CAPÍTULO 22. Mandy.

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CAPÍTULO 22.

Mandy.

Yo hubiera aceptado cualquier cosa que él hubiera sugerido.



-Niña, Marissa. -escuché que me llamó Rosario desde la puerta de mi habitación.

-¿Qué pasa? -pregunté frunciendo el ceño por su tono serio de voz, algo muy extraño en su actitud alegre y maternal de siempre.

Eran las 7:00 de la mañana y yo estaba terminando de arreglarme para ir a la preparatoria, tal vez Rosario no estaba de humor por el cambio de horario.

-Hay un... chico afuera, te busca. -dijo desconfiada y yo sentí mi corazón apunto de saltar del pecho.

¿Sería él? ¿Sería Justin?

Miré instintivamente por mi balcón y noté la luz de su habitación apagada. No quería ser considerada una acosadora pero desde que yo me había despertado su habitación había estado igual.

-¿Quién es? -pregunté intentando ocultar mi emoción.

-No losé, no me dijo su nombre, la verdad es que tampoco lo pregunté.-dijo seria.

-Bueno, iré a ver. -dije con aparente calma y bajé corriendo las escaleras.

Intenté abrir la puerta pero encontré que el seguro estaba puesto. Me giré y miré a Rosario esperando una explicación. Ella sólo se encogió de hombros y murmuró:

-Niña Marissa, si es que conoces a ese... chico, dile que se vaya y no vuelva.

-Quita el seguro, Rosario. -dije con los dientes apretados.

-Mira por el ojal, si lo conoces dícelo y si no, llamaremos a la policía. -dijo con fingida calma, pero podía notar que estaba asustada, eso sólo quería decir una cosa: Sí era Justin.

Le arranqué de las manos las llaves y abrí yo misma, ella soltó un gritito ahogado.

Cuando abrí la puerta el helado viento de Bradford me sorprendió con la guardia baja y solté un gemido bajo. Cuando lo vi a él casi suelto otro.

Estaba recargado en aquella máquina monstruosa que él llamaba motocicleta, con las piernas extendidas y abiertas un poco. Llevaba un pantalón azul enorme, una sudadera enorme también negra y tenía la gorra de ésta puesta, fumaba tabaco y me miraba de una manera que me obligó a lanzarme a sus brazos.

Él rió un poco y miles de cosquillas viajaron a lo largo de mi columna. Después me rodeó con sus brazos y soltó el humo del cigarro en mi cabello, llenándolo de aquel olor tóxico. El tibio humo acarició mi cuello y yo sentí que podía volar, de pronto el frío había desaparecido.

-¿Qué haces aquí? -pregunté medio atontada, embriagada con su aroma.

-Bueno, ya sabes, vivo al lado. -respondió con una sonrisa burlona.

Yo sólo respondí tiñiendo mis mejillas de rojo. Era obvio.

Después de unos segundos él rió un poco y dijo:

-Vine por ti, princesa. Irás conmigo a la preparatoria.

Yo sólo asentí temiendo abrir la boca y gritar de la emoción.

Él se alejó un poco y tomó mi barbilla entre sus dedos. Fue acercándose poco a poco, iba a besarme, pero alguien gritó:

-¡Niña Marissa!

Mierda.

Ese era uno de los problemas de estar con él, me olvidaba de todo lo demás.

Justin levantó la mirada inmediatamente, alerta. Yo me giré y me encontré a Rosario casi corriendo hacia nosotros, aferrándose a su bata negra, intentando protegerse del frío devastador de Bradford.

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