Capítulo 8: Mañana de Navidad.

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Eran las siete de la mañana, una nevada mañana de navidad se vivía en el centro de Nueva York, las guirnaldas adornaban los postes de luz y los portones de los edificios. Muchas personas caminaban de un lado y del otro en la calle, abrazadas a sus abrigos, intentando mantener el calor en sus cuerpos.

    En el edificio Dakota, John no sentía frío en lo absoluto, se sentía feliz y sin exagerar las cosas: confundido. Se despertó con Paul durmiendo sobre su pecho, el bajista había tomado el lugar de abajo, en el término de cuál es el lugar de las cosas. Así que debería estar dolorido, durmiendo sobre el pecho de John quien apenas despertó y se encontró cara a cara a quien creyó que era el paraíso.

    John pasó las manos por la espalda del menor. El calor del cuerpo de Paul le hacía sentir mucho mejor. Quería llorar de felicidad al ver ese rostro apacible sobre su pecho.

    —Paulie, cariño despierta —le susurró John—. Debemos levantarnos antes de que Yoko regrese. —Paul abrió los ojos, confundido.

    —¿Qué hora es? —Se sobó los ojos.

    —Son las siete, creo —respondió con una media sonrisa.

    John se tomó su tiempo para apreciar más a fondo las facciones de Paul, sus ojos que seguían cerrados y la boquita que a veces soltaba uno que otro bostezo simplemente enloquecieron totalmente a John, quien no resistió sus instintos al recordar la noche anterior. Lo tomó de la nuca, obligándolo a que se acerque de manera peligrosa a los labios del guitarrista. Lennon le besó y literalmente se comió su boca, Paul solo abrió los ojos como platos al sentir la lengua de John en su cavidad bucal. A cualquiera le daría repugnancia, a Paul le encantaba.

    Cerró los ojos, sintiendo como las manos de John bajaban nuevamente a su trasero, así como la noche anterior, y mentalmente se reprendió por ser tan débil al caer bajo las caricias de un hombre, y para empeorar las cosas: su amigo. John separó sus labios de los de Paul y le miró de forma apacible.

    —¿Te duele mucho? —preguntó, esperando una respuesta sincera.

    Paul hizo una mueca, no le dolía demasiado, no era un calvario, sólo había tenido sexo anal la noche anterior, era la primera vez que lo hacía y no le pareció un castigo. Aunque utilizar aquellas palabras era totalmente vergonzoso para él, quien hasta la fecha, creyó que era una persona quien se controlaba ante esas tentaciones del día a día.

    —Un poco —confesó.

    —¿Y si nos damos un rapidín? —preguntó John haciendo su típica mueca de perversión total. 

    Paul le miró confundido, no era el mejor en comprender mensajes pervertidos, ya que su mente no le inclinaba a tales cosas, pero luego lo comprendió mejor y sus labios regalaron una sonrisa. Se acercó a los labios de John y le besó de manera tierna.

    Podía imaginarse una vida sin Linda, pero no podía imaginarse una vida sin John, quizá sonara drástico ya que habían estado separados por años, pero no podía negarse a la idea de que sentía algo muy fuerte por su amigo, las circunstancias le hacían pensar que era así, si no ¿cómo estaría en una cama junto con su mejor amigo?

    —Johnny... Creo que... creo que te amo. —Paul se sorprendió de él mismo al decir eso.

    John sonrió, sabía que en algún momento Paul diría eso, ya que él siempre fue muy romántico, le encantaban esas palabras, e ignoró el "creo que..." le gustó que hubieran salido de los labios de su amigo y le incitaba a corresponder al sentimiento.

    —También te amo, Paulie —dijo en un susurro, antes de tomar nuevamente a Paul de la nuca y girar junto con él en la cama, poniéndose en una posición más cómoda.

We Fail Again [McLennon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora