Capítulo 6

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Inmediatamente Shiro clavó la vista en el suelo. Momo se acercó a él e intentó tocarle el hombro derecho, a lo que Shiro reaccionó con la suficiente rapidez para que el contacto fuera solo un roce.

—Shiro-chan… yo te quiero —murmuró la chica volviendo a acercarse.

—Basta Momo —dijo agarrándola de los brazos para que le mirara fijamente. Estaba muy serio—. Me gusta Bemi, ¿contenta? ¿No es eso lo que querías oír? ¡La quiero a ella!

Momo se quedó paralizada con los ojos muy abiertos. Sus labios se abrieron pero no fue capaz de articular ninguna palabra. En ese momento llegó Rachel, alterada por los gritos que llegaban hasta el salón del piso de abajo.

—¿Qué está pasando aquí? —cuestionó con preocupación al verlos tan inquietos.

Shiro aprovechó la intervención para salir de allí y dirigirse decidido a su habitación, el único lugar al que Momo no le seguiría. No quería continuar escuchando más estupideces. Al final había acabado gritando lo que tanto quería ocultar: sus sentimientos por Bemi. En cierta forma Momo tenía razón acerca de que ella le gustaba antes, pero cuando conoció a Bemi todo cambió y, lo que pensaba que era amor, descubrió que no lo era. Por ella estaba empezando a sentir algo más fuerte y poderoso, algo indescriptible, que crecía en su interior y se extendía como un fuego abrasador, quemándolo todo a su paso.

Le sorprendió muchísimo la reacción obsesiva de Momo. ¿Desde cuándo se comportaba de esa manera con él? Antes compartían mucho tiempo y nunca la había visto así. ¿A qué se debía ese cambio?

Momo hizo un amago de ir tras él, pero Rachel la detuvo.

—No deberías entrometerte —musitó mientras la obligaba a sentarse en una de las caras sillas del balcón.

—Cállate. No sabes de lo que hablas, así que no te metas —amenazó. Rachel no la hizo caso. Se agachó a recoger el chaleco y se lo puso con cuidado sobre los hombros.

La observó un momento con ternura. La chica le recordaba un poco a ella cuando era niña; insegura, tierna y, sobre todo, celosa y posesiva. Por eso sabía que la forma de actuar de Momo no era por amor, sino un intento egoísta e infantil de mantener a Shiro a su lado y para ella sola, como si fuera un juguete. Y sabía que Shiro no le permitiría el capricho.

—Estás equivocada. Verás… —comenzó a explicarle, pero Momo frunció el ceño y entró rápidamente en la casa, dispuesta a no escuchar ni una palabra de lo que Rachel quisiera decirle.

La mujer se quedó sola en el silencio interrumpido por el silbido del viento entre las ramas de los árboles. Se acurrucó buscando calor en sus propios brazos, pensando en cómo acabaría todo aquello.

~

Al día siguiente, después de tomarse la tercera copa del día, salió como todas las tardes para recoger a los chicos en el instituto. Estacionó el lujoso coche enfrente de la entrada y esperó dentro para no pasar frío. Aprovechando que estaba sola, puso la radio en su emisora favorita de pop y cerró los ojos. Un minuto de paz era justo lo que necesitaba.

Unos golpecitos en el cristal de la ventana la sobresaltaron, sorprendiéndola aún más cuando vio a la chica que intentaba llamar su atención.

—Hola… Eres Bemi, ¿no? ¿Ocurre algo? —dijo cuando abrió la puerta.

—Necesito hablar contigo sin que Shiro ni Momo se enteren.

La contempló unos segundos antes de sonreír y pedirla que entrara al coche. Bemi sonrió también, se sentó en el asiento del copiloto ajustándose el cinturón de seguridad. Hablar en el coche justo enfrente de la misma entrada sería demasiado arriesgado, por lo que Rachel arrancó el motor y se alejaron unas cuantas calles de allí.

Y de repente apareces túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora