Día 1: Lunes

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Lunes

Mi noche fue tan terrible como siempre, aunque lo positivo es que no me levanté gritando, así que puedo fingir que no pasó nada y así mi madre me dejará tranquila. No recuerdo nada de lo que soñé, pero sí sé que estaba asustada, confundida y demasiado triste. Lo peor es que cuando abría mis ojos sentía que había alguien en mi habitación, así que no sabía si era peor soñar o estar despierta.

Estoy volviéndome loca y paranoica, genial Emma.

Entro al baño, me desnudo y me meto a la ducha, no tengo tiempo para la bañera, si me meto quizás me quede dormida. Cuando el agua fría hace contacto con mi piel me estremezco, pero a los segundos me relajo. Me baño con rapidez y salgo de la ducha con una toalla enrollada en mi cuerpo.

Le paso la secadora a mi cabello, lo recojo, lo ajusto, le pongo una mantilla y termino colocándome hábilmente la peluca. Después me coloco un vestido azul grisáceo y complemento con unas sandalias que combinan con mi atuendo; para finalizar, con delicadeza introduzco los lentes de contacto en mis ojos mientras me miro en el espejo del baño.

—Genial Emma, ahora eres normal —le digo a mi reflejo.

Cuando luzco perfecta salgo del baño y le doy nuevamente un vistazo a mi vacía habitación, siento que hay algo o alguien aquí, observándome; pero niego con la cabeza para mí misma. No puedo iniciar con esto otra vez, nada de lo que vea o sienta es real.

Salgo de la habitación con rapidez; camino por el largo pasillo y bajo las escaleras para dirigirme al gran comedor. Mi madre está en su habitual puesto en la mesa y me dirijo a ella para darle un beso en la cabeza antes de sentarme a su lado.

Ella alza su rostro y me mira detenidamente de arriba a abajo.

—Un poco de maquillaje no te caería mal, tienes ojeras que se notan de aquí a marte —la miro sin ninguna expresión en mi rostro—, ok, haz lo que desees.

La verdad es que no, no puedo hacer lo que desee, pero gracias.

Una de las sirvientas me trae mi desayuno lleno de frutas y le doy una tímida sonrisa de agradecimiento, ella ni me mira, solo pone el plato en frente de mí y se marcha. Todas las sirvientas de la casa tienen prohibido tener cualquier tipo de relación conmigo.

— ¿Leonard no nos acompañará hoy? —pregunto con la boca llena de melón.

—Traga y luego habla —me regaña—. No gasté tanto dinero en tus clases de comportamiento para que no las pongas en práctica —enfatiza como si no me hubiese quedado claro ya.

Asiento y cierro mi boca concentrándome en masticar.

—Mandé a Leonard a hacerme unos favores, debe estar esperándote afuera para llevarte a clases —trago el bocado de fruta picada que tengo en mi boca, mi huida está lista.

—No lo haré esperar —me levanto con rapidez y salgo corriendo.

— ¡Emma Clare, no has terminado el desayuno! —la escucho gritar a mi espalda—. ¡Espero que hayas tomado tus medicinas!

Salgo de la casa y encuentro el auto negro blindado al frente de ella, con una sonrisa me subo en él.

—Hola —digo al entrar y mirar a Leonard. Mi bolso del instituto ya se encuentra en el auto como siempre.

—Hola Emma —Leonard sonríe al verme y empieza a conducir directo a mi instituto.

— ¿Por qué no nos acompañaste hoy? —le pregunto curiosa, ya se ha vuelto una costumbre verlo en la mesa todos los días y cuando no está me siento extraña, él es la única persona que me entiende y me hace sentir como alguien normal.

Tentando al Ángel | 1.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora