Capítulo 3

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Con las manos temblando, tomé mi celular y marqué con apuro el número de mi papá. Le pasé el celular a Gin, quien habló con él y le pidió que viniese a casa.

Si hubiese hablado yo, estoy segurísima de que me hubiese gritado que me la aguantase y que no lo llamase más durante el trabajo. Cuando me sentía mal pasaba eso, y tenía que aguantarme un día entero en la escuela con dolores insoportables.

Lo mismo me pasó la vez que me vino por primera vez. Se puso histérico y me dijo que no podía creer que no supiese nada acerca de ello. Me hizo llorar mucho, y dudar de mí misma. Creo que quise, por sólo un momento, ser hombre.

Recuerdo que estaba avergonzada de tocar el tema con papá, y hasta pasé un día entero encerrada en mi pieza, rehusándome a abrir la puerta por miedo y vergüenza. Los meses siguientes supe sobrellevarlo a mi manera, y aprendí por mí misma. Y también me enteré que podía ser irregular al mes siguiente cuando papá entró gritando que había manchado las sábanas. Me avergoncé por dos días completos, y tampoco salí de mi pieza en esa ocasión.

Ahora, pensar en todo ello me causaba gracia. Me dejaba ver lo ingenua que era, y realmente lo tonta que pude llegar a ser.

Aprendí a lidiar con el dolor de que Eddy no me quisiese, así como lo hice con mi período. Aunque la comparación suene rara, es verdad.

—Toma Kate. Despreocúpate, ya todo pasará. — y frotó su mano por mi brazo, mientras yo la tomaba de los hombros y creaba un abrazo.

No era una de esas personas demostrativas, pero con Ginger podía ser todo lo que reprimía. Todo lo que pensaba que estaba mal lo podía hacer con ella, podía ser yo misma, sin ataduras.

—Ahora deja de atormentarte y pongamos las cartas sobre la mesa — me miró con un dejo de gracia—. ¿Quién crees que fue? Yo digo y sostengo que fue Jason.

Miré para otro lado y alcé una ceja.

—¿Él? ¿Tan rápido llegaría a mi casa desde la escuela? No lo sé.

Gin no dijo nada, sólo asintió y se sentó en el suelo, ya que el sofá estaba dado vuelta.

[...]

Cuando sentimos el ruido de la puerta ser abierta, Gin y yo nos paramos del suelo y esperamos expectantes de que por la puerta apareciese mi padre. Y así pasó.

—Disculpen la tardanza, pero no tenía previsto salir del trabajo por idioteces.

Se quedó callado cuando vio toda la sala desacomodada, y me miró con sus ojos enrojecidos por la furia.

Gin se levantó de mi lado y salió por la puerta corrediza que conducía hacia el patio trasero. Una vez que ella desapareció, Eddy se dio vuelta, mirándome a los ojos.

—¿Has hecho esto para llamar mi atención? — lo miré con mis ojos agrandados, y un poco de furia—. Así me pierdes más, Katherine. No sabía que te volverías tan tonta si n tu madre.

Crucé mis brazos, conteniendo el sollozo que asomaba por mi garganta. Tenía ganas de llorar, gritar, y más que nada, golpearlo. Hacía años me resigné a que me prestase una milésima de atención. Ya no sufría por él, o eso creía.

—Tus abuelos volverán el mismo día de tu cumpleaños, para festejarlo por la noche. Así podrás tener un poco de la atención que necesitas — me aparté de su lado cuando casi choca mi hombro. Contuve el impulso de abrazarlo, pero todo empeoraría—. Ahora ve a buscar a Ginger, y dile que vaya a casa. Quiero tener una charla contigo.

Me gustaría volver a esos momentos en donde Gin y yo nos conocimos, en donde mamá estaba con nosotras y nos hacía en desayuno, nos preparaba la cama y nos leía cuentos. Momentos en donde papá realmente me quería, cuando me arropaba por las noches y me dejaba un beso en la frente.

Tú DecidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora