre su familia y otras cosas…

   

– Busquemos –dijo abriendo su notebook, tecleó el nombre "Akira" en el buscador. Quería saber quién era exactamente su madre y con tan sólo habérselo propuesto encontró lo que buscaba. Akira Natsuri, purasangre, casada con Yusei Natsuri, madre de Shinichi y Shiro Natsuri.

Requiem for a Vampire KnightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora