🌼Capítulo 33🌼

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Ya no era de noche, así que no podía dormirme.

Esperé hasta que el canto de los pájaros resonó por los huecos de la casa y me quedé allí, tumbada, pensando.

Miré mi reloj de muñeca: 6:45 a.m

Según lo que me dijo Oliver ayer, ellos tomarían el vuelo de las 7:00 entonces...

¿¡Y qué demonios hago yo aquí!? ¡Tengo que despedirme!

Me cambié rapidísimo, me puse una campera debido a la baja temperatura y tomé la bicicleta de mamá.

A toda la velocidad que pude, maniobro el vehículo mencionado por la ciudad. El aéreo parque estaba algo lejos, pero estaba segura de que iba a llegar.

Tiré la bicicleta allí en la acera y entré corriendo.

-¡El vuelo de las 7:00! -le dije a la chica que se encontraba al frente de mí, en el mostrador.

No sé si captó mi mensaje porque mi voz estaba cortada gracias a la fatiga.

-Salió hace dos minutos, señorita.

-¿Cómo dice?

-Lo que escuchó, senorita, lamento importunarla, pero ¿se dio cuenta de que lleva pantuflas? -miró y miré hacia abajo.

Sin hacer caso a lo que sea que decía, me largué a llorar silenciosamente y volví a casa.

No sé cómo me sentía...

En realidad, sí lo sabía. Para que se den una idea, es como cuando llegas a la librería, preguntas por el libro que tanto querías leer, pero te dicen que están agotados. Como cuando ibas a la juguetería y te decían que el juguete que querías no entraba en tu país.

¡Mierda! ¡Así me siento!

Bueno, ahora basta de metáforas de juguetes y libros. Iba a la casa de Keiel y cuando llego a ella, en su entrada está el auto de Zedd. ¿Q-qué demonios? ¿Qué hace aquí a las 7 mañana?

Bajé de la bicicleta, toqué timbre y esperé. Pasaban los años y Keiel no me abría. Mi mente sucia comenzó a pensar...¿Estarán teniendo sexo allí adentro?

Seguí esperando y la puerta principal se abrió dejando ver a un Zedd y a una Keiel sonriente.

-¿Qué pasó aquí...?

-¡Emma! -exclamó mi tío -Yo...emm...me largo.

Y como así de fácil lo dijo, lo hizo.

Miré a mi amiga intentando hacer una sonrisa, pero no me salió. Me invitó a pasar y subí hasta su habitación la cual estaba patas hacia arriba.

Me senté en su cama, la cual también estaba desordenada y ella me analizó en silencio.

Las lágrimas salieron, necesitaba su apoyo y no estaba llegando.

-¿Sabes lo que necesitas? -me preguntó.

Emmm...¿un nuevo Nick, tal vez?

-Sí, -murmuré apretando mis labios -un abrazo.

Vino hacia mí y me abrazó calmando todos esos trágicos pensamientos que nacían en mi cerebro y terminaban anudándose en mi garganta, sin dejarme respirar, sin dejar que toda esa niebla gris se disipara de mis ojos e impidiendo que mis gritos salieran tan fuertes y desgarradores cortando mi cuello en innumerables partes como tanto deseaba.

No quería callar, quería gritar y desahogarme mediante esas palabras extravagantes que en este momento surgían de mi mente. Pero una fuerza invisible me retenía con su mano helada, atada a los brazos de mi amiga y manteniendo mis labios tan sellados como están los brotes de las rosas en el comienzo de la primavera. ¿Podré hablar? ¿Podré hacer que mi voz se escuche aunque esté en el fondo de todo este peso?

Durmiendo con el enemigo Where stories live. Discover now