Capítulo 7

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La flota se encontraba más allá de Hawking Zeta sobrepasando ampliamente el espacio de la ciudadela y bordeando los sistemas Terminus.

Faltaba relativamente poco para llegar a la flota nómada. El coronel había intentado establecer contacto con la flota. Pero estos, sin miramiento alguno le exigieron que retirara su nave que tenía rumbo de intercepción.

—Se lo vuelvo a repetir— decía ya exasperado el Coronel, que estaba en la cabina del piloto observando los datos de la flota—. Tenemos a un quariano a bordo e información de vital importancia para su flota. Es primordial que nos dejen estacionar y hablar con el almirantazgo.

—Negativo— volvió a contestar el quariano—. Si no tiene los códigos de acceso a la flotilla, le exijo que retire inmediatamente el rumbo que tiene establecido hacia nuestra flota, o de lo contrario nos veremos obligados a defendernos.

—Malditos cabezones— dijo el coronel al tiempo que revisaba nuevamente la basta flota nómada. Los datos del ordenador de la Nilo mostraban una cabalgata de naves que iban en fila, posiblemente superaría en cientos de quilómetros la formación. Con tal flota podrían someter cualquier gobierno. Era una suerte que los Quarianos no fueran hostiles.

—Señor— dijo el piloto—. Quizás dándoles más información den su brazo a torcer. Los quarianos son protectores con su mundo, pero también son muy sensatos.

El coronel fue a hacer un nuevo intento, pero se le ocurrió enviarles la transmisión del quariano sin traje, eso les dejaría desconcertados.

Tras enviar el video, el coronel volvió a probar suerte. Pero esta vez no hubo respuesta. Seguían acercándose y la flota ahora visible desde la cabina del piloto era aún más impresionante.

Tal vasta cantidad de naves, al coronel le creaba dos sentimientos opuestos. La grandeza de la galaxia y de sus especies dibujada en el vasto y negro océano que era el universo. Y el miedo, miedo a que los Quarianos se hartaran de vivir como nómadas, y que eligieran cualquier planeta a conquistar, sin duda la fuerza orbital la tenían ganada.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando dos naves de guerra quarianas se salieron de la formación y se dirigieron hacia ellos. La IV de la Nilo enseguida informó de que las naves habían entrado en formación de ataque y sus armas estaban apuntando a la Nilo. La pantalla holográfica parpadeo y en ella apareció un Quariano.

—Se informa al capitán de la nave de la alianza que será escoltado con nuestras naves de guerra hasta la nave de mando más cercana. Deberán depositar todas las armas y colaborar en todas nuestras exigencias— Tras lo cual, cortó la comunicación sin dejar espacio para la réplica.

Al menos el coronel, le iba haber corregido. No era Capitán. Por lo demás, suponía que los quarianos irían a la defensiva, pero no le importaba. El solo estaba allí para ofrecer el máximo de colaboración y evitar una masacre con ello.

Salió de la cabina y se dirigió a la puerta de embarque, las armas se quedarían en la nave pero bajo ningún concepto se quitaría su armadura.

Se juntó con el Teniente y la Quariana y juntos esperaron a que se abrieran las puertas. Con un sonoro estruendo notaron que ya estaban acoplados. Lo siguiente que vieron fue a un grupo de soldados quarianos que les esperaban al otro lado de la sala.

La cuarentena era brutal. Una maquina les insufló una especie de líquido y polvos que se adhirieron a las armaduras de estos. Leesa estaba disfrutando especialmente del momento. Estaba muy emocionada. ¡Por fin el hogar de sus padres!

Los demás quarianos la miraban recelosos desde la otra sala. Ahora el coronel se había dado cuenta del detalle. El traje ambiental de Leesa era mucho más moderno que los trajes de ellos, eso seguramente se debía a que fue fabricado fuera de la colonia quariana. Aquello hacía que a ojos de los quarianos, Leesa fuera totalmente extranjera, tal y como eran unos humanos como ellos.

Era triste, ahora podía entender a la quariana mejor, estaba sola en el universo, no pertenecía a ningún lugar. Todos la observaban como una extraña.

