Capítulo 4: Cómo ser una buena animadora

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Sip, me he unido al club de las notas al principio y al final de los capítulos. ¡Pero esta es rápida! Una disculpa por haber tardado tanto y hala, os dejo con el capítulo. Y leed también la del final, ¿vale? ¡Enterita! Bueno, ahora sí: muchas gracias y espero que os guste el cap

***

Ahí estaba. Lorette.

Acababa de mirar hacia donde estaba Ronnie, tal y como describía en el libro. Aeryn observaba desde lejos, abrumada por los celos.

Convencer al muchacho para escapar a la Aldea fue difícil al principio, pues tuvo que hacerlo con sutileza para que él no pensara que era alguna clase de trampa. Sin embargo, luego todo se solucionó: la rebeldía natural y el espíritu aventurero de Ronnie hicieron el resto.

Desvió la vista hacia Jayce, a su derecha, tras un arbusto un par de metros más alejado que el de Ronnie. El chico no le había dirigido la palabra en toda la mañana.

-Jayce, por favor -le suplicó-. Háblame.

Él se giró hacia Aeryn y la miró de arriba a abajo.

-¿Y por qué debería hacerlo? -hizo una mueca de desprecio.

"Bueno, acabas de hablarme" quiso responder ella, pero le pareció que no era un buen momento para bromas.

-¿Y por qué no? -dijo en su lugar.

-Mira el libro.

Aeryn bajó la vista. "El Bosque de la Noche Eterna" yacía en su regazo. No recordaba haberlo traído, pero obedeció a Jayce y lo abrió por la última página. Que estaba en blanco.

"¿Otra vez?", pensó asustada. Recorrió rápidamente las hojas hasta llegar a la última que estaba escrita, pero una duda la asaltó de repente.

-Un momento... la historia puede continuar sin Ronnie.

-¿Y? -dijo Jayce con el entrecejo fruncido.

-Que yo soy la protagonis...

Ahogó un grito. Jayce la miró con odio, y dijo:

-Ya no hay vuelta atrás, Aeryn. Vamos a morir los tres.

Aeryn se incorporó de golpe, escuchando el crujido del basto colchón donde dormía. Miró a su alrededor, aturdida, hasta que los recuerdos acudieron poco a poco a su memoria. "Así que sólo ha sido un mal sueño", pensó. "Menos mal".

Observó la cama de Madeleine, que estaba vacía. ¿Tan tarde era? Levantó la mano izquierda donde llevaba puesto su reloj de pulsera, aunque en seguida se regañó por su propia estupidez: la hora no tenía por qué ser la misma allí que fuera del libro.

Aeryn salió de la cabaña buscando a su amiga (¿es que era su propia imaginación la que había dado vida a Madeleine y, sobre todo, la que le había otorgado el aspecto de su única amiga?); sin embargo, en su lugar vio a Jayce sentado bajo la sombra de un árbol. Aeryn se remangó la camisa: había olvidado que dentro del libro la temperatura variaba bastante de la noche a la mañana. Dirigió la vista hacia el muchacho: vestía una camiseta deshilachada sin mangas que en otro tiempo debió ser blanca y unos vaqueros rotos que le llegaban a la altura de la rodilla. Llevaba unas zapatillas blancas de deporte: la izquierda tenía un agujero del tamaño de una aceituna justo debajo del tobillo.

-Aeryn -dijo.

Ella se acercó a Jayce y se acomodó a su lado, apoyando cuidadosamente la espalda en el tronco del árbol. Aunque temía que siguiera molesto por lo de anoche, pudo notar cómo los hombros desnudos del chico se relajaban al entrar en contacto con los suyos, y Aeryn se lo tomó como una vía libre para apoyar la cabeza en su hombro.

El Bosque de la Noche EternaWhere stories live. Discover now