Capítulo 4 | Nuestra pared

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—¿Dave?

—Sí, soy yo.

—¿Me estás siguiendo?

—No.

—Entonces vete —exclamé molesta.

—No puedo irme de aquí por dos razones.

—Habla rápido, necesito entrar a casa y llenar mi termo con café.

—Ok, la primera razón es que quiero hacerte saber que nuestra promesa no se ha roto y la segunda razón es que vivo en esta casa —señaló la casa al lado de la mía.

—¿Qué? Entonces la señora que compró hace unos días esa casa... ¿Es tu mamá?

—Es mi tía Brenda, no tengo padre ni madre, ellos murieron —su voz se quebró y bajó la mirada.

—Oh, lo lamento, de verdad.

—Gracias, en fin, mi tía y yo apenas nos mudamos anoche.

—Yo vivo aquí al lado, entonces seremos vecinos Dave, bien —me acerqué a la puerta.

—¿Por qué estás molesta Diana?

—Todavía lo preguntas, por tu culpa estoy perdiendo mi invisibilidad.

—No es mi intención, te lo juro, de hecho esto de ser visible para los demás es nuevo para mí, también tengo miedo.

—Dave, hicimos una promesa, prometimos que los clichés no nos separarían y siempre seríamos invisibles.

—Lo sé, pero no tengo la culpa de “Romperla”, fue la aplicación en el celular del profesor.

—Mira —suspiré— tuve un día difícil, sólo quiero beber café en paz, escuchar a Ty-Sky, y ser invisible. Hagamos como si este día no hubiera sucedido, yo te ignoraré y tú harás lo mismo, problema resuelto, ve a pensar en Sharon Moore, por lo visto se llevan bien.

—Bromeas, esa chica es insoportable, es un cliché, no sé cómo haré para soportarla todo el año.

—Ahora que lo dices Evan Holt también es un cliché y no sé cómo haré para tratar con él este curso lectivo.

—Lo ves Diana, tenemos en algo en común, odiamos el cliché.

—Eso es genial, pero por favor ignórame Dave, nunca nos conocimos.

—No es tan fácil, no lo es —sus ojos se humedecieron y me sentí mal por ser tan grosera.

—¿A qué te refieres Dave?

—No es tan fácil sacar de mi mente a la chica hermosa que me despertó a las cuatro de la mañana con su violín, las paredes son casi de papel, te escuché tocar.

Guardé silencio y una lágrima se me escapó, nunca en mi vida un chico me había dicho algo tan lindo.

—Me escuchaste...

—Sí, tocas muy bien el violín.

—Gracias, aunque no soy tan buena.

—Diana...

—Dime.

—Tampoco puedo sacar de mi mente a la chica que subió al autobús esta mañana y que por poco besa el suelo, no es fácil ignorar a la pelirroja que compartió un café y una conversación conmigo.

Solté el llanto como nunca lo había hecho, mi mochila y el estuche de mi violín cayeron al suelo.

Dave se acercó a mí y me abrazó, pude sentirme protegida, segura y cautivada por su aroma varonil, también pude desahogarme.

La invisible del violínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora