XVI. Un gato en el camino

305 27 3
                                    

XVI. Un gato en el camino

Nuevamente salimos a la calle y otra vez me cuesta mantener el paso.  Cliste va adelante, emocionado y saltando entusiasta.  Astra, en cambio, va con paso decidido y rápido detrás de él, observando el distrito.  Va mirando a la gente, a las casas, a la calle.  Pareciera que hay algo que está buscando y que aún no encuentra.

Durante el camino no hablamos.  Yo aun estoy impactado por el hecho de haber tratado con un perro.  A mí desde pequeño me han enseñado que los perros son nuestros enemigos y que tenemos que evitarlos.  Que son todo mentira y que son malvados.  Y si bien Ringo no lo parecía, estaba seguro de que se trataba de un caso raro.  Seguramente él mismo era marginado entre los perros por tener amigos gatos.  Estaba seguro de ello.  Los perros son así.  Nunca he conocido a uno, pero de lo que me han contado estoy seguro de que son así.

En el camino pasamos junto a Haiko, el gato que me ayudó a cargar a Bianca la noche que todo sucedió.  Está sentado en lo más alto de una cerca, lamiéndose las patas.  Yo lo saludo y él me devuelve el saludo.  Astra se da cuenta de esto y llama la atención de Cliste.

“¿Qué sucede?”, pregunta el detective.  Astra señala a Haiko con una pata. “¿Quién es?”

Haiko baja de la cerca de un salto y se acerca a nosotros tranquilamente.  Cuando está cerca se sienta en el suelo y nos sonríe.

“Hola.  Me llamo Haiko”, dice pacíficamente.

“Es uno de los guardias de Kenzo.  Nos ayudó esa noche”, explica Astra.  Haiko hace un reverencia cuando escucha esa presentación.

“Solamente estaba ayudando”, explica. “Cualquiera hubiera hecho lo mismo”

“Cualquiera diría eso”, comenta Cliste. “Pero tú fuiste el primero que salió corriendo a ayudar a cargar gatos intoxicados y los llevó con Febo para intentar salvarlos. ¿Cuántos gatos llevaste tú que hoy estén vivos?”

“No lo sé.  No muchos”, Haiko afina la mirada.  No sabe si confiar en Cliste. “Habría querido salvar a más”

“Es curioso”, comenta Cliste. “¿No deberían de haber intervenido antes? ¿En dónde estaba el resto?”

“Pues... Yo intervine tan pronto como pude.  Estaba cansado de los ejercicios que habíamos estado haciendo esa noche, pero aún así corrí tan pronto como pude para ayudar”

“¿Qué ejercicios?”, pregunta Astra inexpresiva.

“Pues, Kenzo nos tuvo haciendo ejercicios esa tarde y buena parte de la noche”, respondió Haiko. “No es fuera de lo común”

“Lo era en mi época”, comenta Cliste nuevamente. “¿Desde cuándo hacen esos ejercicios?”

“¿Usted fue agente de seguridad?”, Haiko no puede evitar sonreír. “No lo sabía”

“Eso fue hace mucho tiempo”, responde Cliste. “Y en realidad fue por un periodo muy corto”

“Pero fue suficiente como para orientar su vida, por lo que veo”, Haiko sonríe más aún. “¿O es que no tuvo nada que ver con que se volviera detective?”

“Eso es una historia para otro día.  Cuando haya asuntos menos urgentes.  Ahora, dime, ¿desde cuándo hacen esos ejercicios?”, preguntó el detective.

“Pensé que me ibas a preguntar sobre esa noche”, Haiko hizo una mueca.

“No.  Necesito hacerte preguntas sobre el caso.  Y estos ejercicios tienen que ver con el caso. ¿Desde cuándo los hacen?”

“No hace mucho.  Kenzo recién vio la necesidad de hacerlos hace unos meses.  La verdad es que es una buena idea.  Nos habíamos estado confiando demasiado.  Y el envenenamiento es una muestra de que no estábamos atentos después de todo”

“Sí, pareciera que así es”, comentó Cliste. “¿Tienes idea de qué fue lo que motivó a Kenzo proponer estos ejercicios?”

“Bueno, el Consejo se ha relajado en estos temas.  Cuando Kenzo les ha pedido más apoyo para reclutar más gatos, no han entendido la necesidad de mayor preparación.  Así que decidió que los pocos agentes que tenemos tendrían que rendir más”

“Tiene sentido”, dice Astra.

“Lo que no tiene sentido es que el Consejo no apoye el pedido de Kenzo”, agrega Cliste. “El distrito tiene varias amenazas encima.  Es cuestión de tiempo antes de que un desastre como el de la otra noche sucediera”

Haiko asiente y no dice nada más.  Cliste eventualmente se despide y continúa su camino.  Astra lo sigue y se espera que yo también lo haga.  No obstante, antes de irme de ahí no puedo evitar mirar bien a Haiko.  Parece sincero y no creo que nos esté mintiendo.

Además, él fue quien salvó a mi hermana.

“Gracias”, le digo.

“No te preocupes”, me responde. “Fue un honor.  Y tengo entendido que tu hermana se está recuperando.  Me alegra”

Haiko mismo se retira a su cerca a seguir haciendo lo que estaba haciendo.  Yo retorno a mi camino.  A seguir a Cliste a donde sea que esté yendo.

Los gatos de MirafloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora