Capítulo #53

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CASSANDRA.

*una semana después*

Cepillé mi cabello rubio por última vez y dejé el peine en el tocador. Por un momento había olvidado como era a causa de la ridícula idea de ponerme una peluca castaña con la intención de mantener una imagen enfrente de todos.

Que decisión más absurda.

Ahora eso no era necesario. Tenía un plan, uno que funcionaría esta vez.

Las preguntas sobre lo que haría habían parado hace unos días, cuando todos se dieron cuenta que no cambiaría de opinión y que mi relación con Nelson había cambiado drásticamente. Habíamos pasado de ser enemigos a casi amigos; aún no me contaba todo, pero me tenía cierta confianza.

Confianza que necesitaba para dar mi siguiente paso.

—¿Nuevo look?

Me di la vuelta y sonreí. —Era necesario.

—¿Por qué pareció que viajé en el tiempo a cuando llegaste castaña? —preguntó

Me encogí de hombros. —Esa etapa ha terminado, Lany, al igual que mi cabello castaño.

—Que bueno, porque me gustas más rubia. —comentó.

Alcé una ceja. —¿Ah si?

—Sabes a lo que me refiero. —rodó los ojos. —Nicole quiere verte.

Traté de verme sorprendida. —¿Nicole?

—Si, tu prima loca. —hizo un ademán. —Que es muy importante.

Me levanté. —Iré enseguida.

Lany sonrío y salió. Esperé unos segundos antes de sacar el móvil desechable que había en mi tocador y llamar al único contacto que tenía.

Solo pasaron unos segundos para que contestara.

—¿Si?

—Quiere verme.

—Muy bien.

Tomé un poco de aire. —Esto es ridículo ¿sabes? Hablar por teléfono cuando podemos encontrarnos en el ático o algo así.

—Debemos hacer esto si no queremos nos descubran, Cassandra. —respondió.

—Como sea. Te veré en 30.

—Vale.

(...)


Abrí la puerta de la habitación y entré. En medio de ella podía ver la delgada y esbelta figura de una morena.

Nicole.

—Ya era tiempo que llegaras. —comentó de brazos cruzados. —Me haces perder el tiempo.

—Necesitamos hablar, Nicole. —dije, ignorando su comentario. —Arreglar las cosas entre nosotras.

—¿Arreglar? —soltó una risa. —Estas loca.

—¿Yo lo estoy? —di un paso hacia ella. —Yo no soy quien se está volviendo loca al no saber que hacer al respecto, ocultando un secreto más grande que está mentira.

Sus ojos mostraron una emoción fugaz. —No se de que hablas.

—Claro que sabes. —murmuré. —Ya lo se todo.


(...)

Subí por las escaleras del ático y cerré la puerta detrás de mi. Demian estaba en uno de los pequeños sillones que había en el lugar, esperándome con impaciencia.

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