Un Solo Corazón Para Dos Voces

Capitulo 19: La reunión de Manuel

Manuel, repeinado hasta la saciedadm y perfumado con su colonia de Carolina Herrera, trata de no ponerse nevioso. Mira el reloj. Queda un cuarto de hora. Revisa el papeleo que tiene guardado en el cajón, todo listo, todo preparado para empezar con las negociaciones. Lleva una tarde llamadas, de correo, de presión. Ricardo abandonó la editorial hacía escasamente cuarenta minutos. Vuelve a mirar el reloj. Trece minutos. La puerta se abre, Ángel entra en el despacho.

- Don Manuel -saluda el periodista de la editorial

- Ángel, me alegro de verle, ¿Ha terminado el articulo? -pregunta sin esconder cierto recelo en su rostro

- Sí, ya lo termine -Ángel ve que a su jefe le pasa algo -¿Le pasa algo Don Manuel? 

- No, que va, tranquilo Ángel, estoy perfectamente...¿Son esos los articulos? -pregunta señalando con la mano unos papeles que transporaba el joven periodista

- Sí, aquí se los dejo -

- Gracias Ángel

- A usted Don Manuel...por cierto ¿Le importaría que le haga una pregunta? 

- Claro, lo que usted quiera -

- Verá como esta tarde no tengo que hacer gran cosa, pues todos los articulos están aquí, ¿No le importaría que me fuera ha hacer unos asuntos personales, verdad Don Manuel?

- No que va, vaya, sin problemas, gracias Ángel -dice mirnado el reloj

- A usted Don Manuel, que le vaya bien -

- Igualmente Ángel, 

El joven periodista abandona el despacho y en la puerta se encuentra con una chica atractiva. Sus piernas quedan al aire por un vestido negro que le llega hasta las rodillas, tal vez menos. Con un escote pronunciado, está maquillada, y al pasar por delante de Ángel hace pasear su perfecta figura, atrayendo la mirada del joven que la esquiva antes de seguir caminando. La mujer atractiva llama a la puerta. Un <<adelante>> surge desde dentro del despacho. Abre la puerta y Manuel se levanta. Al ver a la que acaba de entrar sus ojos se abren de la sorpresa. No se esperaba a una mujer con esas caracteristicas. Se anunda la corbata. Está sudando. Parece que el aire no hace de las suyas para bajar la temperatura que en los últimos minutos se había adueñado del despacho del editor periodista. 

- ¿Es usted Don Manuel, editor de Ricardo Morris? -pregunta sensualmente la mujer besando al pobre editor en la mejilla

Manuel, nervioso, sudoroso y con ganas de terminar cuanto antes se sienta en su sitio. Se anuda de nuevo la corbata y trata de serenarse. 

- Bueno, gracias por aceptar la invitación señora Laura -

- Por favor no me trate de usted -dice, clavando sus ojos en los del editor 

- Ya, claro. Esto, gracias por venir Laura -

- A usted por llamarme a su editorial. 

- En primer lugar quiero saber, si le ha comentado Ricardo algo a cerca de subir los ejemplares en su editorial, es decir, ayudarles a ganar el prestigio que necesitarían para que vuestra editorial crezca poco a poco. Ricardo dice que habló con usted 

- Sí, hablo conmigo, me dijo que tenía pensado subir los ejemplares para que con ello nuestras editoriales estén más unidas, y que puedan ganar más prestigio del que ya tienen. 

- Me alegro. Recuerde que nuestra editorial es vuestra casa, y sé que nunca nos habéis tratado mal pero yo no me fió de Ricardo, confió más en Ángel para ocupar su lugar

- ¿Qué quiere decir con eso?

Silencio. Ambos se miran. Manuel ya no está nervioso, tampoco suda, parece haber ganado confianza en si mismo mientras que la conversación iba fluyendo. Laura intenta comprender que es lo que Manuel le intenta hacer ver de Ricardo y Ángel, ese chico del que nada sabía y que a lo largo del tiempo conocería más a fondo.

- Quiero decir que Ricardo trata algo, no sé, lo veo como alejado del trabajo. Y no me gusta, antes era muy responsable, y ahora trata de eludir la responsabilidad. ¿Qué crees que le está pasando?

- Qué alguien está haciendo que Ricardo fije mñás su vista en la persona que en su editorial, señor Manuel

- ¿Y quién cree usted que es?

- La protagonista de su libro.