Por fin las maquinas pararon y al fin pudieron acceder a la nave. Los quarianos los escoltaban cautelosos. Aunque habían examinado a los visitantes para saber si llevaban armas, parecían no fiarse demasiado de los intrusos.

Les llevaron por un pasillo aledaño y para sorpresa del coronel, acabaron montados en otra nave, una lanzadera.

—Por seguridad señor, ustedes no deben de conocer la situación exacta del almirantazgo —decía el quariano que estaba al cargo de la operación. Tenía sentido. Mantener en secreto al almirantazgo era vital para la supervivencia de la flota. Era normal tantas precauciones. Los humanos también eran así de cautos. El mando de la alianza permanecía siempre en el anonimato y bien escondido.

La nueva lanzadera les traslado al interior de la flota, donde los radares de la Nilo eran incapaces de localizar naves concretas, tal era la cantidad de naves, que los radares más modernos eran incapaces de establecer un itinerario correcto.

Por fin la lanzadera aterrizó en el interior de una nave. Salieron de esta y pronto vieron que un grupo de cinco quarianos les esperaban al otro lado de la sala.

El almirantazgo se encontraba reunido allí mismo. Les hicieron pasar a una sala con seis sillas y cada uno de los almirantes se sentó en la suya. El coronel hizo lo mismo en la que quedó libre. El teniente y la quariana esperaron de pies tras él.

—Le seré franco— comenzó diciendo uno de los almirantes—. Sabemos quién es ella, nuestros soldados nos informaron del fracaso de la misión. Cuando los batarianos atacaron, el capitán Lulek creía que fue una trampa urdida por los Palah— dijo en clara referencia a la familia de Leesa—. Y por eso informó de la peligrosidad de esta muchacha quariana. Pero debo de admitir que el documento que nos ha enviado es realmente perturbador. Según Lulek, el quariano que se ve en el video estaba mal herido y a punto de morir. Sin embargo sale vivito y coleando, y lo que es aún más extraño, sin traje ambiental—antes de que Leesa pudiera interrumpir, el almirante alzó la mano y paró sus intenciones—. Para colmo de los males, nos enteramos de que es usted el enviado a ayudar— dijo finalmente el almirante. Parecía que toda la conversación iba encaminada a enmarcar la turbulenta y desconocida relación de tenían los quarianos con el coronel.

—El pasado no es la disputa que me ha traído hasta aquí almirante. Si no una avanzada nave de guerra que sospechamos, se dirige lenta pero inexorablemente hacía aquí mientras nosotros discutimos nimiedades— el coronel hablaba mientras se levantaba de la silla que tan incómodo le hacía parecer—. Posiblemente esa nave de guerra sea el arma más mortífera que en estos momentos vaga por la galaxia. Nuestras sospechas indican que su misión es encontrar a las personas que profanaron la mina en la que fue hallada— repentinamente la sala se llenó de cuchicheos y voces de asombro y comprensión—. La única forma de evitar que la nave hostil ataque la flotilla es que nos cedáis a los quarianos que fueron a la misión, para así nosotros trasladarlos al través Aticano, donde posiblemente nuestra flota pueda repeler la amenaza.

—Nuestras naves de guerra pueden hacer frente a una sola nave, capitán humano—. Dijo uno de los quarianos—. No ha habido amenaza suficiente para nuestra flota desde los días de la guerra.

—Esto es diferente— Recalcó el coronel. He visto lo que es capaz, tiene armas precisas y potentes, como nadie ha visto nunca, ni un arma Turiana sería tan eficaz.

Uno de los quarianos, el que se sentaba frente al coronel, se llevó la mano al casco. Parecía que recibía una transmisión. Tras este hecho, todos los quarianos se quedaron muy callados.

—Nuestros radares han localizado la nave— alertó uno de los quarianos

—Es tal y como nos habías dicho, es lenta pero viene directamente hacía aquí— dijo otro.

—Es la hora almirantes, yo cuidare de sus hombres.

Los almirantes se miraron unos a otros y empezaron a debatir en el idioma quariano. Tras unos minutos, le dieron la noticia.

No dejarían que el coronel se llevase a sus hombres. La flota estaba dispuesta a pelear.

Mass Effect: The old arkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora