11.Mi héroe

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(Dafne)

Daf... ne... ne... Daf.. Dafne...

―¡Dafne!―llamó Damián, ella abrió los ojos de golpe y comenzó a toser con fuerza mientras sentía como el aire volvía poco a poco a sus pulmones.

Siguió tosiendo hasta que con ayuda del pelirrojo se colocó de lado y comenzó a escupir agua.

Dios, respirar le estaba costando un fuerte dolor en el pecho y le dolía la cabeza a horrores, ¿qué había pasado? Continuó tosiendo hasta que por fin pudo recuperar un poco el aliento, fue entonces cuando volteó hacia Damián y lo encontró completamente mojado y mirándola con preocupación, por lo que se miró y se dio cuenta de que también estaba empapada.

¿Por qué ambos estaban mojados? ¿y por qué le dolía tanto la cabeza? Se llevó una mano a la frente y notó un líquido caliente salir de una pequeña brecha que estaba en su cabellera.

―¿Qué ha pasado?―preguntó intentando hacer memoria pero lo último que recordaba era una maldita abeja.

―Caíste al río.―contestó el pelirrojo con brevedad sentándose y colocando el brazo sobre una de sus rodillas.

Ok, ya entendía por qué estaba mojada, pero ¿por qué también lo estaba él?  Abrió los ojos con espanto al pensar en esa posibilidad. ¡No! ¡No, no, no y no! ¡Él no podía haberla rescatado! Sí gracias a ese creído estaba viva, no iba a ver quién lo soportase gritando a los cuatro vientos que era genial y que le había salvado la vida. Miró de reojo hacia el falso pelirrojo con cierto temor, y al ver la media sonrisa que alumbraba su rostro supo que estaba perdida.

―Dilo.―habló el chico rompiendo el silencio y observándola con interés.

―¿Qué dices? No puedo escucharte, tengo agua en los oídos.―dijo elevando la voz y señalándose las orejas, Damián entrecerró los ojos y ella siguió fingiendo que no escuchaba nada.―¿No oyes ese zumbido?

―Deja de hacerte la loca y dame las gracias por salvarte la vida.―gritó el pelirrojo aun sentado pero señalándola con la mano; puso los ojos en blanco y se señaló las orejas de nuevo a la vez que negaba.

―¡Sorda me quedé sorda!

―¡"Oye, oye" déjate de idioteces y reconoce que soy genial por rescatarte!―exclamó Damián comenzando a perder la paciencia, aunque siendo sinceros, la paciencia la perdía siempre demasiado rápido; ella negó con la cabeza y el chico entrecerró los ojos con fastidio.―¡Dilo o te tiro al río de nuevo!

―Oye, oye... pues di tu primero que yo soy maravillosa por encontrar el río, gracias a mí podremos llegar al punto de encuentro.―dijo sabiendo que estaba exagerando demasiado, pero antes muerta que reconocer que él la rescató.

―¡No lo encontraste, te tiraste de cabeza a él y yo tuve que evitar que murieses ahogada porque eres una inútil que se golpeó la cabeza contra la primera piedra que vio!―gritó el pelirrojo poniéndose en pie y sacudiendo la cabeza como si fuera un perro, a continuación se quitó la camiseta y comenzó a estrujarla para secarla.―¡No entiendo que tanto te cuesta reconocer que soy increíble y que gracias a mí estás viva, deberías besar el suelo que piso!

Dios, el recorrido hasta la meta iba a ser eterno; Damián no pararía de hablar de lo magnifico que era por haberla rescatado e iba a ser peor cuando fuese con el cuento a su padre, seguro que su progenitor se ponía la mar de feliz y capaz era de invitarlo a cenar.

Bostezó y miró hacia el pelirrojo que seguía estrujando su camiseta, en los últimos años su cuerpo se había fortalecido bastante aunque parte de eso era culpa suya ya que muchas veces se hacía la victima delante del padre de Damián y éste obligaba al chico a hacer flexiones, abdominales, correr durante una hora y trepar por una cuerda hasta que tocase una campana que había en el techo. Siguió examinando su pecho en busca de la cicatriz de cuando le disparó con el arco, sin embargo un enorme moratón en las costillas llamaron su atención. Eso debía doler bastante, pero así era él; no se quejaba por nada para intentar parecer un hombre duro.

Cállate y Bésame (TQST Libro #2)© [EN LIBRERIAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora