Capítulo #31

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~ Narra Cassandra ~

Me alejé de la escena con una sonrisa. Heather y Tyler se habían reconciliado. Y en parte por mi. Me gustaba saber que el chico estaba feliz con ella, se notaba que en serio la amaba.

Aún con mi cabeza llena de pensamientos, tanto como por lo de Kamille como lo de Heather, caminé por el pasillo. Llevaba aquí ya varias semana y apenas me había percatado de que no conocía bien el lugar. Solo sabía llegar a la habitación de Lany -que estaba enfrente de la mía-, a la de Heather -que no estaba tan lejos de la mía- y al comedor. Conocía más el jardín que el recinto por dentro. Y eso no me agradaba.

Lo que restaba de mi día lo pasé de esa forma. Observando cada lugar del recinto, leyendo las leyendas de los cuadros, entrando a a cada habitación, revisando cada lugar. Ya era tarde cuando entré a lo que yo suponía era la última habitación del recinto, al abrir la puerta me llevé una gran sorpresa.

¿Desde cuándo este lugar tenía una habitación de combate?

Mi boca de abrió en una gran "o" al ver el gran tamaño de habitación. Calculaba que está debía ser la más grande de todas. Sus paredes estaban llenas de distintas armas; arcos, dagas, bumerangs especiales, espadas, ballestas, espadas pequeñas... había de todo. También había dianas de puntería, al igual que sacos de boxeo, y muñecos de combate. En el centro de la habitación había un especial de cuadrilátero de lucha, a lo que supuse era donde todos podían retarse. Me acerqué a una de las paredes y pasé uno de mis dedos por las espadas y dagas que había. Nada de polvo. Lo que me decía que la habitación la usaban y la limpiaban constantemente. Pero, ¿por qué no me había enterado de ello? ¿Por qué nadie me había dicho que está habitación existía?

Sin pensarlo dos veces tomé una de las espadas. Era ligera y tenerla en mi palma me daba una satisfacción reconfortante. Una sonrisa se apareció en mi rostro. Jugué con ella durante unos minutos, hasta que un sonido me hizo ponerme alerta.

—Wow... ¡Tranquila! —exclamó el chico nervioso. —No me mates, por favor.

—Lo haría si no fuera porque eres el dueño del lugar. —comenté quitando la espada de su cuerpo. —¿Qué haces aquí? Me asustaste.

—¿Tú qué haces aquí? —preguntó recalcando el tu. —Ya es hora de cenar.

—Lo siento, se me fue el tiempo. —respondí.

—Ya lo noté.

—¿Por qué nunca me dijiste que existía esta habitación? —pregunté.

—¿No le ves? Hay un millón de armas aquí, no me iba a arriesgar que me quisieras matar.

—Eso ni con nutella va a cambiar. Siempre querré matarte, Nelson. —comenté rodando los ojos.

—Como sea. Ya sabes que existe. Puedes venir cuando sea. —dijo indiferente.

—¿Hay un entrenador?

Negó. —Hace años que renunció el que teníamos. —habló divertido.

—¿Por qué?

—Tenía que salvar a su hermana. Cosa que no le funcionó, ya que está en una de mis habitaciones especiales. —respondió.

—¿Hablas de Leonardo? —pregunté confundida y sorprendida. ¿Desde cuándo?

Asintió. —Hace años fue tu entrenador. ¿No lo recuerdas?

—No. —respondí.

—Si, bueno. Ahora no tenemos entrenador. ¿Quieres uno?

—Quiero mejor mi técnica, quiero mejorar mis poderes. —dije encogiéndome de hombros.

Revenge © |B#3|Where stories live. Discover now