El delito

68.3K 4.2K 94
                                    

Un letrero amarillo de plástico decía así: “Caution, wet floor”, indicando que la señora de la limpieza acababa de pasar la fregona por aquel trozo de suelo de aeropuerto suizo.

Por desgracia, una chica rubia que caminaba, o que, más bien, desfilaba, con sus elevadísimos tacones, su minifalda y sus gigantes y oscuras gafas de sol, no reparó en la advertencia.

Sus zapatos, seguramente recién estrenados, patinaron unos metros sobre las baldosas hasta que ocurrió lo inevitable. En pocos segundos se vio tirada en el suelo, patas arriba, luciendo sin complejos un pequeño tanga rosa.

Algunas personas se acercaron a ayudarla, sobre todo hombres. Otros, simplemente reían sin esforzarse siquiera en disimular.

En un acto reflejo le tapé los ojos a Matteo con la mano, como si quedara algo de inocencia en su mente masculina por proteger.

-       Inés, pierdes el tiempo, he visto y he quitado muchos tangas rosas en mi vida.

-       Ya pero seguro que todas las desafortunadas estaban depiladas y sin un gramo de celulitis…

-       Mmm… No te creas… Había una que…

-       ¡Basta! – zanjé la discusión. – No quiero conocer los detalles peludos y grasientos de ninguna de tus víctimas…

-       ¡Qué tonta eres! Y por cierto, no hay tantas víctimas como tú crees… Además el que debería considerarse una víctima soy yo… - dijo él sin mucho entusiasmo.

-       Sí, eres todo un mártir…

-       Lo soy, aunque no te lo creas… Que tú no quieras nada de mí no quiere decir que otras muchas tampoco. – no lo dijo para fardar. Sólo, lo dijo.

-       Pero eso es normal Matteo. Eres guapo, eres futbolista, eres famoso y tienes dinero. No hay que ser un genio de “The Big Bang Theory” para entender a las chicas que te persiguen…

-       Hasta los frikis de esa serie tienen más éxito que yo con las mujeres… - dijo con resignación.

-       ¿Pero no acabas de decir que todas te persiguen como locas?

-       Una cosa es que me persigan, otra cosa son los motivos por los que lo hagan.

-       ¿Y? – le pregunté – el caso es que te persiguen y tienes donde elegir.

-       ¿Cómo que “y”? Las mujeres no me ven a mí, ven un medio para conseguir un fin, como fama o dinero. A veces me siento como una gallina a la que ceban para después matarla y comérsela. Primero la cuidan, la miman, la dan de comer en abundancia… Entonces la gallina se siente querida, y de repente, cuando menos se lo espera le cae un hachazo en la cabeza y la asan con vino blanco – sí, eso fue lo que hizo Laura. Pero Matteo no se lo iba a contar Inés, al menos no por ahora.

-       Querrás decir que te sientes como la gallina de los huevos de oro. – le dije pensativa – creo que matar a la gallina es demasiado sádico. Sólo quieren recoger tus huevos.

-       Sí, exacto. No sabía cómo decirlo… - Matteo se apartó uno de sus mechones negros de la cara y me miró a los ojos. Quizás yo le comprenda mejor de lo que cree… - me siento como una mascota.

-       No seas ridículo – le dije, irritada.

-       ¡Pero es cierto! – insistió él.

-       Das demasiada guerra para considerarte como una simple mascota. Además, a mí no me gustan las mascotas… - le dije mientras dejaba escapar una pequeña sonrisa. Casi sin darme cuenta acababa de hacer una declaración de intenciones. Solo esperaba que Matteo no hubiese sido lo suficientemente perspicaz para captar la indirecta o me dejaría en evidencia.

Fuera de juego © Cristina González 2012//También disponible en Amazon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora