#17 - El reencuentro

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  • Dedicado a Beluu Ferrara
                                    

◘◘◘CAPÍTULO DIECISIETE◘◘◘

Abro los párpados con dificultad. De a poco, empiezo a sentir cada centímetro de mi piel. Me duele todo el cuerpo, como si hubiera sido atacado a machetazos por un asesino psicópata. Casi no siento las piernas, me quema la cara, y mi espalda me arde…

Me estremezco. Los recuerdos, inesperadamente, se agolpan en mi mente, lastimándome. La confesión de Cinthya, el collar, los ojos violetas de los pasajeros, el ómnibus, el accidente…

Estoy acostado boca arriba, con tubos que salen y entran en mí por todos lados. Froto mis ojos con ambas manos y reconozco que estoy internado en un hospital. Las paredes están pintadas de blanco; a mi costado izquierdo hay un aparato grande, con un monitor, que registra la actividad de mi corazón, también hay una sillón de color azul, y más lejos una puerta de madera que a simple vista parece estar trancada; a mi costado derecho hay una ventana inmensa, que está cerrada y con las cortinas blancas corridas; y enfrente de mí hay una televisión de pantalla plana, apagada, que está sostenida en el aire por medio de un armazón negro de hierro.

Trago saliva. No puedo estar en una situación peor. Claro que no. ¿Cuánto tiempo he estado ahí dentro, inconsciente? ¿Qué pasó con el collar? ¿Dónde está Cinthya? Me siento como si estuviera varado en el medio de un desierto, sin recursos necesarios para seguir viviendo.

Siento que he perdido.

—No has perdido—su voz hace que salte del susto—. No todavía.

Giro la cabeza y la veo. Es la chica misteriosa. Está sentada en el sillón azul, seria.

—Hola—saluda sin emoción, y apenas termina de hacerlo, toda la habitación se funde a negro. Las paredes parecen carbonizadas, y no hay una fuente de luz directa que nos ilumine. Simplemente, podemos vernos. No sé por qué, no sé cómo… pero es así.

—¿Esto es real?—pregunto. Son las únicas palabras que logro articular.

—Sí—responde ella, sin inmutarse—. Siempre lo fue. Lo que no sabías, o quizás sí, pero no querías reconocerlo, era el poder que tiene el otro bando. Ellos son demasiados inteligentes.

—¿Quiénes?—inquiero, aturdido. ¿Habla de Laura?

—¿Realmente crees que lo acontecido en la ruta, en el ómnibus, fue un accidente?—replica la chica misteriosa, esquivando mi pregunta—. Contéstame. ¿Lo crees?

Titubeo.

—No—repongo—. Yo vi al chofer… él estaba desmayado o algo así, no sé… Estoy confundido.

—No fue un accidente—afirma ella, con sus ojos fijos en los míos, como si estuviera escudriñando mis miedos—. Ellos, Nathan, quieren que no cumplas la misión—hace una pausa—. Ellos quieren ganar la batalla aún antes de haberla comenzado.

—¡Es que ya no entiendo un carajo!—confieso, gritando y siento cómo mis pulsaciones aumentan a doscientos. Estoy harto de saber las cosas a medias.

—Ellos tienen el collar—me advierte, nuevamente esquivando mis dudas—. Lo robaron para que pierdas tiempo. Se supone que ahora tienes que ir a recuperarlo hasta donde ellos están, para terminar con lo cometido.

Me esfuerzo por controlar mi rabia. Malditos imbéciles. Ya no sé qué creer ni qué hacer. Estoy devastado en todos los sentidos. Además, la chica misteriosa está dispuesta a no responder ninguna de mis preguntas, y eso me pone de peor humor.

—Pasaron dos días—continúa ella, al percibir mi silencio—. Eso significa que te quedan cuatro. Y antes de que me cuestiones—se ataja—, estamos en un hospital en la ciudad contigua a Monteciego. Si quieres volver a allá, demorarás unas quince horas en vehículo.

Mierda. Estoy en problemas. Los tiempos no me dan. Volver a Monteciego, y luego ir hasta Cielo Negro a la casa de mis padres. No, es imposible.

—¿Es Laura? ¿Ella es un Nyrond? ¿Qué es un Nyrond? ¿Por qué veo ojos de color violetas y dorados?

La chica misteriosa levanta una ceja, sorprendida por mi avalancha de preguntas. Pero es que estoy atestado de tantos secretos y vueltas. Quiero que vaya al punto y listo.

—Sí, es Laura. Ella es una Nyrond. ¿Eso es lo que querías oír? Ella te robo el collar y sabe que irás tras él. Pero no puede destruirlo, ni siquiera puede tocarlo porque si lo hace…

—… morirá—completo la frase. Recuerdo al chico flotando en el aire, envuelto en manchas rojas como serpientes—. ¿Es eso?

—Algo así, sí. Lo cierto es que no puede tener un contacto directo con el objeto. Ese es un punto a favor para ti.

—¿Me protege?

—Ellos te protegen. No pueden perderte, eres una pieza clave.

—¿Ellos? ¿Quiénes no quieren que muera? ¿Qué hay detrás de ese collar y de tu cuerpo muerto?—de pronto, mis pensamientos se iluminan y me viene a la mente las palabras de Laura—. ¿Tú eres Sofía, verdad?

La chica misteriosa baja la mirada, consternada, y se levanta. Camina un par de pasos en silencio, y replica:

—¿Quién te dijo eso?

—Laura. Ella me pidió que no confiara en ti.

Sofía larga una risa sárcastistica y se rasca la frente. ¿Cómo puede alguien en su estado hacer ese tipo de cosas? ¿Está muerta en serio?

—No tenía en mis planes hacer esto, pero qué va. No quiero que creas que nosotros somos los malos de esta historia, como ya te dije una vez, y ahora voy a demostrártelo.

—¿Qué harás?—inquiero, nervioso.

—Mostrarte algo que despejará muchas de tus dudas.

No digo nada. Simplemente asiento y espero. La chica misteriosa se aproxima a mí y me agarra del brazo. Un aroma frutal, delicioso y atrapante, me envuelve, haciéndome flotar como si estuviera soñando.

—¿Dónde está Cinthya?—le pregunto, perturbado por todo lo que está ocurriendo.

—Ella está… esperándote.

Así, sin más, el cuarto se evapora entre sombras, y todo desaparece.

 ♦♦♦

Como siempre, gracias por seguir la historia. Voten y comenten si les gusta; y pueden compartirla y seguirme acá en Wattpad si lo desean.

Una curiosidas, ¿qué creen que le va a mostrar Sofía a Nathan? Espero as respuestas en sus comentarios :)

NO ME DEJES CAER -Demonios de la Música #1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora