Capítulo 12 | El típico beso

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Tomé mi mochila, el estuche de mi violín, y de inmediato salí corriendo...

He dejado atrás a Dave, Joey y a la señorita Johnson, también a los clichés.

Mis lágrimas caen sobre el césped del parque Libertad y mi corazón se cansa.

¿En qué momento mi vida invisible se convirtió en un torbellino de emociones y drama todos los días?

Sé exactamente cuál fue ese momento, cuando tropecé en el autobús y Dave me sujetó, el día en que lo conocí. Y la verdad no me arrepiento de ese día aunque las circunstancias no sean favorables ahora.

—¡Diana! ¿A dónde vas?

—Déjame Dave, quiero estar sola.

Resbalé en una roca.

—¡Cuidado!

Una vez más Dave Simpson me ha sujetado entre sus brazos, una vez más me pierdo en sus ojos verdes, en su desorden castaño.

—¿Estás bien? Mi invisible del violín...

—Lo estoy, y no lo estoy.

—No entiendo.

—De nuevo has evitado que me lleve un mal golpe, eso es bueno, lo malo, es mi corazón, estoy cansada —me desbordé en llanto.

Dave guarda silencio y mira hacia a las nubes, estas se han tornado grises.

—Parece que lloverá —comentó.

—¿Y? —levanté una ceja.

—La lluvia es  algo cliché pero en realidad es tan hermosa.

—¿A qué te refieres Dave?

—Levántate y sonríe para mí, es un sábado maravilloso.

—No lo es, te recuerdo que hace unos minutos tuvimos una pelea con los clichés y el picnic fue un desastre, además el sol se ha ido.

—Ven Diana, sígueme.

—¿A dónde crees que vamos?

—No lo sé —guiñó un ojo.

—¿Entonces?

—Dejemos que este lugar nos sorprenda.

Nos adentramos en un sendero rodeado por pequeños arbustos, caminamos durante unos minutos hasta llegar a un campo abierto lleno de flores, en especial margaritas; no pude evitar sonreír.

—¿Cómo lo supiste?

—Bueno, el internet siempre será una bendición.

—Esto es hermoso, ya había venido antes al parque libertad pero jamás a esta zona.

—Me alegra que te sorprendas señorita invisible, esa es la idea.

Dave se acercó a mí, me tomó de la cintura y observamos juntos las flores.

—Las margaritas son tan hermosas como tú.

Tras decir eso, tomó algunas entre sus manos semibronceadas; seguido me quitó mi gorro de lana y puso las flores en mi cabello para adornarlo.

Justo en ese momento comenzó a llover.

—Lo de las margaritas en el cabello es un bonito detalle, gracias Dave, pero la lluvia es tan cliché, apenas puedo soportarlo.

—En las historias cliché que lees... ¿Qué sucede con la lluvia y el romance?

—Bueno, las parejas suelen bailar bajo la lluvia, y luego sigue el típico beso.

—Tengo una idea —esbozó una sonrisa traviesa.

—¿Qué pretendes Dave Simpson?

—Te amo, mi invisible del violín.

—Yo también te amo.

—En ese caso, tendremos nuestro momento cliché.

—¿Momento cliché? —cuestioné.

—Sí, odiamos el cliché pero nos amamos, eso hace que sea válido tener un momento cliché, quiero que tengamos el típico beso, nos lo merecemos.

—Oh Dave, eres tan lindo ¿Eres real?

—Por supuesto, soy tan real como las margaritas que adornan tu cabello, tan real como la lluvia.

—Basta, me sonrojas.

—Eso ya lo sé, tus pecas siempre te delatan —rió.

—¿Y ahora qué sigue?

Dave no respondió a mi pregunta y me tomó nuevamente de la cintura; empezamos a bailar lento.

La lluvia es más fuerte a cada segundo pero eso no detiene nuestro baile, todo lo contrario, más bien aumentamos la velocidad con la que damos cada paso, de ser un vals pasó a ser un baile enérgico con volteretas.

Dos invisibles bailamos bajo la lluvia, algo muy cliché sin duda pero nos merecemos este momento.

El olor a tierra mojada, las margaritas adornando mi cabello y justo ahora tiene lugar el típico beso.

La invisible del violínWhere stories live. Discover now