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Con una sonrisa de oreja a oreja, completamente roja y con los nervios bailándome encima de la piel, le daba la mano a un alegre Simon Cowell. Yo asentía con la mirada clavada en él, aunque completamente sin palabras, ya que para ser sincera, no estaba entendiendo nada de lo que me estaba diciendo.

Me giré todavía sonriendo hacia los chicos después de que Cowell nos diera la espalda.

—Dios mío, Simon Cowell me ha dado la mano.

Sabía perfectamente que era el programa favorito de los medios de comunicación, que solía ser uno de los tópicos favoritos de las revistas y de los programas de cotilleos del país, con sus lupas bajo el foco de luz, esperando a que pasara cualquier cosa que valiera la pena poner en un titular. Como lo eran, por ejemplo, las dichosas zapatillas moradas de Harry que un día juré por quemar personalmente. Aquella locura mediática había comenzado semanas antes de que lo hizo el programa; el drama ya era lo que definía aquella edición que pude ver en primera persona, ya empezando a indagar con palas y picos en las vidas de los concursantes sin darnos una oportunidad para conocerlos con nuestras propias normas. Normalmente yo hacia oídos sordos de todo el cotilleo hasta bien entrada la edición, cuando comenzaba a tener un favorito. Aunque en esos momentos, era casi imposible taparse los oídos y hacer como que no estás viendo nada. Estaba por todas partes.

Los chicos rieron en alto y Ellen me dio un golpe en el hombro para llamarme la atención.

—Pensaba que ibas a trabajar para él algún día.

Asentí.

—Y lo haré. Dios mío. Simon Cowell.

Lo recuerdo como si tuviese una bruma constante alrededor de la cabeza que me impedía ver con claridad, provocándome sudores que me abrumaba hasta tal punto que veía a las personas moverse a mi alrededor en un filtro distinto, a cámara lenta. Me costaba procesar todo aquello que estaba sucediendo; las personas importantes que estaban a mi alrededor, los focos del techo resbalándome por el pelo, la agitación del momento empujándome en la espalda con sus dedos puntiagudos. La palabra normal comenzó a perder su significado poco a poco, como cuando dices una palabra muchas veces en alto y empieza a sonar extraño. Ellen hablaba de cualquier cosa con alguien, riendo. Yo no conseguía dejar de mirar hacia todos los lados, con la boca semi-abierta, con algo parecido a una sonrisa en la cara.

Harry me agarró de la mano para sacarme de mis pensamientos.

—Perdón. Habéis estado geniales.

—No se te puede sacar de casa, Jane —murmuró Ellen.

Decidí ignorarla.

—Felicidades por vuestra primera semana, de verdad. Estoy super orgullosa.

Traté de ignorar a todos los concursantes a nuestro alrededor. Por mucho que hubiese pasado un par de horas dentro de su vivienda, no me había atrevido a mirarle a los ojos a ninguno por puro nerviosismo. Aquella era la primera vez que se me brindaba el honor de estar detrás del escenario y tenía una segunda oportunidad por actuar de una manera más normal. Estaba fracasando estrepitosamente, de nuevo. Aiden Grimshaw pasó por nuestro lado y después de sonreír a Harry, tuve que hacer un gran esfuerzo por no agarrarle del brazo y pedirle una foto.

Me abaniqué con la mano cuando se marchó y deseé no estar tan colorada.

—Es guapo, ¿eh? —me dijo Louis dándome un codazo.

—Y que lo digas.

Me aclaré la garganta.

—¿Cuándo va a venir tu novia? —le pregunté a Louis, intentando pasar de una Ellen aburrida que ya se quería ir a casa.

Same Mistakes |h.s| Wattys 2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora