~Descenlace~ El Diario de Eri y Victor

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Eri se encontraba en la esquina esperando encontrarse con él. Esperó unos minutos, revisó su rosado teléfono móvil y leyó el mensaje que éste le había escrito. Nuevamente suspiró y esperó.

La neblina había bajado y envolvió la ciudad como si fuese un ligero manto de seda. No había autos alrededor, ni ruidos que pudiesen alterar a la nerviosa joven. Ella acomodó su abrigo ya que sintió algo de frío. Sus mejillas se notaban rosadas en lo clara de su piel, que había mejorado su color tras el cambio de clima y alimentación. Sus labios se veían suaves y brillantes ya que ésta se había preparado antes de encontrarse con la persona que esperaba. Su mirada permanecía inerte hacia el mismo lugar. Sonó el timbre de la universidad y minutos después divisó a Víctor caminando hacia ella.

Él llevaba una blanca camisa adornada con una larga y negra bufanda, un gris pantalón y calzado oscuro. Su cabello estaba un poco mas largo que desde el día en que se había retirado de Sigma y sus labios dibujaban una sonrisa bastante a menudo, a diferencia que los años anteriores de su vida.

El corazón de Eri se aceleró y en su rostro se dibujó una tímida sonrisa que correspondía a la de él.

- Vine lo más rápido que pude. Lamento haberte hecho esperar.
- No importa –Respondió ella, muy sonriente.

Víctor tomó su bufanda y la envolvió en el cuello de ella, con mucha delicadeza y atención.

- ¿Nos vamos?
- Si –Respondió, mostrando alegría tal que le hacía ver como una adolescente enamorada.

Los dos caminaban juntos tomados de brazos.

- Todavía no me acostumbro al clima invernal. Me cuesta creer que viví toda mi vida en verano y ahora estoy en la ciudad donde hay mucho frío –Comentó ella, temblando un poco.
- Por eso muchas personas prefieren ir a Sigma durante las vacaciones –Respondió él- Tranquila, dentro de poco entrarás en calor.

Al llegar a su destino, éste abrió la puerta para permitir que ella ingresara primero.

- Es un lugar agradable. De seguro te recordará Sigma.

Habían entrado a un pequeño restaurante con un dinámico y alegre diseño interior. La ambientación recordaba vagamente la Pizzería de Jacques.

- Me siento como en casa –Respondió y sonrió.

Los dos tomaron asiento y minutos después disfrutaban de un café. Eri se quitó su gabardina y charlaron por largo rato.

- Eri, quería decirte algo importante –Dijo tras beber un pequeño y cálido trago de su café capuchino.
- Seguro, puedes decirme lo que sea –Respondió con inquietud y al mismo tiempo algo de temor a que fuese algo malo.
- Hoy cumplimos nueve meses juntos, y quisiera obsequiarte algo.
- ¿Obsequiarme? –Preguntó sorprendida- ¡Oh! No sabes cuan avergonzada me siento. No te había buscado nada ya que se me han complicado las cosas debido a la compra de los materiales para la carrera.
- No tienes que darme nada a cambio… esta es una forma de demostrarte lo que siento –Dijo, colocándose ligeramente ruborizado.

Tomó delicadamente la mano de Eri, quien temblaba nerviosamente, y puso en uno de sus dedos un bello anillo con una piedra rosada.

- Es un cuarzo rosado –Dijo él- Sabes que no creo en supersticiones ni cosas similares, sin embargo dicen que es el cristal que representa el amor. Esta es mi forma de expresarte mis sentimientos por tí.

La joven se sonrojó y le tomó fuerte de la mano. Solo lo miró con sus ojos acuosos, una mirada conmovida y unos labios que querían expresar tantas cosas, pero las palabras no salían por la colisión de ideas en su mente. Él solo sonrió.

Rojo AtheneaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora