El peor equipo

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(Jordan)

El silbato sonó y nuevamente mis esperanzas se fueron al suelo. 

Se había dado cuenta.

Repasé el campo de juego y noté que los defensas estaban coqueteando con Kristal, la fotógrafa de deportes del diario de la escuela. Mi volante creativo estaba asegurándose de que su cabello lucía bien y los demás aprovechaban el rato para tomarse una siesta. El único que parecía estar observando la pelota era Lucian, el otro delantero y mi mejor amigo. 

Hasta un idiota como el entrenador Saenz se habría dado cuenta: Apestábamos. No solo habíamos fallado en lograr un solo maldito gol en un entrenamiento, sino en parecer un jodido equipo de fútbol. 

Miré mi reloj. Eran casi las cinco de la tarde, de modo que ya habíamos terminado por hoy. Los chicos habían saltado cuando el entrenador nos llamó la atención y ahora todos lucían avergonzados. 

Estábamos a mitad de curso y todavía no habían empezado los campeonatos pero teníamos un juego en dos semanas y el equipo no se organizaba. 

Bueno, esa es la idea.

Sin embargo, podía verlo en los ojos de todos, nos estábamos cansando de esta farsa. 

—Oye, Jordan —susurró Louis cuando nos cruzamos—, nos vamos a reunir en mi casa a practicar el viernes. Sé que prometimos ayudar a Lucian, pero yo también quiero sacar mi beca de deportes y si seguimos así, vamos a perder el partido.

—Estaré allí —le aseguré—, y no te preocupes Louis, los de Mason High son gatitos, no tigres. 

Soltamos una risa entre dientes.

—Sí, pero no me quejo de que sus animadoras sean gatitas fieras.

Volvimos a reírnos hasta que me di cuenta de que el entrenador se acercaba. Louis también se dio cuenta.

—Dile a Briggite que traiga a las chicas —me pidió mientras se alejaba.

Oh, mierda. 

—Sí, claro.

Las palabras estuvieron fuera de mi boca antes de que pudiera detenerlas. No pude corregirme porque de repente, el entrenador Saenz estaba frente a mí, indicándome que lo siguiera.

Su cara de malas pulgas necesitaba un serio control de plagas pero de todas formas lo seguí a su oficina. Había estado esperando este momento por un largo rato.

El entrenador se derrumbó sobre su silla. Al medir casi un metro noventa, sus piernas se doblaban para ajustarse a la silla y lo hacían parecer un raro insecto humanoide. Clavó sus ojos grises en los míos y soltó sin muchos rodeos:

—Saura, no haga que me arrepienta de haberlo elegido capitán.

Señor, pido permiso para reírme hasta el siguiente año. 

Por favor, eso no iba a suceder. El entrenador jamás había vuelto atrás en sus decisiones. Él no daba su brazo a torcer. Nunca. Ni aunque eso arruinara al equipo. 

Me había hecho capitán el año anterior, incluso contra mis constantes insinuaciones de que yo no deseaba ser capitán, y mis alabanzas al talento de Lucian…y las del resto del equipo; probablemente incluso las del resto del colegio. Pero nada había servido y ahora estábamos metidos en este plan suicida para hacer que el entrenador cambiara una decisión por primera vez en toda su carrera.

—Tiene que vigilar a Castello y Linares. No sé dónde tienen la cabeza estos días.

Asentí antes todas sus indicaciones y le dije que lo intentaría.

—Bien. Por el único que no debes preocuparte es de Sandoval. Nunca pierde de vista la pelota. Necesitamos que todo el equipo sea como él.

Oculté la sonrisa que intentó escaparse. Esta era una buena oportunidad para que el entrenador se hiciera a la idea de tener a Lucian dirigiendo.

—Hablaré con él, tal vez podría ayudarme a…

—No hable con nadie —me cortó el entrenador en un grito cortante—. Ese no es trabajo de los jugadores. ¿Es usted Jordan Saura el capitán del equipo o no?

No, señor, soy un clon creado por extraterrestres, ocupando el lugar de este tipo. Ahora déjeme salir para que pueda ir a conquistar el mundo. 

—Sí, señor.

—Bien. Mis capitanes no necesitan ayuda. Y mis equipos ganan los partidos contra Mason High. Asegúrese de que eso siga así.

—Sí, señor. 

—Puede irse, Saura.

Me levanté rápidamente antes de que se le ocurriera darme más trabajo y corrí a los camerinos. Estaban vacíos y con la luz mortecina de los fluorescentes, parecía el escenario de una película de terror. O un capítulo de Teen Wolf, la única serie que Briggite me hizo ver que no era tan terrible como pensé que sería. Aunque la cantidad de tipos semidesnudos y los grititos de ella al verlos no hacían que me sintiera cómodo.

Me apresuré en recoger mis cosas, como cualquier tarde, hasta que me di cuenta que no era necesario: Briggite ya no esperaba por mí. Todo había terminado entre nosotros.

Con ese peso fuera de mis hombros, caminé hasta el estacionamiento. Iba a ser una semana imposible cuando la gente se enterara. E iba a ser peor si no ganábamos el partido. 

¿Habría alguna posibilidad de que el cielo mandara un piano como en las caricaturas y le cayera encima al entrenador Saenz?

Seduce a mi ex-novio (Disponibles los primeros capítulos)Where stories live. Discover now