Capítulo 14: Acepta la situación y sigue adelante.

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El frío invernal se apoderaba del calor de Paul, quien se mantenía en una bolita en sus abrigos, evitando de esa forma morir de hipotermia, estaba claro que no quería que John le abrazara porque tenía una vergüenza extrema que le taladraba el cerebro. Cada uno se encargó de recoger su propio equipaje y salieron para tomar uno de los tantos taxis que se encontraban esperando por clientes.

    John dio la dirección a la que era un antiguo piso que había comprado hace años para cuando necesitaba salir, y con salir se refería a tener sus noches con chicas de dudosa moral. Paul conocía ese lugar, más de una vez había ido allí con una chica que no era Jane ni Maggie. Se asustó, pues creía que John se vengaría de él por dejarlo con las ganas dentro del avión, pero se tranquilizó cuando este le dio una sonrisa tierna.

    Sintió la mano de John sobre la suya, le sobó con delicadeza, eso hacía sentir mejor al músico, que no dejaba de pensar un millón y medio de veces sobre lo que John estaba haciendo, eso era pecado; bueno, la sodomía también era pecado y no se negaron a cometerla, pero era diferente. 

    —¿Saben sobre esos músicos que desaparecieron? —preguntó el conductor quitando un tema de conversación que para Paul y John era algo incómodo.

    —Escuché sobre eso —respondió Paul rascándose su barba falsa y evitando en lo posible la mirada que el taxista les ofrecía.

    —¿Cuáles eran sus nombres? —preguntó John siguiéndole la corriente a su compañero, con una media sonrisa traviesa en el rostro.

    —Pues son Paul McCartney y John Lennon, lo único que falta es que salgan a la luz diciendo que son gays —dijo el taxista en medio de una risa, Paul tragó saliva y miró a John con temor, los pensamientos que le molestaban todo ese tiempo se estaban volviendo realidad.

    —Tranquilo —le susurró John cuando miró el rostro pálido de su amigo. El taxista los observó por el retrovisor y pensó que se parecían demasiado a los desaparecidos, pero no lo eran, seguro ellos estarían en una isla en Grecia.

    —Llegamos —anunció el hombre, la pareja bajó del auto y John observó con detenimiento la fachada del viejo edificio, algo le decía que cuando ambos cruzaran la puerta de su piso, todo sería perfecto.

    —Muchas gracias —dijo Paul dando el dinero al taxista, mientras John bajaba las ligeras maletas del valijero del auto. Paul suspiró, desde que se reencontró con John le parecía que todo lo que creía que era un sueño, se iba volviendo una pesadilla, una de no muy buen gusto, de esas que realmente duelen.

    —¿Puedes creer que ya estamos aquí? —dijo John con la emoción en la voz, Paul asintió, asustado.

    No sabía si correr lejos o quedarse junto con John, aún sabiendo que había dejado a Yoko embarazada, que la sociedad les iba a pisotear y que Linda seguro estaba esperándole en casa junto con sus hijos. Era adulto y era un idiota, se reprendió mentalmente.

    —Espérame aquí, cariño —dijo John con voz tierna, sí que era un verdadero romántico cuando se lo proponía, en otros casos, como en este, sonaba bastante afeminado. Dio un beso rápido a los labios de Paul, no se iba a cansar jamás de besarle.

    —Te amo —murmuró mirándole, cualquiera devolvería el cumplido, Paul no hizo más que bajar la mirada y murmurar un apático "Te amo"—. Espérame un rato, iré a hablar con la mujer dueña del edificio, no te muevas, Paulie.

    Paul asintió con una forzada sonrisa y se despidió de él con un no muy cálido "Adiós", no estaba seguro de las cosas que pasaban por su cabeza, y en ese momento no podía pensar bien.

    Necesitaba un tiempo, necesitaba liberarse de todo eso. Tener esa tranquilidad para su alma y su mente, quien taladraba su cerebro más y más cada vez que rememoraba cada una de las malas acciones que cometió desde que volvió a reencontrarse con John, jamás debió si quiera pensar en componer una última canción ¿Qué pensaba? ¿Que tocarían una guitarra a lo tonto y después todo estaría mejor? Era un estúpido. No quería seguir allí, le amaba, quería estar a su lado, pero las personas y los pensamientos paranoicos que le atiborraban el cerebro dejaba de lado todo aquel amor que creó en sólo unos días, pero que estaba seguro que hace años ya se encontraba.

    Tomó la maldita servilleta que había ocultado en su bolsillo, le daba asco sólo pensar todo lo que había hecho por John y ahora mandaría a la mierda.

    Tuvo suerte de encontrar un lapicero dentro del bolsillo de su saco y escribió como pudo sólo dos líneas simples pero dolorosas para ambos: "Hazte cargo de tus responsabilidades, John"

    En realidad, quería tomar a Yoko como excusa, pero la verdad era que no quería que el mundo le pisoteara por lo que hacía con John, y menos quería que su familia lo bajara del pedestal en que estaba. Paul se estaba comportando como todo un egoísta, de nuevo. Simplemente que ahora estaba entre quedarse con el amor de su vida, o mandar al carajo su vida.

    Tomó su maleta ¿Estaba haciendo bien las cosas? Realmente esperaba que sí lo estuviera haciendo.

    Unos minutos más tarde, John bajó las escaleras de piedra del edificio con una sonrisa en el rostro, pero cuando en la acera observó sólo su maleta, la sonrisa se le borró. Paul no se encontraba ahí. Observó por ambos lados del camino y nada, sólo pocas personas que iban y venían con rapidez por el frío que se sentía en las calles.

    John bajó la mirada, seguro de lo que Paul había hecho mientras él no se encontraba. Sintió las llaves de repuesto que le había dado la dueña del edificio en sus manos. No lloraría por Paul, él había decidido irse. Cogió su maleta y notó un papel por ella. Subió con rapidez a lo que en antaño era un piso para diversiones y pasatiempos, pero para él lugar más lúgubre que ese no existía. Al final, no pudo cruzar las puertas junto con Paul.

   No iba a lamentarse por perderlo, aunque la sensación de vacío que estaba en su pecho empezaba a dolerle. Tomó la servilleta y leyó la nota, un hueco se le formó en el pecho y dio un fuerte suspiro, lanzando la nota del otro lado de la sala en la que se encontraba. Estaba hastiado. 

     —¿Por qué? —dijo en un susurro, cerró los ojos con fuerza y cuando hizo esto, gruesas lágrimas se escaparon de ellos.

    A sólo unas cuadras del edificio, Paul pasaba el reverso de la palma por su mejilla, limpiando lágrimas que salían en silencio.

    Esperaba haber hecho bien las cosas.

We Fail Again [McLennon]Where stories live. Discover now