Emboscada

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Josh

 

Asistir a la escuela estos tres días fue un infierno: el peor de todos. No sólo por lo que sucedió Madison, sino también por sus sanciones que hizo que se comportara como una loca. Aunque yo decidí ignorarla, dejarla atrás. Lo que hizo con Sue definitivamente me hizo perder el poco de respeto y “aprecio” que le tenía. Definitivamente estaba ciego al estar con una persona como ella, ciego y realmente loco. Dejando ese tema atrás, mis “amigos” como Donovan, Jackson y Ryan estaban distantes. Bah, no me importaba. Lo sabía desde un inicio: si intentaba revelarme, ellos no se inmutarían en apoyarme, se irían. Realmente no me importaba. No tenía nada que perder en esta escuela. Solo faltan dos semanas para la graduación y para el partido final de Football. Aunque he estado entrenando, no me he concentrado lo suficiente. El entrenador me presionada cada vez más.

Pero había algo peor que todo esto, algo mucho peor.

Hoy tenía que entregar los dos billones de euros a Giancarlo Branca.

Era el día que había temido desde aquella vez que leí el contrato de “Vida o Muerte”

Pude no haberlo firmado y ahorrarme esta preocupación que carcomía mi vida y mis nervios, pero yo solo vi las riquezas de la recompensa…aunque no supiera si realmente la obtendría.

Aunque había practicado más con la pistola calibre 380, aún tenía unas cuantas fallas. Y esas fallas podían costar mi vida.

Rogaba para que la entrega fuera rápida y poder salir de eso. Dios, que idiota soy. Por mi avaricia, estoy pagando el castigo justo ahora.

No estuve concentrado en la escuela hoy, además, me fugué antes de las dos últimas clases. Ya nada me importaba. Había perdido a mis “amigos”, mi dignidad, a Sue y prácticamente a mi hermano. Ya no tenía nada. Pero tenía que seguir viviendo, para poder protegerlos aunque ellos me quieran lejos.

Vi el auto de Paul estacionarse discretamente a una cuadra antes de la escuela. Mis pasos eran rápidos y mi corazón latía con fuerza. El gran maletín estaba en mi bolso, con el dinero y el código. Lo había estado escondiendo en el patio trasero, enterrado cerca del arbusto donde estaban las golondrinas. Me monté en el coche, me puse el cinturón de seguridad y Paul arrancó. No dije nada, las palabras no eran necesarias. Paul me dio mi pistola y yo la cogí con manos temblorosas.

-          Los hombres de Branca nos están esperando en la Crown ST en Surry Hills, al lado de Hotel Clock. Massimo dijo que están en un auto blanco, una camioneta.

-          De acuerdo- asentí, y no pude ocultar mi voz temerosa.

-          No estás en esto solo ¿De acuerdo? Massimo nos aseguró que ellos no levantarían arma alguna contra nosotros…a menos que…

-          ¿A menos que cosa?

-          A menos que no cumplamos la orden- finalizó Paul, apretando con fuera el volante.

Trague saliva. Tenía que hacerlo bien. Tenía una oportunidad, ninguna otra. Mi vida y la vida de los que amo dependían de un estúpido maletín con un estúpido chip. El recorrido hasta el Hotel Clock me pareció tan largo y tan silencioso. Ambos estábamos muy nerviosos. Paul me vigilaría desde el auto, pero él también tenía miedo. Llegamos.

El hotel Clock estaba en la otra calle, y a una distancia prudencial, la camioneta blanca. Paul encendió las luces un par de veces, como señal de que éramos los enviados a realizar la tarea. El auto blanco respondió con el mismo tintineo de luces y uno de ellos se bajó del auto, dirigiéndose a una cabina telefónica. Supe que a él tenía que entregarle el maletín. Guardé mi arma dentro de bolsillo delantero de mi pantalón, mi sudadera cubriendo lo poco que sobresalía de esta. Colgué mi mochila en mi hombro. Mi respiración se cortaba algunas veces, el sudor caía de mi frente y mis piernas temblaban como gelatina. Observé el lugar con rapidez. Nadie nos estaba viendo. Había pocas personas, ningún sospechoso, ningún auto policial. Crucé la calle, cuidando de que ningún auto me arrollara. Solo faltaban unos cuantos metros y todo terminaría, todo. Podría volver a respirar con tranquilidad y luego me reiría de esto. Intentaba mantener mi postura lo más casual y normal de acuerdo a un muchacho de mi edad: despreocupado. Pero era difícil aparentar ese sentimiento cuando cualquier cosa puede suceder y cambiar el rumbo de todo. Estaba a unos dos metros, ya todo terminaría. Alguien chocó contra mi hombro, el hombro donde cargaba mi mochila y el maletín.

Different MindDonde viven las historias. Descúbrelo ahora