Capítulo 10

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*Pi-pi-pi-pi*

El sonido del despertador me despertó bruscamente. Bajé a desayunar y me preparé para el gym. Cuando estaba a punto de salir de casa, me llamaron al móvil. Era mi madre.

-¿Mamá? ¿Qué ocurre?- pregunté preocupada.

-¡¡¡Felicidades!!!- gritaron mis padres al unísono.

-Uhm, gracias.- dije sorprendida.

-¿Qué ocurre hija?- preguntó mi padre.

¡Que hoy es mi cumple! ¡Hoy es el día! ¡Hoy me enteraré de cosas que no queréis que sepa!

-Nada. Solo me acabo de levantar.- respondí intentando sonar casual.

-¿Hoy vas al gym?

-Ehm...- dudé. La verdad es que me encantaba el gym, pero... Hoy era mi cumple y me merecía un descanso.- No creo.

-Está bien. Iremos mañana a casa a darte un regalito. Te queremos.

-Yo también les quiero. Adiós.- Sonreí.

Era un poco penoso olvidarme de mi propio cumple. Y más cuando me había pasado toda la noche anterior pensando en como sería el día de hoy.

Tiré el saco al suelo y fui arriba a quitarme la ropa deportiva. Me puso unos vaqueros ajustados con rotos, una camiseta negra de tirantes y unas zapatillas blancas. Me dejé el pelo suelto y me puse un gorro negro. Finalmente, me eché brillo de labios y me dejé caer en el sofá. Empecé a acariciar la parte del sofá donde Calum se había sentado. De repente sonó el móvil...

Oh, oh...

'Cumpleaños', en el idioma de familia, significaba empezar a llamar a la cumpleañera y estar media hora para decir un simple felicidades.

Una vez que terminé de hablar con abuelos, tíos, primos, y demás familia, me volví a tumbar en el sofá.

Un error.

*Ding Dong*

'Cumpleaños', en el idioma de los vecinos con los que tienes mucha confianza, significaba venir a picarte al timbre, y si están tus padres, entrar en tu casa solo para hablar con ellos. Ignorándote.

Por suerte, mis padres no estaban nunca. Así que después de atender a unos pocos vecinos, me eché en el sofá. Calum no me había venido a felicitar. ¿Qué estaba pasando?

Perrie me llamó al móvil.

-¡Ey nena! ¡Felicidades!

-Gracias- reí.

-Tengo una sorpresa preparada para ti. Ven al patio de mi casa a las cinco.

-¿Y eso?

-Tú ven.

-Eso haré. Nos vemos.- dije colgando.

Estuve un rato relajándome en el sofá. Pero no sé qué me invadió y no pude evitar bajar al 3°. Mis pies se movían solos. Una vez que estaba enfrente de la puerta, me quedé inmóvil. Pero mis brazos se estiraron y mi dedo se lanzó al timbre.

Después de un rato, volví a picar. Pero seguían sin abrir. Piqué una tercera vez. Y al obtener el mismo resultado, volví a mi piso.

¿Por qué no me abría la puerta? Yo sabía perfectamente que él estaba ahí.

Cuando quedaba muy poco para las cinco, picaron a la puerta. Al abrir, apareció Ash. Nos abrazamos y le invité a pasar.

-¿Qué haces tan arreglado?- reí. Llevaba puesto un smoquin. La verdad es que le quedaba de maravilla.

Mi drogaWhere stories live. Discover now