Capítulo 3: Yoko Ono.

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Alguien abrió la puerta, ambos hombres desprevenidos giraron la mirada hacia la entrada, donde se asomaba la figura de una mujer, los cabellos parados y el traje completamente blanco hacían de su presencia un factor escalofriante para Paul.

   Yoko.

   Paul había sido sincero con John, no odiaba a la japonesa, para él el odio era demasiado horrible, demasiado incomprensible, demasiado sufrido, siempre notó que había algo morboso en la sociedad al tener tan en cuenta al odio. A Yoko no la odiaba, simplemente que le incomodaba en exceso su presencia.

   La japonesa tampoco odiaba a nadie, simplemente que su familia le había obligado a ser así, le decían que reír era algo para personas de la baja sociedad, le decían que tendría un gran futuro sólo si iba a una universidad cara, le golpeaban por debajo del intelecto.

   Cuando ambas personas cruzaron miradas, quedaron estáticos, como si estuviesen viendo a la mismísima parca. Sólo Yoko se atrevió a hablar cuando las tres personas presentes quedaron calladas.

   —¿Qué hace él aquí? —dijo, asustada.

   John sonrió como orgulloso, para cualquiera estar en su lugar sería incómodo, Yoko lo quería, Paul lo quería, pero ni Yoko ni Paul se soportaban. Bastante estresante para una sola persona.

   —Estamos trabajando juntos —dijo el de lentes sin preocupación, ni siquiera mirando a su esposa.

   Ella siempre había aceptado todo lo que dijera John, hasta había aceptado que John dijera que había escrito la canción Imagine mientras que la letra le pertenecía totalmente. Siempre había aceptado las locuras de su esposo, ¿esto calificaba como locura?

   —Bien. —fue lo único que dijo Yoko, algo confundida por su esposo. Él le había jurado que no iba a volver a hablar con Paul, ahora básicamente estaban trabajando juntos de nuevo.

   La mujer fue hacia John sin mirar a Paul, ignorándolo. Se inclinó sobre John y le dio un beso en los labios, marcando territorio. Paul apretó los labios y los puños, intentando contenerse. No quería verlos hacer eso, saber que John fue suyo alguna vez le dolía.

    Yoko separó sus labios de los de John, produciendo un chasquido que erizó la piel de Paul. Se enderezó y observó por el rabillo del ojo como el bajista moría de celos por dentro, rojo por fuera. Le observó triunfante y desapareció por una puerta.

    John suspiró, ignorando la cara roja de Paul. Sabía que estaba conteniéndose para no hacer una escena de celos, lo que pasó fue hace ya mucho tiempo.

—Te contaré algo. —dijo John, el otro hombre asintió—. Yoko y yo estamos intentando tener un bebé ¿no es genial?

    Eso definitivamente no era algo que Paul esperaba, todo menos eso. Le derrumbó, pero supo controlarlo con una sonrisa forzada.

    —Felicidades John —dijo el hombre, desviando la vista.

    John notó un cambio de humor en Paul, ya que luego de decir eso él se lanzó sobre los papeles y lapiceros que tenían desordenadamente sobre la mesa pequeña de la sala de estar y empezó a escribir rápidamente, aunque su mano temblara.

    John se sentía feliz porque ni Yoko ni Paul se mataron. Quizá estaban madurando, todos ellos. Pero tampoco era despistado, sabía bastante bien que Yoko no aceptaba la idea de John sobre tener a Paul ahí, ella solamente lo dejaría pasar de largo por un tiempo.

   John tomó su guitarra, antes de la llegada de Yoko habían escrito un par de versos, los más difíciles de toda su carrera, ya que trabajar de nuevo juntos incomodaba demasiado a ambos hombres.

    John observó fijo a Paul mientras que éste estaba inclinado sobre la mesa, escribiendo como un loco cosas que seguro iban a descartar más tarde.

    No había cambiado demasiado, sus pestañas seguían en su lugar y las mejillas rechonchas aún le hacían parecer un bebé, aunque en menor medida. Tenía el cabello más largo y un flequillo que no le quedaba nada bien, pero aún así seguía algo atractivo.

    John pasó saliba, Paul le escuchó.

    —¿Qué sucede? —dijo sin despegar la mirada del papel en donde estaba escribiendo, de un momento a otro John olvidó para qué volvieron a juntarse.

    —¿No podríamos intentarlo de nuevo? —dijo de la nada.

    —Lo estamos haciendo. —respondió Paul sin mirarlo, era obvio que a eso no se refería John. Él posicionó de nuevo la guitarra en sus piernas y tocó unos acordes de una canción de Elvis.

    Decidió olvidar lo que había dicho anteriormente y Paul también intentó no mal pensar sus palabras sobre intentarlo de nuevo.

    John miró su reloj.

    —¿No quieres almorzar? —dijo John de la nada—. A unas cuadras de aquí hay un lugar donde sirven fish and chips.

    —¿Fish and chips en Nueva York? Vaya, esta cuidad me sorprende cada día más.

    Ambos se levantaron y decidieron ir al lugar en donde servían las famosas papas fritas con pescado, una comida muy tradicional de su natal Liverpool.

    ¿Podrían realmente "intentarlo de nuevo"?

We Fail Again [McLennon]Where stories live. Discover now