Capitulo 23

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Papá me había regalado un colgante de una pequeña huella de perro de oro blanco cuando yo era una pequeñaja de diez años.

Él me dijo que ese colgante debía estar conmigo siempre que yo le necesitase y él no estuviese.

Pues mi padre trabajaba todas las horas del día y a veces me era difícil poder verle.

Ese colgante se fue conmigo siempre que yo necesitaba el consuelo de mi padre.

Y después de su repentina muerte - que todavía no soy capaz de entender como pudo pasar - ese colgante adornó mi cuello.

Justo cuando estaba en la cárcel ese colgante había sido mi amigo por ese mes y medio, dos meses.

Pero cuando más lo necesité, fue cuando mi madre me dio la gran noticia que estaba embarazada de Jake.

Y mi madre fue tan poco sensible que me lo dijo cuando llevaba unas copas de más.

Hablé con ella seriamente y le dije que debía controlarse en esos nueve meses. Nada de alcohol, nada de drogas, nada de sexo.

Para ella, fue una tortura, pero cumplió su cometido.

Aun que por ese mes y medio dos meses que estuve lejos de cualquier persona encerrada, no sabría decir si mi madre estuvo haciendo lo que le había pedido.

Lo peor fue al volver a casa, ella vivía en esa pocilga en los suburbios de California y a mi me tocaba quedarme con ella para tenerle controlada totalmente.

Y justo días después, me sorprendieron sus gritos a las cuatro de la mañana que el niño ya llegaba.

El viaje al hospital fue todo un estrés acumulado. No estaba claro a quien le dolía más. A ella o mi mano que estaba siendo apretujada por las de ella.

Todos los doctores fueron amables conmigo, vieron como una jovencita que no tenía experiencia ninguna en ese campo estaba nerviosa por lo que le estaba pasando a mi madre. Iba a tener el niño. Y luego, ¿qué?

Ese era el temor que tenía más adentro.

Llamé a Caden y a Luca para avisarles que su nuevo hermano pequeño estaba de camino al mundo real.

Los dos llegaron tan pronto como pudieron conseguir un vuelo express. Y se alegraron al poder llegar antes de que mamá diese a luz.

Después de tantas horas de dolor, gritos, sollozos. Jake ya estaba vivo.

Su llanto hizo que mis oídos se olvidasen de todo el ruido que me envolvía.

Mi madre se opuso a verle y yo no tenía derecho, todavía para ello, pues el acompañante lo tenía que ver después.

Así que llamé a Caden y Luca para hablar. Mi madre estaba renunciando a su hijo y yo no sabía cual era el siguiente paso.

-Yo ya tengo un niño y estoy a punto de tener a otra, no puedo tener uno que ni siquiera es mío - gruñó Caden paseándose por toda la sala de espera.

-¿Y qué crees? Es el hijo de mamá, ella tiene que cuidarlo. Si no, que no hubiese tenido el desliz - apoyó Luca.

-¿Pero os estáis escuchando panda de idiotas? - pregunté cruzándome de brazos.

-¿Y vas a quedarte tu al niño? - preguntó Caden ladeando la cabeza.

-¿Vais a dejar a un niño inocente que no es culpable de la perra de vuestra madre con ella que es una jodida drogadicta? - solté de golpe.

Los dos hermanos me miraron sorprendidos. Ellos no se creían todo lo que yo había dicho de mi propia madre.

Ninguno de los dos sabían que había estado pasando durante el tiempo que mi madre decidió seguirme a California y joderme la estancia allí.

Vuela Libre #2 (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora