Capítulo 16

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Todo era polvo y humo. Fuego y gas. El coronel se levantó forzosamente. Con la cara encharcada en sangre y desorientado. Arrastró el cuerpo por la estancia como pudo. Estaba mal herido. Y sus oídos retintineaban. No sabía si por que el sonido era ensordecedor, o porque sus tímpanos habían estallado.

Logró vislumbrar al teniente en esa penumbra. Parecía muy mal herido. Una especie de varilla metálica se le había atravesado por el pecho. Temía lo peor.

Se acercó hasta el, y comprobó sus constantes vitales. Por suerte la omniramienta del coronel seguía funcionando. Por contra, parecía que el traje del teniente, no respondía. Le suministro manualmente medigel. El teniente seguía vivo, pero no por mucho tiempo si no le sacaba de esa nube toxica de polvo, humo y gas.

Le arrastró hasta la brecha más próxima. Salieron por un amasijo de escombros. Primero el coronel, y después el brazo arrastrado del teniente con su cuerpo inconsciente.

El coronel apenas podía arrastrarse por el agujero llameante que había provocado el impacto. Era cuesta arriba y apenas podía sujetarse. Con esfuerzo se sujetaba a la raíz de árbol que sobresalía o un peñasco destrozado.

Logró con esfuerzo sacar al teniente de aquel inhóspito lugar. Y lo dejó tendido sobre la pradera, a pocos metros de la nave estrellada.

El espesor del polvo empezó a clarear. Y el coronel pudo comprobar, que estaban literalmente sobre la mina.

Su misión seguía activa.

Comprobó los depósitos de hidrógeno de su pistola. El nivel de calor era aceptable, tendría varios disparos antes de que se sobrecalentara y dejara de funcionar. Suficientes balas, pensó.

Se incorporó cuidadosamente y se dirigió hasta los túneles de la mina, y accedió a ella. No había luz. Según se internaba en las profundidades, la luz escaseaba aún más.

Sabía que tenía múltiples fracturas, y alguna hemorragia interna. Podría ser esa su última misión. Pero si las visiones que le inyectó la maquinan eran reales. Esos quarianos iban a liberar un desastre contra toda la galaxia.

Y debía evitarlo a toda costa. El almirante Hackett sabía de la importancia de todo este operativo. Por eso le sacó de su retiro.

A duras penas llegó hasta los bajos de la mina. Allí toda la estancia estaba iluminada. La luz que emitía la barrera cinética que cubría el entorno fulguraba.

Tosió sangre, y apenas podía respirar. Pero los quarianos estaban allí. Y debía detenerles. Disparó a quemarropa contra uno de ellos que sucumbió con los sesos esparcidos. Los otros tres se cubrieron vertiginosamente. Más rápidos y fuertes de lo que cabría esperar en quarianos.

Hablaron una lengua extraña. Y devolvieron ráfagas contra el coronel, que se agazapó como pudo y comprobó que sus escudos cinéticos habían desaparecido por completo. Pues ahora tenía media docena de disparos entre el pecho y el brazo.

No podía ni levantar el arma.

Calló rendido contra el suelo. Y su mirada se perdió en el horizonte.

Jin despertó abrutamente. Se encontraba mal herido.

Una lanzadera procedente de la Nilo hizo aparición. De ella bajaron Leesa y un par de soldados. Le hicieron las primeras curas, y aunque intentaron evacuarlo, se negó con todas sus fuerzas.

Sabía que el coronel estaba dentro, lo presentía.

La batalla espacial parecía llegar a su fin. Leesa dijo que nuevos acorazados de la Alianza hicieron su aparición y la hegemonía se retiró. Estos acorazados pertenecían a una rama secreta y desconocida de la alianza. Jin supuso entonces que el Almirante Hackett no les había abandonado, pero tampoco se podía arriesgar a provocar una guerra con los sistemas terminus.

Mientras los quarianos bajaron la guardia y salieron de sus coberturas. Comprobaron más de cerca que el coronel estaba herido. Un quariano se agachó y una ráfaga de balas le abatió justamente frente al coronel, salpicándole parte de la sangre violeta que estos tenían.

Leesa, bajaba la mina con rapidez, seguida del teniente Jin, que bajaba más despacio debido a sus heridas.

Los quarianos presentaron batalla, pero no era suficiente. Leesa estaba siendo realmente eficaz. Abatió a otro quariano más en un movimiento sigiloso y vertiginoso. Y ya solo quedaba el quariano que anteriormente fue el capitán Lulek.

Jin, mientras tanto intentaba arrastrar al coronel hacia una cobertura y darle asistencia médica. Parecía en estado crítico.

A Leesa le dolía cada disparo que hacía contra su gente. Pero estos habían perdido el juicio o su personalidad. Ya ni siquiera hablaban el idioma quariano.

El capitán Lulek era duro de pelar. Tenía a Jin arrinconado cerca del coronel. Y a Leesa contra unas rocas.

Disparó varias ráfagas y Leesa cayó herida.

Jin desesperado y conmocionado, disparo al capitán que esquivó las balas y devolvió el golpe al teniente.

Jin ya no tenía cargadores. Y Leesa parecía inconsciente.

Al capitán Lulek nada le impidió acercarse a Leesa y comprobar su estado. La arrastró y se lo llevó consigo al otro lado de la barrera cinética.

Todo empezó a temblar. Jin se encontraba realmente agotado. No podía levantarse. Su agujero en el pecho le había sesgado varios órganos.

Lo último que pudo ver Jin, fue a Leesa. Estaba al otro lado, de pies, totalmente recuperada. Ella le miró, y sonrió.

Un numeroso ingente grupo de soldados de la alianza hizo aparición. Y tras ellos numeroso personal científico.

Y un hombre, un hombre sombrío y elegante.

Mass Effect: The old arkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora