XVIII. Una conversación secreta

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XVIII. Una conversación secreta

Llegar con Febo a partir de ahí no es muy complicado.  Una vez que me ubico es simplemente caminar por un tiempo.  Andar un momento sin compañía resulta positivo.  Me sirve para aclarar un poco mi mente.  Mucho ha pasado en los últimos días.  Quizás la velocidad a la que están pasando las cosas sea algo bueno que me está ayudando a enfrentar al hecho de que he perdido a mi familia.  Que ahora estamos solos Bianca y yo.  Y quizás eso sea mejor que haberme quedado con ella ambos sufriendo y llorando.

Sé que si parara un momento a meditar sobre mi situación me deprimiría y me quedaría en una esquina sin hacer nada.  Y ese prospecto no me gusta.  No quiero estar quieto.  Quiero mantenerme en movimiento, ayudando a Cliste y yendo de un lado para otro.  Quizás así evite afrontar la realidad.

La horrible realidad.

Que ahora soy huérfano y que no hay nadie que me cuide.  Que ahora el futuro de Bianca depende de mí.  Que ya no podré jugar nunca con Iker.  Que estoy solo.  Y sé que estoy solo, tan solo no me quiero sentir solo.

De pronto me doy cuenta de que por unos minutos no he estado caminando.  Que me he quedado quieto pensando en mi mamá y en los demás.  En Gigio y en Maliki y en toda su familia.  Todos los gatos que han muerto envenenados.  Y me siento triste.  No tengo ganas de seguir.  Miro alrededor.  Pienso en cuánto me demoraría en llegar a la casa en la que está Bianca.  Debo ir a verla.  Cuanto antes.  Asegurarme de que esté bien.  De que nada le vaya a pasar.

No quiero llorar.  No me conviene llorar.  Si alguien me ve aquí en el medio de la calle llorando ya sé lo que pasará.  Me vendrán a consolar y a decir que todo va a estar bien y que no me preocupe y eso es lo que más me molesta.  Porque no todo va a estar bien. ¿Cómo podría estarlo? ¡Mi mamá se ha muerto! Envenenada por alguien que no sabemos quién es o por qué.  La sola idea de alguien sugiriendo que todo va a estar bien me da cólera.

En ese momento decido que no.  Que no voy a permitir que quien sea que haya sido culpable de esta atrocidad va a seguir por ahí sin ser castigado.  Que tiene que sufrir.  Tiene que enfrentar las consecuencias de lo que hizo.

Pero por encima de esto, necesito saber por qué.  Por qué es que hizo esto.  Por qué mi familia tenía que morir. ¿Qué le hemos hecho nosotros? ¿Por qué tenía hacernos esto?

Esto implica colaborar con Cliste.  Él es la mejor opción de poder capturar al culpable.  Él y Astra parecen saber lo que están haciendo, a diferencia de Ibis, que pareciera no estar preparada para el caso.  Así que si tenía que apoyar a Cliste para poder saber quién mató a mi familia, ésa tendrá que ser mi línea de acción.

Y eso en este momento implica ir con Febo para que me ayude a llegar al Consejo, de tal manera que pueda cumplir con la misión que me delegó el detective.  

Si ésta es la manera de acercarme a mi objetivo de vengar la muerte de mi familia, pues que así sea.

Porque es venganza lo que quiero.  No tiene sentido esconderlo o negarlo.

Así que me paro y comienzo a avanzar hacia la guarida de Febo.  Al comienzo caminando, después a paso ligero y finalmente corriendo.  Quiero llegar ahí cuanto antes.  Como si toda la investigación dependiese de eso.

Para cuando llego a la calle de la guarida de Febo, estoy sudando.  Me sorprende que haya podido hacerlo.  Hace apenas un rato le había dicho a Astra y a Cliste que no podía más, que estaba demasiado cansado.  Que no podía seguir.  Y ahora estaba aquí, corriendo y saltando.  

Doy la vuelta para bajar por la rampa que me lleva a los niveles inferiores del edificio, en donde sé que está Febo.  Bajo corriendo y dando saltos.  Abajo está oscuro, pero no me importa.

Cuando estoy en el tramo final y veo luz en la caseta en la que sé que está Febo, escucho voces que me hacen parar de golpe.

Una de las voces es de Febo.  Ésa la reconozco de inmediato.  La otra voz que reconozco de inmediato es la de Ibis.  Y una más: La de Kenzo.

“No puedo creer que estés de acuerdo con esto”, Ibis se oye cada vez más alterada.

“Lo siento mucho”, la voz de Febo tan tranquila como de costumbre. “En serio creo que es la mejor opción.  Cliste es un detective con mucha experiencia.  Él sabrá qué hacer.  Seguramente en este momento ya tiene sospechosos”

“Sí, pero, ¿podemos confiar en sus resultados?”, la tercera voz es de Ibis. “Pensé que teníamos un plan”

“Oh, ¿ahora es nuestro plan? Hasta donde recuerdo, era su plan.  No me incluya”, la voz de Kenzo fue veloz en responder.

“Pero ustedes dos sabían de esto.  Y no hicieron nada para detenerme.  Si Cliste durante su investigación lo descubre y lo revela, los verán como cómplices.  Y eso quiere decir que en parte son culpables.  No tanto como yo, pero lo son”

Hay un breve silencio y luego una risa.  No, dos risas.  Febo y Kenzo se están riendo de Ibis.  Ella se molesta y sale de la caseta.  Yo rápidamente busco esconderme detrás de uno de los coches que están ahí estacionados.

Ella pasa caminando a unos metros de donde estoy.  Espero un rato a que se haya ido y me aseguro de que no haya nadie más observándome.  Luego me dispongo a salir del escondite, pero me detengo por un momento. ¿Qué es lo que pretendo hacer?

Los gatos de MirafloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora