VII. Conectados

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N/A: Muy buen día/tarde/noche, mis queridas lectoras. Hace poco publiqué la sinopsis de mi nuevo proyecto (les dejaré el link en Vínculo Externo), "Overlooker", el cual comenzaré a publicar en el mes de Julio. ¿Le echarían un ojo?

Después de haberme auto-promocionado, ya puedo comenzar a hablar con respecto a esta historia: Como ya lo habrán notado, hay nueva portada, yay! Ahora, quiero advertirles que en este capítulo Danny no hará aparición. Sin embargo, sí lo hará un personaje que he notado que les ha gustado mucho. Lo más probable es que aparezca con más frecuencia de aquí en adelante. Finalmente, para terminar esta nota, les informo que en multimedia dejé una foto de la chica a quien elegí para interpretar a Amy.

Cuando me bajé en la parada de autobuses más próxima a casa, advertí una leve vibración en mi pierna. Me saqué el móvil del bolsillo, y lo miré con resentimiento, debido a la vergüenza que me hizo pasar hace unas horas. Proseguí a leer el mensaje de texto que me envió mi madre y le contesté con una monosílaba —ok—, antes de devolver el aparato a su lugar y tomar la dirección contraría a mi hogar. Anduve a paso ligero por lo menos dos cuadras y me detuve frente al parque infantil del vecindario, donde localicé a mi hermana entre el grupo de niños. Kaya se estaba columpiando alto como le había enseñado, ya no necesitaba la ayuda de nadie para balancearse en el columpio. No muy lejos de allí, su pequeña amiga e hija de nuestros vecinos, Danna, estaba en la cima del tobogán lista para deslizarse.

Un cornetazo me hizo llevar mi atención al otro lado de la calle y vislumbré a una mujer de color saludarme con la mano dentro de un auto. La reconocí como la señora Wright, la madre de Danna, y le devolví el saludo antes de que colocara el vehículo en marcha. Lo observé avanzar hasta el final de la calle y dar la vuelta en una esquina, perdiéndose de mi vista. Giré sobre mis talones y me dirigí a sentarme junto a una señora de mediana edad y su mascota.

Me crucé de piernas y coloqué las manos sobre mi regazo, mientras observaba la mujer a mi izquierda. Llevaba lentes oscuros y un bastón en la mano derecha, en la otra mano sostenía la correa de su perro lazarillo, un Golden Retriever con un hermoso pelaje dorado.

—¿Puedo ayudarte en algo? —preguntó con un tono de voz amable.

—¿Usted realmente no es…?

—¿Ciega? —completó con naturalidad, a lo que yo asentí—. Querida, por supuesto que lo soy. Sin embargo, puedo percibir la mirada fija de alguien sobre mí.

Un ligero rubor se extendió por mis mejillas.

Normalmente, me comportaba de manera más prudente cuando una persona llamaba mi atención. Pero eso no sucedía a menudo, además no contaba con que ésta mujer ciega tuviera tal nivel de percepción.

—Lo siento —dije avergonzada—. Yo… Su perro tiene un pelaje muy bonito.

—Perra —me corrigió, y prosiguió con una sonrisa—. Se llama Darcy. Si quieres, puedes acariciarla.

Eso era lo que había estado deseando hasta el momento.

Abandoné mi asiento y me acuclillé a un lado de las piernas de la señora. La perra se encontraba echada frente a mí, siguiendo con sus brillantes ojos café cada uno de mis movimientos. Cuando aproximé mi mano hacía ella, levantó su cabeza y cerró los ojos al sentir el contacto de las caricias que le estaba proporcionando. Echó la cabeza un lado cuando comencé a rascarle detrás de las orejas, y terminó por posarla en el lugar donde estaba anteriormente, dejándose consentir por mí.

Charlé durante un largo rato con Harriet, la mujer ciega. Ella poseía un tono de voz pacifico y refinado. Escuchaba cada una de sus anécdotas con suma atención, y por cada palabra que salía de su boca, más me sentía envuelta por su brillante personalidad. Su sonrisa era real, y su manera de expresarse era refrescante y jovial. Ésta persona actuaba como si todo estuviese bien, porque ella había decidido ser feliz, incluso sí ya no podía ver nunca más. Me sentí como una idiota por dos razones. La primera, decidí cohibirme de decir cosas que pudieran incomodarla debido a su ceguera. No obstante, para una persona como ella, quien había aceptado su condición, era muy improbable. Terminé por relajarme. Además de mi propio confort, no hubo diferencia entre cohibirme y hablar utilizando diversidad de temas. La segunda, Harriet había superado su problema. Sin duda, ella era una mujer valerosa. ¿Por qué no podía seguir su ejemplo? Como adolescente… No, como persona joven, tuve problemas en el pasado y los seguiré teniendo en el futuro. Ellos me agobiaban, se transformaban en demonios e intentaban echarme a un abismo. Pero, toda esta mierda era una tontería en comparación a la ceguera y a la discapacidad de cualquier tipo.

Conduciéndome a la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora