Capitulo XII: Singing In The Pain

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 Bien,era la hora de admitirlo: no había obtenido los resultados esperados. ¿Por qué rayos sigo confiando en Sarah, de todas personas, para cualquier cosa que involucre mi integridad física? ¡La chica cree que los supermercados son Transformers gigantescos!

Pero bueno, lección aprendida (espero que de manera definitiva, esta vez), mas el problema principal estaba lejos de resolverse.

—No ha funcionado —Allyson declaró, con su mirada sobre mi, aún amarrado a la silla—. Esto ha sido un ejercicio inútil.

—¿Cómo la zumba o el capoeira? —Sarah preguntó.

—No era lo que tenía en mente, pero...sí.

Por cuenta propia, nunca lograríamos algo: necesitaríamos reunir al más grande grupo de inteligencias para poder sortear éste problema.

—No te preocupes, Jake —Sarah me dijo la noche siguiente, una vez más, reunidos en su cuarto—: logré conseguir un gran concilio de mentes brillantes.

—¿Alguno tiene estudios en medicina, fisiología o biología? —pregunté.

—Eh...no lo creo.

—Porque me conformaría con un veterinario a estas alturas.

—Un veterinario... ¿Por qué no se me ocurrió eso antes? Ni modo: tendrán que ser a aquellos que convoqué.

—¿Y de quiénes estamos hablando, a todo esto?

—Tranquilo: pasarán de uno por uno para aumentar el indice de comicidad. ¡Qué pase el desgraciado!

—¡Oye, oye! —el primer sujeto entró al cuarto—. ¡Ya te dije que aceptaría hacer esto si te guardabas los chistes de "Laura"!

—Lo siento, hermano.

¿Hermano? ¡Pero claro! ¡Ése sujeto no era de todo un desconocido! Era Dorian, el hermano mayor de Sarah que veíamos...bueno, creo que de hecho es la primera vez que lo veo, al menos en varios años y un libro y medio.

—¿Qué hace tu hermano aquí? —pregunté—. ¿No debería estar recolectando firmas a las afueras de alguna universidad comunitaria para boicotear a algún dictador del Medio Oriente o vendiendo camisas del Che Guevara?

—El negocio de camisas del Che Guevara ha decaído un poco —Dorian me contestó—. Hubo un escándalo y...al parecer, es considerado hipocresía vender la imagen de un revolucionario marxista en ropa confeccionada por niños del tercer mundo a los que se les pagaba dos centavos al día...creo que salió en los diarios.

—Bueno, bueno. Dejemos la discusión sobre las implicaciones éticas de una ideología de izquierda en el mundo globalizado contemporáneo... ¿Cómo me puedes ayudar?

—Antes de comenzar, quiero saber algo. Sarah, ¿es cierto lo que me dijiste? ¿En verdad se queda dormido si ve un acto de violencia?

—¿Quieres comprobarlo? —la gótica cuestionó.

Entonces, claro, Dorian hizo lo que se esperaría de un Greenberg.

—¡COÑO! ¿¡Y eso por qué? —grité en reclamo tras propinar un buen puñetazo en mi nariz.

Y como alarma en un reloj, empezó el efecto: mis parpados se sintieron como yunques, me sentía sin energía alguna como en fiesta de año nuevo con la abuela, y caí dormido.

—Cielos, ¡en verdad tenías razón! —Dorian exclamó al verme desperar, unos minutos después—. ¡Me darían buena plata por él en un circo de fenómenos a las afueras de la carretera a Montreal!

—¿Fuiste a un circo de fenómenos sin mi? —preguntó Sarah—. ¡Sabes que me gustan esas cosas! ¿Por qué sólo vienes cuando necesitas dinero o bajarte un mal viaje?

El Club de Hopewell: Segundo CursoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora