Epílogo

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El coronel despertó bruscamente. Tanteó con la mano en busca de su arma pero lo único que encontró fue numeroso material médico. Se comprobó las heridas y vio que estaban tapadas con parches y tubos. Volvía a poder mover su brazo derecho, pero estaba bien atado a la camilla.

Miró a su alrededor, era una sala blanca, impoluta. Perfectamente desinfectada. A su izquierda, había otra cama con otro hombre.

Era el teniente. Descansaba dormido o inconsciente en la cama de al lado. No entendía nada. Lo último que recordaba era una cruenta batalla contra los quarianos, y haber resultado herido.

Solo le aparecían preguntas en su cabeza, pero la más urgente se repetía una y otra vez.

¿Dónde demonios estaba?

Como si le leyeran la mente la puerta de la sala se abrió y un hombre, con vestimenta elegante y sobria entró por ella.

—Me alegro de que se encuentre bien, coronel—decía el hombre mientras se situaba frente a su cama—. Temimos por su vida. Pero es usted un hombre fuerte y resistente. Me imagino que se preguntara donde se encuentra. Esta usted a salvo.

—¿Qué pasó con la amenaza? ¿Detuvieron a los quarianos?—se precipitó a decir el coronel, en un atisbo de urgencia.

—No se preocupe. Todo está controlado. Gracias a sus esfuerzos esa amenaza ya no será peligrosa para la humanidad—continuó hablando el hombre, al que aparentemente le gustaban los monólogos—. Usted y el teniente se han convertido en un preciado bien para la alianza, su valerosidad y su entrega les hace distinción. Hacía mucho que quería conocerle coronel. Me entristeció mucho su retirada. Y ahora que le veo en activo veo grandes oportunidades para la humanidad.

—¿Que ha pasado con la Nilo y su tripulación?

—Están todos aquí, y a salvo. Hasta la quariana, que sorprendentemente se ha convertido—se quedó en silencio unos segundos, parecía pensar en una definición—, se ha convertido en un valor añadido. El Almirante Hackett no puso impedimento alguno cuando solicité expresamente que la SSV Nilo y su tripulación pasaran a formar parte de mi organización.

—¿Quién es usted?—el coronel no comprendía nada. Toda esa información, para el hacía uno momento estaba luchando a muerte. Y ahora, parecía que habían pasado años desde entonces.

—Soy un soñador coronel. Un soldado, un defensor de la tierra. Soy como usted. No dudaría ni un segundo en darlo todo si con ello salvara a la humanidad de las amenazas constantes que existen en el universo. Usted y yo tenemos mucho en común, coronel. Por eso quiero transmitirle una petición. Quiero que forme parte de mi organización. Que la lidere a mi lado. Quiero tener su experiencia y su juicio, su entrega a mi servicio, y al servicio de la humanidad.

El coronel, se quedó pensativo. Eran demasiadas cosas, poca información y ese hombre que transmitía una seguridad y confianza inconfundible. Su voz era reconocible. La había escuchado antes, concretamente cuando pidieron ayuda al Alto Mando de la Alianza. Esa era la voz de una de las sombras. Sin duda era un peso pesado de la Alianza.

—Debo entregar mi informe al almirante Hackett. Después estudiaré su oferta y le indicare. ¿Cuál es su rango, y como se llama su división?

—No tengo rango. En la alianza me conocen como El hombre Ilusorio. Y mi organización es la punta de la lanza de la humanidad. Bienvenido a Cerberus, coronel.

Bienvenido a Casa.

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¡Un saludo y gracias!

Mass Effect: The old arkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora