P1: Capítulo 1

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Tierra, enero 17, 2015


El viejo reloj de madera del recibidor marcaba las ocho de la noche.

Cada día era la misma rutina. Iliana cruzaría la puerta de la casa, lanzando las llaves en el recibidor y su bolso en el mueble del living; caminaría con suavidad por la sala, al ser consciente de la hora; y, una vez me viera esperándola frente a la televisión, reiría y tomaría asiento a mi lado, esperando que levantara mi rostro del periódico y la saludara.

Ese día no había sido diferente.

—Llegué —dijo, al tomar su lugar a mi lado.

Asomé mi rostro sobre las páginas del diario y sonreí al encontrarme con sus brillantes ojos. Eran avellana y cambiaban con la luz, con su humor e incluso con lo que vistiera. En esa ocasión se veían verdes, suponía que tenía que ver con los vaqueros blancos y la bata de médico del mismo color. Iliana cursaba segundo año de medicina y, aunque sus horarios eran terribles, jamás había dejado que la rutina cambiara, aunque fueran las diez de la noche o la una del mediodía.

—Tenemos que hablar —dijo.

Asentí, observando el estetoscopio verde esmeralda en su cuello.

—¿Cómo te fue en la universidad?

—Bien, las cosas están resultando bastante bien —repuso sonriente al recostar su cabeza en mis piernas, como solía hacer desde los cinco años—, pero eso no es de lo que quiero hablar... —Mordió su labio, como habitual muestra de nerviosismo—. Hoy, cuando salía del hospital, vi algo extraño. Era un chico...

—No sé si quiero escuchar sobre eso, hija —bromeé y doblé el periódico para dejarlo a un lado.

—Es que fue muy extraño todo, papá. Este chico era en extremo delgado, tanto que me preocupé; sin embargo, cuando me intenté acercar, me habló en una de las lenguas muertas que ayudo a mamá a estudiar y me pidió ayuda.

—Cuéntame más —pedí al desviar mi mirada hacia Eu Sung, que nos observaba desde la cocina con matiz meditabundo.

—Se sorprendió al darse cuenta que pude entenderlo. Entonces me contó que acaba de ser exiliado, que su pueblo ardía y que no podía encontrar a sus hermanos.

—¿Estás segura de lo que dices, Iliana? Quizá el estrés en ese hospital te está afectando y solo has confundido, otra vez, algún sueño con un suceso real —dije en medio de risas, descartando toda su historia.

Sabía cuánto odiaba que utilizara sus episodios para anularle credibilidad, pero también sabía que era la única forma en la que podía empujarla a su propia negación.

—No son alucinaciones, papá. Han pasado más de dos años desde que tuve algún episodio. Estoy en perfecto estado y lo sabes tanto como yo —reprochó. No obstante, le fue difícil ocultar la semilla de duda que acaba de sembrarle.

—Solo ve a cambiarte y vuelve para la cena. Iliana, quizá sea bueno que hablemos con el doctor Spark...

Y eso fue todo lo que necesité para que omitiera cualquiera de sus objeciones.

Resignada, se levantó y corrió hacia las escaleras que conducían a la segunda planta. No había nada que me doliera más que recordarle episodios que para ella eran tan dolorosos, pero, de no hacerlo, entonces ella buscaría sus propias respuestas y aquello no era un privilegio que pudiéramos permitirnos. Desde pequeña, cuando veía algo mágico, Eu Sung eliminaba sus recuerdos con canciones; sin embargo, cuando las muestras se hacían continuas había que empujarla a su propia negación.

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