Capítulo 2: Tragándose el orgullo

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Ambos se levantaron de la pequeña mesa del café con ganas de escribir y con sonrisas tatuadas en sus rostros. John en su mente se reprendía por darle esa idea al bajista, pero una parte de él decía que no todo podía estar perdido. Pagaron la cuenta y, mientras caminaban, John levantó la vista, una avecilla sobrevolaba el cielo azul de Nueva York.

    Vuela, mirlo.

    —Iremos a mi departamento —dijo John bajando la mirada nuevamente a la altura de Paul.

    El hombre, que también estaba concentrado en el mirlo, frunció el ceño.

    —Ahí está Yoko.

    John suspiró, sabía que a mucha gente no le agradaba su esposa, pero él la amaba y quizá demasiado, el amor es ciego. El comentario que hizo Paul enojó a John de sobremanera, se dio cuenta que ése era uno de los problemas por el cual la banda se separó. Los repentinos cambios de humor del líder.

    Paul notó el cambio de ánimo en John y le dirigió una mirada arrepentida

    —Lo siento... —murmuró.

    A veces, uno debía tragarse su orgullo para el bien de todos.

    —Podemos estar en paz ¿Vale? —continuó Paul—. No odio a Yoko y lo sabes, sólo que... me incomoda saber que ella tiene a mi hermano de alma... yo no quiero que peleemos de nuevo, John.

    El guitarrista pensó en lo que acababa de decir Paul, le parecía gracioso, ya que el menor nunca se había disculpado antes de aquella vez, quizá estaban haciendo las cosas bien. John no evitó sonreír satisfecho y abrazar a Paul por los hombros.

    —Tranquilo, he de admitir que siento lo mismo cada vez que te veo con la señora McCartney.

    Ambos dieron carcajadas, hace años que no tenían una plática fluida o cómoda, y eso asustaba a John; quizá se apeguaría demasiado a Paul, como la última vez, y luego volvería el irrevocable sentimiento de apatía hacia él. Le asustaba.

    Llegaron al departamento de John en el edificio Dakota frente al Central Park, el gran parque de Nueva York; un lugar que había encantado a John años atrás. El guardia regaló una sonrisa al señor Lennon y con un ligero movimiento de cabeza abrió los oscuros y altos portones. John y Paul subieron al elevador.

    Por la mente del bajista pasaban todas las grandes posibilidades que tenía para escribir la dichosa canción. ¡Estaba emocionadísimo! Quizá su rostro no expresaba una boba sonrisa de felicidad, con el tiempo aprendió a controlar eso, pero no podía evitar que una parte de sí se sienta tan jodidamente bien por estar con su amigo de la adolescencia nuevamente.

    Las puertas del elevador se abrieron y John dio paso al bajista para que saliera él primero. Caminaron unos cuantos metros y John sacó unas llaves del bolsillo de su saco. La introdujo en el agujero de la cerradura y la giró un par de veces. Con un sonido mecánico la puerta se abrió, John dejó pasar a Paul y él lo siguió.

    —Ponte cómodo —le dijo, Paul se lanzó en el sofá marrón y vio al rededor.

    —He visto éste lugar en las revistas, no creí que fuera tan grande —dijo el bajista con una sonrisa, era cierto que su departamento en el Dakota era bastante famoso, más por ser de alguien tan popular como lo era John. John se quitó el abrigo y prendió la calefacción del lugar, ahí adentro estaba helando, lo cual le dijo a John que su esposa no se encontraba.

     —Yoko no está —dijo el guitarrista caminando hacia su cocina—. ¿No quieres una cerveza? Se me antoja una desde hace rato.

    —Por supuesto —respondió Paul.

    John llevó un par de cervezas en botellas y también su guitarra, se sentó en el sillón pequeño, cruzó las piernas y bebió su cerveza de la botella, Paul lo imitó con el acto de la cerveza y tomó la guitarra que había traído John.

    —No es para zurdos —le dijo.

    —Lo sé, ya sé hacerlo bastante bien con la diestra ¿sabes? Hasta he compuesto un par de canciones... —dijo Paul mientras que tocaba notas al azar en la guitarra de John.

    —Deja de tocar así, no eres tú, pareces como un pez fuera del agua —le reprendió John alegremente mientas que le quitaba la guitarra a Paul.

    Para la suerte de John la calefacción empezó a hacer efecto sobre el ambiente y el frío que había ya no se encontraba ahí dentro. John acomodó la guitarra en sus piernas y ejecutó los acordes de una de sus canciones más famosas: Imagine.

    —Es una letra muy hermosa, ¿sabes? Yoko la escribió, ella siempre fue tan... No sé, inocente, hasta a veces me da miedo, un tiempo la incitaba a decir "mierda" más seguido.

    Ambos rieron fuertemente y a sorber sus cervezas, Paul no evitó sentirse incómodo cuando se nombró a la japonesa por tercera vez en el día, pero sólo lo dejó ser, por ese momento.

    John aclaró su garganta.

    —Empecemos, hermano.

    A Paul se le iluminaron los ojos cuando escuchó eso, tenía demasiado tiempo que John no lo llamaba así.

    —Quiero dedicársela a Yoko. —John de nuevo pronunció el nombre de su esposa.

    Paul no lo toleró y en su mente se reprendía por haber intentado de nuevo volver a hacer la famosa dupla con John, él ya no era el de antes, Yoko se le había impregnado en el cerebro como moho.

    Sin embargo, así como John no era el de antes, Paul tampoco lo era, se había vuelto más egocéntrico y perfeccionista de lo que ya era. Aún así, se volvió a tragar su orgullo, aunque este fuera de púas.

    —Y yo quisiera dedicársela a Linda, John, pero no lo haré. —El bajista se acomodó en su asiento, inclinándose hacia John, mirándolo fijo—. Hagamos un trato, esta última canción no tratará de Yoko, ni de Linda, ni de The Beatles, sólo de nosotros, esa será nuestra inspiración.

    John sonrió y asintió, no estuvo demasiado de acuerdo con eso, ya que quería que esa música sea como todas las que escribió: que derrame veneno poético. Pero se contuvo y se levantó del sillón yendo hacia su habitación. Paul aprovechó la soledad para quitarse el saco que traía y el resto del disfraz.

    John volvió con una libreta y vio al hombre que se encontraba en el sillón, no había cambiado demasiado, sólo estaba un poco regordete como él hace años. John escribió rápidamente unas cosas en la libreta y luego se la pasó a Paul.

    Paul tomó la libreta, era genial volver a intentar leer esa letra inteligible, tan desequilibrada que no sabias ni dónde se encontraba la línea de la hoja. No, algunas cosas nunca cambian.

    Paul analizó la frase que se encontraba en la libreta por unos segundos, pensando, definitivamente eso era algo nuevo.

    —Está bien.

    John se sorprendió por la sequedad de las palabras del bajista, pero ambos debían entender que aunque lo intentaran, nunca nada será de nuevo como lo que era antes.

    —¿Bien? Paul, antes dabas tu opinión sobre todo ¿Acaso no está bien? Porque si no, la excluyo y ya.

    John se había vuelto más directo, más seguro.

    —¡No! Está bien, es definitivamente algo nuevo John. Empezamos por el pie bueno, sin canciones de amor.

    John al escuchar esto ultimo soltó una sonora carcajada y se tomó del estómago riendo, Paul, recordando que hace años sólo quería canciones de amor, rió junto con John.

    Rieron cómodamente por primera vez en años.

We Fail Again [McLennon]Where stories live. Discover now