XI. La segunda escena del crimen

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XI. La segunda escena del crimen

“Parecía preocupada”, comento yo mientras sigo a Cliste, quien a su vez está siguiendo a Astra. “Cuando saltamos a la calle la vi y parecía preocupada”.

“Por supuesto que está preocupada”, responde Cliste alegre. “Ella es una de las sospechosas”

Yo lo pienso por un momento y concluyo que tiene sentido.  Ella se esforzó por ser la que dirigiese la investigación.  Cuando llegó Cliste se molestó.  Ella discutió con Jeque al respecto.  Algo sucede que no quiere que nadie más sepa.  Pero no sé si sea tan grande.  No creo que sea la asesina.  No lo parece.

“¿Quién más es sospechoso?”, pregunto de pronto. 

“Todos son sospechosos”, responde Cliste. “Incluso tú”

“¿Yo? Pero... ¡Perdí a mi familia! ¿Por qué envenenaría a mi mamá?”

“No lo sé.  Te diré algo.  A veces son interesantes los motivos por los cuales los gatos se cometen.  Pero a veces ni siquiera pregunto o averiguo el motivo.  Me parece que eso de buscar un motivo para encontrar al culpable está sobrevalorado.  Hay demasiado loco por ahí que nunca necesitó un motivo para cometer las peores atrocidades”

“Entonces, ¿en qué te basas?”, pregunto.

“En evidencia.  En lo que puedo observar.  Por ejemplo, Ibis tiene un motivo para haber envenenado a tantos gatos.  Podría haberlo hecho para sembrar el pánico en la comunidad y así poder escalar políticamente.  En el Consejo ella es la que se preocupa más por la seguridad y a la que todos los demás se voltearon cuando hubo que escoger a alguien que esté a cargo de la investigación.  Para ella mi casual llegada a Miraflores debe de haber sido una inmensa molestia.  Pero ahí la tienes. ¿Tiene suficientes agallas y aspiraciones políticas como para matar a varias familias por eso? No lo sé.  Quizás.  Pero no lo creo”

“Aún así la consideras una sospechosa”, comento.

“Exacto.  Algo que muchos a los que les explico lo que hago nunca entienden es que el trabajo del detective tiene mucho que ver con probabilidades”, Cliste deja de avanzar y se voltea hacia mí. “Todos son sospechosos.  Tú, yo, Astra, Ibis.  Todos.  La diferencia es que hay algunos que son más sospechosos que otros”, explica él. “Nuestro trabajo es identificar el que tiene la mayor probabilidad de ser el culpable.  Y cuando lo expongas, estar casi seguro de que es él o ella”

“Entonces, cuando expones a alguien, ¿no estás completamente seguro?”

“Yo no he dicho eso”

Lo pienso bien antes de contradecirlo. ¿Realmente no dijo eso? Decido meditarlo en silencio mientras seguimos nuestro camino.

Al cabo de unos minutos llegamos al techo en el que vivía Maliki y su familia.  Maliki era la mejor amiga de mi mamá.  Su familia y la nuestra pasaban mucho tiempo juntos.  De estar viva no cabe duda de que ella se habría hecho cargo de mí y de Bianca.  En serio me da pena que ellos hayan muerto.  Los voy a extrañar a todos.

Cliste, Astra y yo nos quedamos parados en una esquina sin hacer nada.  Astra está observando la ciudad desde donde estamos.  Hay algo que está buscando.  Cliste, en cambio, está analizando el techo.  Yo los miro a ambos.  Estoy tratando de aprender qué es lo que están haciendo.  Después de unos minutos, Cliste habla.

“Dime, niño.  Tú pasabas tiempo en este techo, ¿no es cierto?”

“Pues, sí.  Mi mamá nos traía a veces aquí a que juguemos con los hijos de Malaki, mientras ellas dos conversaban.  Mi hermano Iker se divertía mucho jugando con ellos.  A mí, la verdad, no me gustaba venir.  No me llevaba bien con ninguno de los hijos de Malaki”

“Pero pasabas tiempo con ellos”, Cliste insistió. “¿No es cierto?”

“Porque no me quedaba otra opción.  Pero no era algo que disfrutara”

“En fin.  Dime. ¿En este piso había algún escondite? ¿Había un rincón en el cual los pequeños escondían cosas?”

Yo no entiendo bien a lo que se refiere.  No al comienzo.  Luego me doy cuenta de lo que está sugiriendo.  Que a lo mejor alguno de los hijos de Malaki escondió parte del veneno en alguno de esos rincones.  Quizás pensando que era comida y guardándola para más tarde.  Hago un esfuerzo y recuerdo que efectivamente uno de los hijos menores de Malaki escondía cosas en una grieta en la pared.  

“Sí”, respondo finalmente. “Quira tenía un pequeño escondite”

Quira era de la edad de Gigio, pero por alguna razón siempre quería jugar conmigo.  Yo, por mi parte, no quería pasar tiempo con ninguno de los hijos de Maliki.  Simplemente me molestaba que mi madre nos traiga aquí cada cierto tiempo.  Yo prefería estar en nuestro patio y pasear por la casa al que pertenecía.  O si no, salir a la calle y ver a la gente pasar.  Ir al techo de Maliki para mí era aburrido.  Ninguno de los gatos que había ahí eran interesantes.  Nada como conversar con Cliste ahora.

Los llevo hasta la esquina en la que estaba la rajadura.  Cuando me dispongo a examinarla para buscar algo, Astra me lo impide poniéndome una pata en el hombro.  Me quedo parado, pero Cliste no.  Él salta de inmediato a inspeccionar la rajadura.  Al cabo de unos segundos se voltea.  Deja caer al suelo una especie de cristal rojo.

“Ahí está tu veneno”, dice él.  Astra y yo nos acercamos para inspeccionarlo.

“¿Es eso?”, pregunto. “Pero es sólido.  Y es duro. ¿Se come?”

“Oh, es sólido y duro hoy.  Pero hace dos días era líquido.  Este veneno está mal hecho.  Fue mal mezclado y eso es lo que pasa cuando haces mal veneno.  Se vuelve sólido después de un tiempo, en vez de evaporarse o de secarse o lo que sea.  Mal veneno, porque no hay mejor evidencia que veneno sólido.  Y aquí lo tenemos”

“Pero, ¿por qué nadie más ha encontrado otro pedazo como éste?”, pregunto curioso.

“¿No lo has deducido aún?”, pregunta Cliste sentándose en el suelo. “Alguien ha estado aquí y en el patio en el que vivías y en todos los demás lugares en los que ha habido envenenamientos esa noche.  La razón por la que Ibis no ha encontrado nada es porque alguien ha venido y lo ha limpiado todo.  Se ha asegurado de no dejar rastro.  Pero no contaba con tu pequeña amiga Quira.  Que tuviera un escondite como éste”

“Pero... Eso querría decir...”

“Así es”, Cliste se para y comienza a caminar hacia la esquina por la que habíamos accedido a ese techo. “Eso quiere decir que queda confirmada mi teoría.  Estos envenenamientos fueron obra de un gato, no de un humano”

Los gatos de MirafloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora