#8 - El secreto detrás de mis palabras

1.6K 115 22
  • Dedicado a Vico Perez
                                    

◘◘◘CAPÍTULO OCHO◘◘◘

—¡¿Qué es lo que está pasando, Nathan?!—grita con desesperación Cinthya—¡Haz que pare ya!

Los ladridos del perro son atronadores, la canción Puedo Dominarte explota en el grabador, y el collar de dientes y pelos flota en el aire.

Sí. Todo es un caos.

—¡No puedo!—respondo, saltando para agarrar el objeto, pero sin lograr ningún tipo de resultado—. ¡Está muy alto!

—¡Pues, no sé, súbete a una silla! ¡Esa cosa salió del bolsillo de tu pantalón mientras hablabas! ¡Detenla ahora!

Me volteó para contestarle pero lo que veo hiela aún más mi sangre. El perro está en posición de ataque, observando el collar, hipnotizado y con los ojos violetas. Me aterro solo de pensar que él también puede llegar a agredirme, como lo hizo Erick horas atrás. ¿Qué mierda está ocurriendo? ¿Cómo hago para que el collar deje de flotar?

Doy un par de pasos hacia Cinthya, sin apartar mis pupilas del animal, cuando me tropiezo y caigo sobre ella. La chica lanza un chillido de terror y se tambalea, procurando mantenerse en pie. Sin embargo, no puede conservar el equilibrio y se desploma, golpeando el grabador con el brazo. El objeto larga un pitido agudo y se apaga. Entonces, el perro deja de ladrar y el collar se viene abajo, cayendo sobre la alfombra de la habitación.

Titubeo unos segundos, pero de inmediato vuelvo en mí y corro hasta donde está el colgante. Cuando lo agarro noto que está caliente y despide un olor bastante conocido para mí. Es el mismo aroma que tenía la chica misteriosa y que me atraía como un imán hacia ella.

—¿Qué es eso?—inquiere Cinthya, sacándome de mi ensueño—. ¿Ehh? ¿Por qué volaba?

Levanto la cabeza y mis ojos chocan con los de ellas. Está llorando y tiene la cara roja. Seguramente debe de sentir mucho calor. Como yo.

—No lo sé—exclamo, algo atareado. Reviso el cuarto con la mirada, intentando ubicar al perro, pero no lo hallo por ningún sitio. Desapareció.

—¿Cómo qué no?—replica, acercándose a mí. Está molesta y asustada, y lo peor es que tiene razones factibles para estarlo—. Por esto te vas de la banda, ¿verdad? ¿Es por ese estúpido collar?

Trago saliva y resoplo. Han sucedido demasiadas cosas de golpe y mi mente está apabullada. No puedo razonar con claridad. La idea de estar consumiéndome por una absurda maldición me carcome.

Debo irme ya. No puedo perder más tiempo.

—Lo lamento, Cinthya, me encantó conocerte, pero me tengo que ir—repongo, esquivándola y dirigiéndome hacia el living.

—¿Qué?—exclama consternada, siguiéndome—. ¿Vas a dejarme así?

—No hay nada más que puedas hacer por mí—explico, cansado y malhumorado—. Gracias, pero nuestra conversación se acaba ahora.

Un silencio incómodo recorre la casa, mientras yo abro la puerta y salgo afuera. Hace calor y el cielo oscuro está salpicado de brillantes estrellas. Es ahí cuando reparo en el hecho de que no tengo idea de cómo seguir. Sé a dónde quiero ir, por supuesto, pero soy consciente de que llegar a mi objetivo será bastante complicado.

Cinthya se aparece a mis espaldas. Está trastornada y no parece querer ponerle fin a nuestra inesperada discusión.

—Yo te amo, Nathan, lo sabes. Eres el mejor ídolo que cualquier chica puede tener y me salvaste—respira hondo y prosigue—. Pero esto es mucho. Necesito que me cuentes la verdad. Vi todo y no puedes negarlo. ¿En qué andas metido?

Suspiro. Cinthya no me dejará en paz hasta que le diga todo; es muy perseguida y testaruda. Me rasco la barbilla y froto mis manos con nerviosismo. ¿Qué hago? Me duele el cuello, y los músculos de mis piernas están tensos. El agotamiento empieza a surtir efecto.

—Es muy peligroso—exclamo, al fin—. De veras, no deseo que te involucres en esto.

La muchacha pone los ojos en blanco y deja escapar un bufido.

—Yo soy lo suficientemente mayor para decidir lo que quiero hacer. He pasado por cosas peores… Por favor, dime, ¿qué esconde ese objeto?

—Una maldición—confieso, sin rodeos. Lo cierto es que cuando lo dije, me sentí más calmado—. Un ritual demoniaco o algo semejante. Si no encuentro a la dueña del collar en una semana, voy a morir—hago una pausa, para asimilar mis propias palabras y concluyo:—. ¿Contenta? ¡Ahora déjame ir!

Cinthya queda callada. Su expresión facial es típica de asombro. Está estupefacta. Aguardo unos instantes, pero al ver que no contesta, exclamo:

—Te pido que no se lo digas a nadie. Ninguna persona se puede enterar de esto.

Cinthya sacude la cabeza. Sus ojos están muy abiertos y sus labios están a unos centímetros uno del otro.

—Iré contigo—me asegura, susurrando—. Te acompañaré.

—¿Estás loca?—grito, negando rotunamente la oferta—. No voy a permitir que te metas en este asunto.

—Eres lo más especial que tengo y no voy a perderte. Me voy contigo—repite, decidida.

¿Está demente? No pienso permitir que se zambulla en el océano de problemas en el que estoy metido. Ella es inocente, y por más que ahora sepa la verdad, no puedo dejar que vaya conmigo a buscar el cuerpo de la chica misteriosa. Es arriesgado. Mucho más de lo que imagina.

—Definitivamente no—repongo, frunciendo el ceño—. Jamás.

Cinthya levanta una ceja y permanece en silencio absoluto durante unos cuantos segundos. Finalmente, me amenaza:

—Si no me dejas acompañarte, todos se enterarán de lo que presencié en el cuarto. Le contaré al mundo lo que viví. Sabrán lo del collar, la maldición, todo. Y hasta le mostraré la foto que me saqué contigo hoy, para que me crean.

Me siento encerrado en una jaula, como si estuviera a punto de ser devorado por leones hambrientos. Me tiene apresado. ¿Qué debo hacer? Por un lado, no quiero que venga conmigo, simplemente porque su vida corre peligro; pero por el otro, si le digo que no otra vez, puede que todo acabe de mala manera para mí. Carajo.

—Está bien—respondo, refunfuñando y maldiciendo para mis adentros—. Haz lo que se te antoje.

—No te enfades conmigo—replica dulcemente, cambiando su actitud hacia mí—. Lo hago para ayudarte, porque después de todo, necesitarás a alguien a tu lado para llegar a ese lugar sin que nada desafortunado te suceda. Puedo ser muy útil.

Tiene razón. Quizás sí requiera compañía y ayuda.

—Voy a buscar algunas cosas que nos pueden servir—chilla e ingresa corriendo a su casa.

Durante los minutos que estoy afuera, esperándola, sopeso la idea de marcharme sin ella, pero algo me mantiene clavado al suelo. Me tiene dominado. Hay demasiado en juego.

—¡Nathan!—grita Cinthya de pronto, y la veo venir corriendo desesperada hacia mí. Está espantada— No sé… no sé qué pasó. Él nunca reaccionó así.

—¿Quién?—pregunto, poniéndome ansioso—. ¿Qué pasó?

—Nano, mi perro—dice, agitada—. Tiene los ojos violetas y… y su cuerpo está más grande... Nathan, ¡se abalanzó sobre mí!

♦♦♦

COMENTEN Y VOTEN. SIGANME, Y SI LES GUSTA, POR FAVOR, COMPARTANLA Y RECOMIENDENLA EN SUS REDES. GRACIAS :3

NO ME DEJES CAER -Demonios de la Música #1-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora