El baile de los culpables

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Un conjunto de nubes se posaba sobre el reino de Grimm, provocando que un viento helado sacudiera las hojas de los frondosos y no tan verdes arboles del bosque del palacio.

Era el día del baile de máscaras pero ni Ainhoa, ni Hugo ni Darla estaban de humor para fiestas, también era el día de la ejecución.

— Mi vida no tiene sentido sin él— dijo Darla, no había pegado ojo en toda la noche

— Tranquila, te prometo que si tu hermano no hace algo, yo si lo haré— le dijo Ainhoa

— ¡Gracias! Estoy dispuesta a todo con tal de que viva— le anunció la chica

— Yo también Darla, yo también— le contestó la costurera, pensativa

En su habitación, Hugo se devanaba los sesos intentando encontrar una solución para el terrible suceso, alguna prorroga, algo que pudiera usar para salvar al hombre que había sido el mejor amigo de la infancia de Ainhoa, el amor de la vida de su única hermana y el mejor amigo que alguna vez pudo tener.

— Príncipe Hugo, todos le están esperando— dijo un guardia de los calabozos

— Ahora voy— le dijo

Si esos eventos le parecían repugnantes, este en especial lo hacía sentirse miserable.

Ainhoa se dirigía al calabozo donde tenían encerrado a su mejor amigo, cuando lo encontró no dudó en correr a abrazarlo, bueno, todo lo que pudo con los barrotes de por medio

— ¡Voy a sacarte de aquí! — le prometió

— Tranquila, cuida a Darla por mi ¿sí? — le pidió sintiéndose desahuciado

— No, no lo haré ¿sabes por qué? ¡Porque tú lo harás! No te van a ejecutar— le prometió

— Ainhoa, eres mi hermana, siempre lo fuiste, mi compañera de aventuras, eres una de las personas más importantes de mi vida, siempre te voy a querer, nunca lo olvides, cuidaré de ti cuando me vaya

— ¡Deja de despedirte! — le ordenó con lágrimas en los ojos

— Es la primera vez que hago algo valiente, y mira como resultó — se rio de mala gana— no nací para ser un guerrero

— ¡Tú eres valiente! Eres muy valiente, vas a salir de aquí— le prometió sin poder contener más sus lagrimas

En eso, unos guardias entraron Ainhoa se escondió y presencio el momento donde se llevaban a su hermano del alma de esa fría celda. Sin dudarlo fue al lugar donde se llevaría a cabo ese tan terrible acto.

Hugo se subió al estrado donde estaba el garrote vil y contempló a su amigo, tenía las manos amarradas con una soga que le producía sarpullido

— Hace más de ochocientos años el rey Fernando, mi antepasado hizo las normas del reino, pero estipuló una prórroga, todos los delitos considerados por la corte pueden ser perdonados si el faltante está arrepentido — dijo el heredero

— ¡Ejecútalo! — exclamaron algunos de los espectadores

— No, este hombre merece vivir, no solo lo digo yo, lo dice el libro de normas— habló el joven y el semblante de Ainhoa cambió

— ¡Pero que ridiculez! Algún castigo debe tener— exigió el príncipe Artiaga

— Y lo tendrá, pasará un año en los calabozos— sentenció

Todos comenzaron a hacer desorden y se llevaron a Fran nuevamente a las celdas, Hugo iba tras de él y seguida de ellos caminaba Ainhoa

— Lo siento, te voy a sacar de aquí con otra prorroga ¿de acuerdo? Pero por ahora aquí vas a estar más seguro que afuera— le dijo el príncipe a su amigo

Azul ReyWhere stories live. Discover now