VII

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Bruno sintió la lágrima en su mano, la que cayó de los ojos de Emma. Él dejó de besarla, la miró a los ojos y vio mucha tristeza. Se levantó y se sentó en la cama, y también ayudó a Emma a hacerlo.

—Perdón —pronunció Bruno, decepcionado, pues esas lágrimas eran porque ella no quería estar con él.

—No te disculpes, fui yo que vino con esta ropa a provocarte, es que... —En ese momento su voz se cortó y sus lágrimas cesaron hasta más no poder.

Bruno la abrazó fuerte y le dio un beso en la frente.

—Sabes que yo no te hubiera hecho esto sin que tu quisieras, perdóname —pidió Bruno, aún abrazándola.

—Tranquilo, no tengo nada que perdonarte. Yo me lancé así, no es tu culpa. —Se limpió ella las lágrimas.

Bruno se levantó a su closet y le prestó una chompa larga, para que mientras hablaran, ella estuviera cubierta.

Mientras tanto Alexander la estaba buscando por todo el internado. Cada rincón del rincón en el que buscaba. No la encontraba por ninguna parte y luego se le ocurrió ir a buscar a la habitación de Bruno, es más, él estaba seguro de que ella estaría ahí.

Fue corriendo a su edificio y fue a la habitación, tocó la puerta fuerte y dijo en voz muy alta:

—Bruno, abre, sé que Emma está ahí. Quiero devolverle unos cuadernos que se le cayeron.

Cuando Emma escuchó eso, planeó esconderse, pero Bruno lo impidió.

—No te escondas.

—Pero no quiero que me vea así. —Ella se señaló.

—No lo dejaré pasar, tranquila.

Bruno quitó el seguro de la puerta y la abrió un poco. Alexander empujó para que la abriera completamente y lo dejara pasar. Bruno cerró la puerta, con Alexander dentro. Ese fue un gran error de Bruno.

Alexander se quedó paralizado viendo el inocente rostro de Emma. Ella tenía los ojos rojos e hinchados, estaba claro que había estado llorando, el chupón se veía de lejos, ella con sus Baby Dolls y una chompa de Bruno. En ese instante, Alexander pensó lo peor, se dio la vuelta y gritó:

—¡¿QUÉ LE HICISTE IMBÉCIL?!

Bruno no alcanzó a responder, pues el golpe que Alexander le mandó fue más rápido que su reacción. Emma gritó y se acercó a Alexander. Ella lo abrazaba para que no golpeara más a Bruno, pero Alexander no se calmaba.

—¡BASTA, ALEXANDER! —Emma gritó, con lágrimas en sus ojos.

—Emma —susurró Alexander, con cara triste. Le sobó una mejilla y ella lo abrazó. Cuando se sintió un poco más calmada, dijo:

—Te veo en la terraza en treinta minutos.

Él asintió y se fue de ahí.

Ella se acercó rápido a Bruno, quien seguía en el piso. Lo ayudó a acostarse en la cama, pues estaba algo herido.

—¿Tienes un kit de primeros auxilios? —preguntó Emma, viendo la sangre que tenía el rostro de Bruno.

—Sí, está en el tercer cajón de mi baño.

Emma fue en busca de eso y regresó con Bruno. Tomó el frasco de agua oxigenada y comenzó a limpiar sus heridas de sangre. Bruno se quejaba con unos «auch», pero era necesario que Emma curase eso.

Cuando acabó de limpiar y parchar las heridas, preguntó:

—¿Te duele algo más?

Bruno se movió con dificultad.

Una historia de bulimia másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora