P1: Capítulo 11

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Para cuando llegamos a casa, Eu Sung estaba de vuelta y preparando todo para marcharnos. Yo ya había llamado a Cassie para el control de daños en el Hospital y mi esposa se había comunicado con Luigi para que empezara a trabajar en nuestro nuevo comienzo. Habían sido casi dos décadas en un mismo lugar y era hora de avanzar.

Alhaster llevaba todo el tiempo sentado en una silla frente a la cama de Iliana, mientras que ya yo había ido y venido de cambiarme, tratarme las heridas y preparado y servido té para todos. La taza llena del dragón aún permanecía en la mesa de noche y no parecía que fuera a ser tomada en algún momento cercano.

Hice a un lado mi taza vacía en el tocador y caminé hasta sentarme a los pies de mi hija, que lucía pálida y con un poco de hinchazón en su mejilla, evidencia del golpe asociado a la caída en el quirófano. Tomé la sabana, que había dejado de proteger su pie izquierdo y la halé un poco para terminar de cubrirla. Iliana suspiró en medio del sueño y yo me di por satisfecho.

Entonces, volví mi atención al dragón, cuya postura encorvada en la pequeña silla del tocador de Iliana, remarcaba las heridas extendidas a lo largo de su piel, ahora visibles por la tela rota de la camisa que llevaba puesta. Era obvio que al menos uno de esos cortes podría requerir sutura y, también, que estaba bastante agotado, pero no lo suficiente para abandonar a su protegida.

—Deberías saber que, no importa cuánto la mires, seguirá igual —dije, no perdiéndome el momento en que despertó de su burbuja y me regresó la mirada.

—No se supone que sea tan frágil —comentó.

—No sabemos lo que sucedió en el tiempo que estuvimos afectados por el gong.

—¿No debería revisarla alguien entonces?

—Eu Sung ya lo hizo y dice que está bien, pero no descarta que sucediera algo más, cuando no estuvimos con ella —respondí—. Y, de cualquier manera, no lo sabremos hasta que despierte.

—Despierte... —resopló y mordió su labio con frustración. No había notado que sus ojos estaban cristalizados y tampoco que la pierna en que sus codos descansaban tuviera una herida sangrante.

—Deberías dejar que Eu Sung te revise —mencioné, señalando su pierna, pero su negación fue contundente—. O yo podría curarte —negocié—. También darte unas vendas y ropa limpia.

—Suena como un buen plan, amigo. —Asintió, sin embargo, regresó su mirada a Iliana y cabeceó un poco hacía ella, señalándomela—. Pero no quiero dejarla.

—¿No crees que será raro que un tipo desconocido esté velando su sueño?

—Soy su protector —replicó con los dientes apretados y regresando a su anterior postura cerrada.

Volqué los ojos, ya harto de su actitud y me levanté de la cama.

—Protector o no, yo soy su padre y justo ahora, me estás pareciendo un psicópata. Así que sal ya de esta habitación, ponte decente y entonces regresa —declaré, cruzándome de brazos—. No me hagas repetirlo.

La mirada helada que me dio el dragón habría congelado un desierto de haber sido posible, pero no retrocedí en mi postura. Ningún tipo de comprensión me haría admitir que Alhaster permaneciera en un estado tan deplorable frente a mi hija.

Supe que iba a ser herido en el mismo momento que se levantó del puesto. Y así fue.

—Espero que ella te perdone cuando acabe esto. Porque tal vez ni padre seas el día que sepa que has controlado cada paso de su vida a tu voluntad.

—Justo como tú, cuando tenía tres —repliqué, también en voz baja y le indiqué la salida.

No pensaba que la decisión de Alhaster fuera del todo egoísta, pero sí que consideraba hipócrita su comentario, así que no me contuve. Si él se creía con el derecho de juzgar todas mis decisiones, entonces yo me daría licencia para responderle. No hablamos de nuevo y fui seguido, tal como pedí. Llevé al rubio al cuarto de visitas, le enseñé donde estaban las cosas y le dejé una muda de ropa junto a un botiquín para que tratara sus heridas.

CDU 1 - El despertar de Ilora [GRATIS]Where stories live. Discover now