Capitulo XXIX: Orgullo Y Precipicios

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 Y en un abrir de ojos, Allyson y Jake se encontraron acostados en la grama, de un campo abierto, con flores blancas y amarillas a la vista, con pájaros cantando y mariposas revoloteando con libertad en el cielo.

—¿Jake? —La pelirroja clamó —. ¿Jake, estás despierto?

—No Allye —contestó el muchacho—. No estoy despierto, y lo sabes. Seguimos en esta...cosa mental junto con Sarah.

—No es necesario que te pongas tan arisco...

Conforme se levantaban, pudieron apreciar mejor el panorama; a sus ojos, quizá el escenario más irreal de todos.

—Vale, entonces estamos ahora en la parte más oculta de la mente de Sarah...y parece una tarjeta de felicitación para el día de la Madre.

—O los dibujos de un folleto de un Testigo de Jehóva —Jake sugirió.

—Como sea, no es lo que esperaba...no es lo que esperaba en lo más mínimo.

—¡Tía! ¡Tía! ¿Estás por ahí? —Jake gritó, tratando de establecer contacto con Maja.

Pero a diferencia de las ocasiones anteriores, su voz no se escuchaba en absoluto.

—¿Qué sucede? —Allye preguntó, con temor en su voz quebradiza.

—Maja parece habernos dejado a nuestra suerte, o realmente entramos a un área muy profunda del cerebro de nuestra compañera.

—¿No tendremos de su ayuda?

—¿Acaso es algo tan serio como para lamentarlo? Cuando mucho nos decía cosas de la psicología freudinana más básica y referencias a películas que igual tú y yo hemos visto.

—Aún así...da miedo.

—¡Yo también lo tengo, rojilla! —Jake gritó, perdiendo las migajas de compostura que poseía en su cuerpo —. ¡PERO DE NADA SIRVE ALTERARNOS!

Y para no alterar más al alterado de Jake, Allyson sumergió sus dudas y ahogó sus inquietudes, y decidió que ella tendría que ser la del valor y la calma ahora.

—Estamos jodidos —pensó tras el momento en que esa idea se cimentó en su consciencia.

—Bueno, entonces...¿Qué hacemos ahora?

—Tranquilo Jake; haremos lo mismo que ya hemos hecho: buscaremos al que sea el “avatar” de Sarah y trataremos de resolver el conflicto que tenga.

Misión más sencilla de decir que de hacer; el campo en el que estaban era uno abierto, sin colinas ni árboles demasiado altos, así que se podían ver kilómetros y kilómetros en todas direcciones, y no había señal alguna de Sarah, o de cualquier otra persona en realidad.

—Sería mucho riesgo separarnos —Allyson anunció.

—Cierto, pero no estamos llegando a ningún lugar.

—Lo sé...

—¿No se te ocurre algo?

—Creo...no estoy segura que esto pueda servir, pero valdría la pena intentarlo.

—¿Sí? ¿Qué tienes en mente?

Y entonces, Allyson puso en pie su gran recurso:

—¡SARAH! ¡SARAH POR FAVOR SAL DE AHÍ! —gritó la pelirroja a todo volumen.

—Bien, entonces ¿estamos jodidos, verdad Allye?

—¡Puedes quejarte como yo usualmente me quejo o puedes ayudarme a gritar! ¡De todas maneras, me vas a oír!

El Club de Hopewell: Segundo CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora