28. Una promesa

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Ella estaba recostada a su lado, ensimismada en las miles de ideas y posibilidades que el relato de Ian había tallado en su mente

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Ella estaba recostada a su lado, ensimismada en las miles de ideas y posibilidades que el relato de Ian había tallado en su mente. Él la contemplaba, al principio con disimulo, luego de manera obvia; con ella tan perdida en sus pensamientos, no había posibilidad de perturbarla con una detallada inspección a su pequeña y rosada boca fruncida de manera graciosa y adorable al mismo tiempo; a los traviesos mechones de su lacio cabello pegándose a la blanca piel de su rostro y a su delgada silueta, que le daba la apariencia de una frágil muñeca; todo eso le encantaba, Sophie era sin duda la chica más hermosa que había visto.

Dejando la portátil a un lado se deslizó hasta echarse en la cama, mirándola de frente y atrayendo su atención con un ligero roce de sus dedos.

Se miraron a los ojos largo rato, inmóviles, en silencio, y la incapacidad de Sophie por permanecer quieta mucho tiempo, la hizo saltar de repente hacia el bolso que había llevado.

— ¡Lo había olvidado! —exclamó abriendo uno de los bolsillos.

Ian suspiró y volvió a sentarse, el tan agradable momento había pasado. Mientras se acomodaba, Sophie se colocó sobre él, dejándolo algo sorprendido; en seguida sus delgados brazos lo rodearon y sintió que le ataba algo al cuello.

Se separó lentamente y él bajó la mirada, una pequeña cruz plateada colgaba de un cordel negro.

— ¿Y esto?

—Es una cruz "Paté" era el símbolo de los caballeros Teutónicos. Me llamó la atención cuando la vi y me recordó a ti, por ese complejo que tienes de ir a salvar a todo el mundo. Es que nunca te di un regalo de cumpleaños, y bueno tú me diste uno... —dijo tímidamente señalándole las hebillas que llevaba en el cabello—. Todo este tiempo pensé que Esteban me las había regalado ¿Por qué me las diste?

—Era tu cumpleaños, recién te conocía y me parecías bonita, pensé que debía darte un regalo —explicó restándole importancia.

Sophie volvió a abalanzarse sobre él abrazándolo fuerte.

—Te daré doscientos puntos por eso; por darme un regalo cuando apenas me conocías y no alardear como el resto del colegio

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—Te daré doscientos puntos por eso; por darme un regalo cuando apenas me conocías y no alardear como el resto del colegio. —Intentó romper el abrazo pero Ian la sostuvo con fuerza, evitando que el cuerpo de la muchacha se separase.

Los sueños secretos de SophieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora