Capítulo 4: "Quiero esto"

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«¿Aceptan ser esposo y esposa por la eternidad?».

«Claro que acepto, ya me puse la lencería que usaré en la luna de miel».


—Amelia, estás candente.

—Gracias, Jack, tú... —Empiezo a reírme—. Lo siento pero Jack nunca usaría la palabra candente.

—Con ese vestido hasta un ciego te diría candente —dice Susana, y se quita la máscara de Jack del rostro.

Hace tres horas vino a ayudar a prepararme para la primera y no muy oficial cita con Jack. 

Gastamos una hora en el peluquero, quien se aseguró que mi cabello quede tan decente que ya ni lo reconozco. Tanto orden y brillo no puede ser mío. 

Otra hora en buscar el vestido perfecto que me haga lucir sensual, pero como es una palabra que mi cuerpo no conoce al menos me veo delgada. 

Media hora en maquillaje, lo cual fue fácil ya que no me gusta que se note que llevo maquillaje. 

Y la última media hora libre Susana propuso que practique cómo me comportaré en la no cita con Jack. Sacó la máscara con su rostro que me hice para el Halloween pasado y se ha puesto a imitarlo bastante bien.

—Intentémoslo de nuevo. —Se coloca de nuevo la cara de Jack—. Amelia, estás hermosa.

—Gracias, Jack. —Pestañeo repetidas veces, según indicaciones de Susana, e intento lucir angelical, también por indicación de Susana—. Eso que solo me puse lo primero que encontré. —Sonrío y ladeo la cabeza, como si fuera tan grande y me pesara cargarla.

—No va a funcionar —dice y se quita la cara de Jack—, apestas en esto.

—Te lo dije hace treinta minutos. —Pongo una cara larga y me siento en el borde de la cama—. Coquetear no es lo mío.

Se sienta a mi lado, me acaricia el hombro, me mira fijamente y yo le sonrío de un modo cálido.

—Solo sé tú misma.

—¿Quién más podría ser? —Exhalo y me encojo de hombros.

—Una mala versión tuya. —Me acaricia la cabeza.

—¿Cómo es eso? —Frunzo el ceño en dirección a mis pechos, que a esta altura puedo verlos claramente y no puedo quitarles la vista ya que no suelo tenerlos tan libres.

—Lo entenderás cuando sea el momento —Sonríe con dulzura.

—Acabas de sonar como mi abuela. —Me río con ganas.

Y me da un golpe en el mismo lugar de la cabeza en donde antes me acariciaba con cariño.

—¡Au!

—Vuelves a llamarme vieja y haré que sientas cómo es la menopausia —amenaza con voz sombría e intensa, hasta ha puesto ojos locos iguales a la típica mala de la telenovela.

—No volverá a pasar. —Enseño la palma como si estuviera un juicio e hiciera un juramento.

—Buena niña. —Me acaricia un sitio diferente de la cabeza, suponiendo que el otro lugar aún me palpita de dolor, lo cual es cierto, aún palpita y duele más que darse de cabezazos con la pared—. Entonces, ¿último ensayo?

—Bien.

—Bien

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¿Me van a dejar hablar? [Presente MVDH #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora