XXI. El día siguiente

238 27 5
                                    

XXI. El día siguiente

Al día siguiente me despierta Bianca.  Me levanto preocupado, porque temo estar tarde para la sesión del Consejo.  No obstante, aún es temprano.  La dejo con Maurice y me voy corriendo.  Me siento un poco decepcionado de que Cliste y Astra no hayan venido a recogerme para ir juntos, pero considerando lo que sé de ellos dos no me sorprende.

Todos los gatos de Miraflores sabemos que las reuniones del Consejo se llevan a cabo en el techo de un edificio viejo en el medio del distrito.  Se supone que solo se puede ir si uno es convocado.  No obstante, la reunión se hace en espacio abierto, así que en realidad cualquiera podría ir y presenciar.  Sin embargo, los gatos solemos respetar esta norma.  

Excepto hoy día.

La noticia de que Cliste revelará al culpable de los envenenamientos se ha difundido.  No solo gatos de este distrito están ahí cuando yo llego, sino incluso algunas autoridades de los distritos vecinos.  Esto es la audiencia que Cliste quería para satisfacer su ansiedad de atención.

Me tengo que inmiscuir entre la gente para poder llegar a la parte central del techo, en el que ya hay varios gatos sentados pacientemente sin decir nada.  Están nerviosos, lo puedo reconocer por la posición de sus orejas y por el movimento de sus colas.  No veo a Cliste o a Astra por ninguna parte.

Por suerte los demás miembros del Consejo no se demoran en llegar.  Me sorprende que sean tantos gatos.  Intento contarlos, pero pierdo la cuenta rápidamente cuando reconozco a Febo, el Curandero.  El anciano entra lentamente al círculo que se ha formado de gatos y se sienta a un lado.  

A su costado está Ibis.  Se ve nerviosa.  Cuando me reconoce en la multitud pierde su compostura.  A partir de entonces me mira de reojo cada diez o cinco segundos.  No proyecta esa imagen de seguridad y de control que tanto me llamó la atención la primera vez que la vi. 

Entre Ibis y Febo se coloca Jaque, que es el último en llegar.  Se trata del anciano que impuso a Cliste como encargado de la investigación.  Llega y mira a todos lentamente.  Los demás lo observan con respecto.  Claramente es un presidente respetado y valorado.  Jaque se estira un poco y le habla a Astra con cierta fuerza.  La multitud calla cuando él se dispone a hablar.

“Les pido paciencia”, dice sin saludar siquiera. “Si bien Cliste pretende anunciar aquí los resultados de su investigación, nosotros tenemos temas serios que tratar.  Así que mientras esperamos, sería bueno que...”

De pronto hay un silencio sepulcral.  Como si todos nos hubiésemos quedado desmayados al mismo tiempo.

Cliste ha llegado.

Ingresa con Astra a su lado y se paró en el medio del círculo.  Tiene una enorme sonrisa en la cara.  Los miembros del Consejo lo miran con indeción.  No saben qué esperar del detective.

“Estimada Astra”, dice Jaque amablemente. “Tengo entendido que Cliste quiere participar de esta reunión del Consejo. ¿Quiere eso decir que ya sabe quién fue el culpable de los envenenamientos?”

“No lo sé, presidente Jaque”, responde respetuosamente ella. “Usted conoce a Cliste bastante bien y sabe que es impredecible.  Quizás por eso debería preguntarle directamente a él”

Todos asienten y murmuran.  Jaque carraspea y de inmediato todos se callan.  Las miradas van al detective.

Cliste no había hablado aún porque llevaba en la boca un pedazo de papel.  Tenía la atención de todos en ese momento y parecía como si quisiese que esto durase lo más posible.

“¿Pues bien?”, pregunta Kenzo, el gato negro encargado de la seguridad.  A su lado están los demás agentes de seguridad.  Entre ellos, Noa.

“Hola a todos.  Hay unos cuantos gatos más de lo que esperaba ver, pero me alegra que la seguridad de la comunidad les preocupe lo suficiente como para haber venido.  Y de hecho, necesitaba vuestra presencia.  Cuando les explique el resultado de mi investigación entenderán por qué”

Repaso las caras de los gatos presentes.  Algunos están frunciendo el ceño, como molestos por la histrionidad de Cliste.  Otros están confundidos.  Otros están preocupados.

“Me tomó entenderlo, pero ya lo tengo descifrado”, continúa Cliste. “Verán, los gatos no son como los humanos.  Nosotros somos más independientes.  Y tenemos otro código.  Pero tenemos nuestros límites.  Hay cosas que no hacemos. ¿No es cierto? Hay cosas que un gato simplemente no hace”

“¿Qué estás sugiriendo?”, pregunta Ibis sorprendida y preocupada. “¿Que el culpable es un gato? ¿Es eso? ¿Es uno de nosotros?”

“Definitivamente”, responde Cliste y se voltea hacia Astra. “El culpable no solamente es un gato, sino que además está en este momento entre nosotros.  A lo que iba es que su comportamiento ha sido inaceptable.  Y que debe ser sancionado con todo el peso de nuestra ley.  No podemos permitir que algo así pase sin ser ejemplarmente sancionado.  No podemos dar el mensaje de que en Miraflores una atrocidad como ésta está permitida”

Los gatos de MirafloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora