Cometas

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En la región de Grimm, más allá del atardecer, cerca del rio de cristal, corrían tres pequeños niños acompañados por sus guardias reales y sus respectivas nanas. Darla, una pequeña de cuatro años, alegre y juguetona corría detrás de los dos varones que tan solo le llevaban dos años de edad.

— ¡Hugo, espérame! — lloriqueaba la pequeña, tratando de alcanzar la mano de su hermano mayor

— ¡Corre más rápido enana! — le contestó Guillermo, su primo

Hugo no hizo ningún comentario, se detuvo de golpe y suspiró, su hermana tomó su mano y con un gesto amargo, el niño de seis años tiró de su brazo para seguir moviéndose.

Así era Hugo, un niño muy frio, sus sentimientos estaban encerrados bajo una capa de piedra en su corazón... Literalmente. Cuando tenía seis meses de edad algo terrible le ocurrió y una pequeña parte de su corazón quedó recubierto de piedra, lo malo era que conforme pasaban los años, ese pedacito de piedra se agrandaba hasta que un día lo cubriría todo, terminando así con la vida del futuro rey de Grimm.

Por este motivo, el niño no podía hacer una vida normal, la mayor parte del tiempo estaba encerrado y eran contadas las ocasiones en las que podía salir a disfrutar del sol, pues no sabían que efecto podía causar en él.

— Nos detendremos aquí, si no le molesta príncipe Hugo — le dijo uno de los guardias

El niño solamente se detuvo y sus compañeritos lo imitaron, las nanas sacaron los cometas que los niños habían pintado y se los entregaron. Cada quien puso su marca en el cometa, Darla había dibujado muchos corazones y flores en el suyo, Guillermo había dibujado un dragón que escupía fuego y Hugo lo había coloreado de azul rey, su color favorito.

Estuvieron jugando un buen rato hasta que Hugo notó a una niña que recogía flores cerca del rio de cristal; era bajita, tenía el cabello negro y ondulado y los ojos verdes como el rio.

El nombre de esa pequeña era Ainhoa, era hija de una mujer que no le quedaba mucho de vida, iba acompañada de su tía Ester, una mujer de cuarenta años que con dificultad le seguía el paso a la pequeña.

— ¡Linda, no te alejes mucho! — le pidió amablemente la mujer

— No lo haré tía, solo quiero unas flores para mami— le contestó la pequeña

Hugo la miraba extrañado, nunca había visto una niña tan rara, llevaba un vestido viejo y no llevaba zapatos. Pero aun así, él pensó que era la más bonita que había visto.

— Marta, ¿Quién es ella? — le preguntó el príncipe heredero a su nana

— Debe ser una campesina cariño, ¿Por qué no vas a saludar? — le sugirió la mujer

El niño por primera vez le hizo caso a su nana, tenía tanta curiosidad que no se había dado cuenta que estaba casi corriendo hacia ella.

— ¿Quién eres tú? — le preguntó el niño con rudeza a Ainhoa

— Mi nombre es Ainhoa— le respondió la niña — ¿Tu cómo te llamas?

— Soy el príncipe Hugo — le dijo el niño

— ¿De verdad eres un príncipe? — quiso saber la niña, sorprendida

— ¡Si niña! — le respondió el pequeño

— ¿Puedo ser tu amiga? — quiso saber, ilusionada

Hugo quería decirle que sí, era muy bonita como para ser una campesina malcriada, como decía su madre. Pero no podía hacerlo, él no debía tener amigos, él estaba enfermo.

Azul ReyWhere stories live. Discover now